Cultura

Con motivo de su próxima presentación, El Colegio Nacional nos comparte un fragmento del nuevo libro de Luis Fernando Lara

“Historia mínima del español de México”, de Luis Fernando Lara (Fragmento)

Luis Fernando Lara El colegiado y profesor del Colmex, Luis Fernando Lara, presentará su libro el próximo martes en El Colegio Nacional. (ECN)

Compartimos un fragmento del nuevo libro del lingüista Luis Fernando Lara, que se presentará este martes a las 18 h en el Aula Mayor de El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico, CDMX). Silvia Giorguli, colegiada y presidenta de El Colegio de México, moderará la presentación editorial.

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Toda lengua cambia por efecto de la evolución de las necesidades de comunicación y expresión de la gente que la habla. Los estudios del origen histórico del castellano muestran cómo se fueron produciendo mutaciones, variedades y desarrollos regionales del latín durante la Edad Media, cuando el extenso dominio de Roma sobre los territorios que había conquistado se fue diluyendo, debido a la pérdida de control de la política y la economía romanas, a las disensiones internas y las dificultades que enfrentaban sus ejércitos, obligados a defender las enormes fronteras del Imperio contra las invasiones de pueblos del norte y del este de Europa, los llamados “bárbaros”, y tiempo más tarde a defenderse los hispanorromanos contra las poderosas invasiones musulmanas. Las variedades regionales del latín en la Romania, desde las épocas en que la educación y la intercomunicación entre sus sociedades decayeron por esas causas, fueron evolucionando por separado, dando lugar al gran conjunto lingüístico y cultural de las lenguas romances. Hacia finales del siglo XV el castellano estaba en un momento de su evolución que fue determinante para la formación de las variedades americanas de la lengua. Su morfología y su sintaxis, gracias a la expansión de los géneros discursivos del derecho, la historia, el relato, la ciencia y la poesía, que habían tomado cada vez más fuerza desde el reinado de Alfonso el Sabio en el siglo XIII, iban enriqueciendo las capacidades de expresión de los hablantes de castellano y seleccionando elementos de su variedad en el proceso permanente de formación de su tradición culta.

¿Qué quiero decir con “tradición culta”? Todos los seres humanos recibimos la lengua de nuestros padres; son ellos los principales transmisores de la lengua; la lengua que nos transmiten corresponde a su época y a la de épocas pasadas todavía inteligibles para ellos, en que ciertas maneras de hablar se difunden en sus sociedades como costumbres y esas costumbres se valoran por muy diferentes motivos: porque son más fáciles de entender, porque suenan bien, porque son más precisas, porque las pone de moda cierto grupo social, porque resuenan en sus emociones, etcétera. Es decir, hay costumbres verbales que se transmiten y se valoran, se cultivan, dando lugar a múltiples tradiciones verbales; tantas como había y hay todavía sociedades diversas: las tradiciones de una sociedad campesina son relativamente diferentes de las de una sociedad de pescadores o de obreros industriales; las de un pueblo aislado en las montañas se diferencian de las de un pueblo en el llano; las de un pueblo guerrero son diferentes de las de un pueblo de comerciantes, etcétera. Desde siempre ha habido en las sociedades grupos que cultivan su lengua de manera más intensiva y tienen los medios para transmitirla [...] La invención de la escritura, desde la antigüedad, proporcionaba a esos sectores más educados un medio de transmisión que, por el solo hecho de que no se puede variar mucho el trazo de las letras, si uno quiere darse a entender, contribuía a difundir mejor sus costumbres verbales, valoradas, dando lugar a tradiciones cultas. Pero, además, su cultivo del texto escrito iba forjando un poderoso medio de transmisión del conocimiento y de la literatura; tanto más desde que apareció la imprenta de tipos o letras móviles, la imprenta de Gutenberg, llegada a España en 1472 y después a México en 1539, que contribuyó a fijar las normas ortográficas. Por eso todavía hoy hay quienes llaman “lengua literaria” al conjunto de tradiciones discursivas cultivadas de esa manera. Desde hace varios años he propuesto el concepto de “tradición culta” como una manera más precisa de definir lo que se entiende por “lengua literaria”, inspirado en un conjunto de estudios iniciados por el lingüista rumano Eugenio Coseriu, y continuado por muchos colegas en México, en Alemania, en España e Hispanoamérica.

Suelen comprenderse las lenguas de manera estática, como si fueran las mismas las que se hablaron y escribieron en épocas pasadas y las que se hablan y se escriben hoy [...] La lengua española nunca ha sido una; desde muy temprano en sus orígenes medievales, en que se nutría con aportaciones de los otros romances hispánicos, llevadas por sus hablantes, hasta su difusión por el continente americano, su “identidad” es comparable con la de los ríos: nunca sus aguas son las mismas. El español —y sigo hablando de manera identitaria— que se impuso y se difundió en América se volvió lengua de los pueblos mestizos que se formaron en el continente desde el siglo XVI [...]

Esta historia del español de México es una de esas historias diversas del español en el continente americano. Lo que propone este libro es explorar el largo proceso de imposición, difusión y adaptación de las variedades que trajeron a Mesoamérica y su septentrión los conquistadores y los pobladores que fueron llegando a estas regiones, a partir de la historia de la sociedad y su cultura desde el siglo xvi. Es decir, es una historia de cómo la lengua española se volvió lengua de Nueva España; de cómo esa lengua se reconoció a sí misma en el México independiente y de cómo se ha vuelto lengua nacional de México.

Mi intención es proponer a mis lectores varias ideas, lo mejor justificadas y documentadas posible, acerca de la evolución de la lengua española en México, tomando siempre en cuenta las condiciones sociales, demográficas, culturales y políticas que se dieron desde la Conquista hasta nuestros días. Las condiciones iniciales las definieron las características de civilización y cultura de Mesoamérica, a las que los conquistadores se tuvieron que adaptar. La presencia de los pueblos indígenas ha sido constante, a pesar del sometimiento en que fueron cayendo durante los tres siglos de dominio español y los doscientos del México independiente; en relación con ella, he querido demostrar que, sin embargo, los hispanohablantes novohispanos y los mexicanos, al menos hasta buena parte del siglo XIX, conocían y varios de ellos hablaban particularmente náhuatl, la lengua más extendida en Mesoamérica y cuya historia fue rescatada, en sus aspectos más importantes, por la labor misionera del siglo XVI.

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Aunque hoy día se cuentan por cientos los estudios parciales de fenómenos de la lengua en nuestra tradición histórica, particularmente los que se dedican al siglo xvi y parte del xvii, y a la época moderna del México independiente, no se había ensayado una historia integral del español de México. Esta historia mínima es ese primer ensayo, que seguramente en los años por venir habrán de enriquecer otros investigadores. Ojalá sirva como impulso para emprender las investigaciones que hacen falta y, también, puesto que la historia es una ciencia interpretativa, para proponer quizá interpretaciones mejores, más adecuadas a las realidades que constituyen su objeto de estudio.

Novedad editorial Presentación del nuevo libro de Luis Fernando Lara.

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