Opinión

COVID, ética y otros bichos

COVID, ética y otros bichos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
La Las acciones son, ciertamente, la única manera de expresar la ética.

Jane Addams

Esta crisis de salud nos ha planteado cuestionamientos de toda índole: científicos, económicos, familiares, sociales, de gobernabilidad y los que usted quiera agregar. Es tal la vorágine de la información sobre los contagios y fallecidos o sobre la crisis económica, que poco nos hemos detenido a reflexionar sobre la ética de nuestra conducta y nuestras decisiones alrededor de la catástrofe.

El primer cuestionamiento ético al que deseo referirme es el del uso del cubrebocas. En los distintos países se demostró que al usar permanentemente el cubrebocas en los espacios públicos se reduce notablemente la posibilidad de contagio. Es parte del derecho humano de exigir que los demás no contagien, lo mismo que la obligación no contagiar a los demás. Eso significa ser responsable y solidario, pero sobre todo, mantener una conducta ética en el ámbito social.

Para el presidente López Obrador no usar cubrebocas se convirtió –inexplicablemente— casi en una toma de posición política. No sólo eso, últimamente sus secretarios se presentan en “las mañaneras" sin protección, para no poner en evidencia al jefe. AMLO rehusó a predicar con el ejemplo, como lo haría cualquier líder humanista, para usar un calificativo que tanto le gusta. Me resulta tan inexplicable como la señora fifí que no usa cubrebocas porque se le corre el labial o el hombre de la calle que afirma “de algo nos tenemos que morir".

El segundo cuestionamiento es sobre la danza de las cifras y las “precisiones”. Nadie esperaba que la autoridad sanitaria dominara la pandemia de un día para otro. El virus es nuevo y su letalidad enorme. Pero de ahí a no reconocer sus errores en las proyecciones o en la estrategia, hay un mundo de diferencia.

En una situación crítica, la gente da un voto de confianza extra a sus autoridades, por lo que no se vale pretender maquillar la realidad o torcer las declaraciones previas para justificar las decisiones equivocadas. Eso es una falta de ética gubernamental. Cabe recordar que Boris Johnson, Primer Ministro de Gran Bretaña, tuvo el valor civil de reconocer su error incluso antes de verse contagiado.

El siguiente cuestionamiento es a esos jóvenes o esos vecinos que hacen fiestas. Llega una patrulla a suspender el jolgorio y se siguen cantando a todo pulmón, porque ya están hartos del encierro y del aislamiento. Todos lo estamos. Si se quieren morir, allá ellos; pero porqué arrastrar en su insensibilidad a otros. Diría el clásico: Pus nomás.

El último cuestionamiento ético es preventivo.

Ojalá más pronto que tarde lleguen las vacunas contra el COVID; hasta ahora el calendario de aplicación es muy escueto. Nuevamente se endilgó a las Fuerzas Armadas la responsabilidad de distribuir y aplicar las vacunas, como si no tuvieran nada que hacer. La logística para llevar a buen término la vacunación es monumental, tanto por los requerimientos de la vacuna misma, como por la dispersión geográfica de nuestras poblaciones.

Aquí sólo quiero recalcar el reto ético. Ya que la vacuna no estará a la venta en el sector privado, cuando nos toque, todos tendremos que hacer nuestra democrática cola para obtener la aplicación. Pero como el presidente siempre dice primero los pobres, espero que en la ubicación de los puntos de vacunación se apliquen los criterios de igualdad y proporcionalidad en toda la población. De otra manera, pensaríamos que se trata de clientelismo político.