Opinión

Discurso anómalo (2)

Discurso anómalo (2)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En la actual coyuntura es casi imposible dejar de lado las reflexiones sobre la llamada nueva normalidad, el regreso a la normalidad, las anomalías de la normalidad, la normalidad a secas o bien la normalidad en transición.

Por todos lados escuchamos hablar de la normalidad perdida y de las ganas de recuperarla. No obstante, en todas sus variantes el punto de partida parece claro: el modelo de crecimiento económico había llegado al máximo de sus contradicciones y la propagación agresiva del nuevo coronavirus acabó por darle la puntilla.

La enorme riqueza producida durante décadas se concentró en unas pocas manos frente a la aún más abundante producción de desigualdades y miseria que ha alcanzado a amplias capas de la sociedades a todo lo largo y ancho del mundo.

De esa manera se ha dado una nueva discusión sobre lo que entraña y debe ser el establecimiento o el regreso a la normalidad, cualquiera que sea, tras una prolongada crisis internacional que ha mostrado por las malas razones, los alcances de una globalidad que hace navegar la interdependencia entre las naciones como si se tratara de múltiples barcos a la deriva en una carrera frenética por ver quien puede llegar a puerto, sin importar las razones que llevaron a esa deriva, o peor aún, a una carrera egoísta y bastante disfuncional, si se toma en cuenta, por ejemplo, el alcance y las consecuencias demostradas de un bicho infinitesimal en su tamaño, pero con amplias capacidades de ubicuidad y destrucción.

La conciencia y la solidaridad internacionales han visto mermadas sus bondades cada que se habla del futuro inmediato de las vacunas, dando la impresión de que se olvida muy rápido el cómo, el quiénes y el porqué, y que el día después de que las vacunas se apliquen y circulen en el mercado y en las sociedades, caerán en el absoluto olvido todos los días acumulados de supuesto aprendizaje y también de frustraciones y lamento por la pandemia, así como las aspiraciones de aprovechar las crisis para construir algo mejor de lo que teníamos antes de su inicio.

Recientemente, el profesor Lorenzo Meyer reflexionaba sobre el uso del poder político a partir de la experiencia y los objetivos del lopezobradorismo, el cual busca transformar al “muy corrupto y disfuncional régimen neoliberal”, heredero, en su visión, del “régimen autoritario postrevolucionario”. A partir de ello, el profesor identifica que con el amplio triunfo democrático de la izquierda electoral, encabezada por AMLO en 2018, éste logró “capturar la primera línea de defensa del viejo orden —el aparato gubernamental— pero no su segunda línea, la conformada por los intereses creados, básicamente, económicos y que constituye el verdadero corazón de la estructura de poder a modificar.” (“El régimen, el gobierno y el poder”, El Universal, 6diciembre2020, http://www.eluniversal.com.mx)

De manera que, abusando de estos certeros planteamientos perfectamente extrapolables a la situación internacional, cabe sugerir que las crisis política, económica y social que ha catapultado y subrayado por su parte la crisis sanitaria, tienen raíces profundas y viejas, pero que el SARS-CoV-2 ha contrapuesto de una manera extraordinaria pues en el fondo se trata de realidades antagónicas en todo el mundo, más allá de la mera gestión exitosa o no de la pandemia: los privilegios versus las desigualdades, o para decirlo de otra manera, el futuro versus la cancelación del futuro.

Dentro de varios ejemplos posibles para ilustrar lo dicho está el caso estadounidense de muy reciente cocción. No es difícil sumarse al entusiasmo generado por los electores de ese país que acudieron a votar ampliamente para deshacerse de Trump y darle un mandato de cuatro años a su rival del partido demócrata.

Ese entusiasmo disminuye no obstante cuando observamos que se trata de una vieja figura de lo que se hacía y se hizo durante muchos años como parte de una normalidad probablemente añorada, frente a un presente incierto y un pasado inmediato agobiante.

Es cierto que a pesar de ser un actor político del establishment tradicional merece el privilegio de la duda. Sin embargo, si este nuevo contexto político que se configura en ese país, acaba suponiendo hacer más de lo mismo pero mejor que en el pasado para que haya una nueva normalidad, ese país y buena parte del mundo habrá acabado regresando al punto de partida, con un alto grado de decepción, y así por el estilo en otros lados del mundo.

Diversos analistas sostienen que el trumpismo sin Trump, continuará por otros medios en virtud de la fragmentación y la polarización que prevalece en la sociedad estadounidense, si bien claramente no es la única situación mundial que preocupa.

La renovación a través de personajes y esfuerzos de toda la vida no es malo en principio, pero tampoco lleva a la algarabía. Solamente los hechos y el transcurso del tiempo pueden probar qué tipo de normalidad estamos construyendo individual y colectivamente tras la crisis sanitaria y sus crisis gemelas en lo político, económico y social.

Guillermo Puente Ordorica

http://gpuenteo@hotmail.com