Opinión

Me llamaban King Tiger

Me llamaban King Tiger

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Cada vez que quiere ser un falso profeta, acierta”. Con este aforismo de Elias Cannetti podemos adentrarnos en la personalidad compleja de Reies López Tijerina, un dirigente de la comunidad de origen mexicano en Estados Unidos durante la década de los sesenta, y que a los 88 años de edad murió en 2015 en Ciudad Juárez, en una suerte de exilio, en el completo olvido y en la miseria.

A caballo entre la prédica religiosa de timbres mesiánicos, y la lucha en defensa en defensa de la tierra de las comunidades mexicanas despojadas de sus patrimonios tras el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848 por lo que México perdió más de la mitad de su territorio —poco más de dos millones de kilómetros cuadrados—López Tijerina llegó a reunir más de 20 mil seguidores, llamó la atención de Malcom X y de Martin Luther King —que simpatizaron con su causa—, y desató una persecución feroz a manos del gobierno de los Estados Unidos, que envió a agentes del FBI y movilizó a la guardia nacional —tanques incluidos— para suprimir al movimiento en 1967.

Reies Tijerina nació en 1926. Hijo de una familia de agricultores mexicano-texana que por varias generaciones había plantado algodón en los alrededores de Falls City, abandonó la secundaria en su juventud y a los 18 años fue ordenado ministro pentecostal. Viajó entonces intensamente por los Estados Unidos como un predicador inspirado y febril. No tuvo mayores estudios, pero la lectura de la biblia le abrió el camino de una verdad revelada.

A mediados de la década de los cincuenta, junto con otras 17 familias de origen mexicano, fundaron su propio “Reino de Dios”, en una zona desértica de Arizona.

Fue en unos de sus viajes como pastor a Nuevo México que se enteró de la historia de muchas familias de origen mexicano que con el paso de los años vieron perdidas sus tierras como consecuencia del tratado de 1848, a pesar de que en dicho tratado se reconocían sus derechos ancestrales.

Se trataba en la mayoría de los casos de concesiones de tierras otorgados durante los siglos de la Nueva España, bajo la figura de la “encomienda” y las “mercedes reales”.

Reies Tijerina afirmaba que junto con las noticias de este despojo tuvo una revelación divina que lo llevó a tomar la lucha por estas tierras como una cruzada religiosa, no sólo la recuperación de las tierras, sino la reivindicación de un pasado mexicano e hispánico en las antiguas provincias mexicanas, formaban parte de su discurso insumiso: una suerte de nacionalismo mesiánico combinado con la argumentación legal e histórica de su reclamo.

Aquel movimiento encabezado por Reies Tijerina no se planteaba la devolución de todos los territorios o su anexión a la República Mexicana, se asumían en su condición de ciudadanos estadounidenses de origen mexicano, y su causa se constreñía al reconocimiento de propiedad de viejas familias de herencia mexicana sobre una gran extensión de hectáreas que, o bien habían sido declaradas parques nacionales, o bien terminaron en manos de los nuevos colonos de origen anglo-sajón. Los nietos y bisnietos de los mexicanos a los que la guerra del 47 los dejó atrapados en un país diferente fueron los seguidores de su causa.

Reies Tijerina viajó a Guadalajara, a la Ciudad de México y al Archivo de Indias en Sevilla, España, para documentar su alegato, llegó a entrevistarse con el expresidente Lázaro Cárdenas en 1961.

También viajó a Washington en busca de apoyos políticos para su causa. No lo consiguió. Pero a partir de 1965, desde su programa radiofónico “La voz de la justicia” alcanzó cada vez mayor notoriedad hasta que logró articularse un verdadero movimiento social bajo su liderazgo. Asistió como representante de las comunidades chicanas a las reuniones políticas organizadas por Martin Luther King, y en el momento más notorio de su liderazgo sobrevivió a dos atentados con bomba. Derivado de su nombre en español “Reyes Tijerina” vino su apodo en el momento mas estelar de su vida: King Tiger.

Una y otra vez su causa se topó con el silencio de las autoridades de Nuevo México, Arizona y Texas y esta cerrazón condujo al momento de radicalización del movimiento que en 1967 derivó en la toma armada de la fiscalía del poblado de Tierra Amarilla en Nuevo México —una acción que provocó varios heridos— y que desató la intervención policiaca y militar del gobierno de los Estados Unidos, su posterior captura y juicio en 1970.

Pasó un tiempo en la prisión de Alburquerque y poco después fue recluido en un hospital psiquiátrico en Sprigfield, Misuri, donde recibió electrochoques y un coctel pavoroso de medicamentos que nublaron su mente y su memoria.

Después desapareció. Algunos dijeron que tras su liberación se había exilado en Cuba, otros que en México, algunos creyeron que se había cambiado la identidad o que había muerto, lo cierto es que con los años se le dejó en el mayor de los olvidos.

Pasaron más de cuatro décadas. Entonces, el joven documentalista mexicano Angel Estrada Soto, oriundo de Ciudad Juárez, se enteró que el viejo Reies Tijerina vivía en uno de los barrios pobres de su ciudad. Parecía un hallazgo imposible, el recuerdo del viejo líder chicano estaba más cerca de la leyenda que de la historia. Pero lo encontró, y se dio a la tarea de entrevistarlo en los últimos días antes de su muerte en 2015, visitó también diversos archivos en Texas y Nuevo México para documentar esta historia.

El resultado es un extraordinario documental recientemente presentado en la Cineteca Nacional y en el Festival Ambulante. “Me llamaban King Tiger” es el título de este trabajo producido por Inti Cordera, que logra una narración articulada y memoriosa de un pasaje olvidado y sorprendente de la historia de los mexicanos en Estados Unidos.

Regreso a Elias Canetti: “la historia contiene todos los sentidos y por eso es insensata”.

@edbermejo

edgardobermejo@yahoo.com.mx