
El corpus literario de Esther Seligson (1941-2010) es una profunda e intensa inmersión en el mundo de los afectos, las emociones, las pasiones, de las contradicciones del alma humana y un acercamiento a la pérdida de esa ensoñación maravillosa que es la búsqueda del amor pleno, dice Geney Beltrán.
A Esther, añade el escritor, nunca le interesó abordar problemas sociales, políticos, históricos o ideológicos. “Eso la colocaba en las orillas de la escena literaria mexicana, dado que los temas políticos desde la Revolución Mexicana a la fecha están presentes en nuestra literatura”.
Son algunas de las reflexiones de Geney Beltrán para presentar el libro “Narrativa reunida”, que reúne la obra de Seligson y del cual es editor y prologuista. Se trata, dice, de una travesía por 40 años por la escritura de Esther que va de sus primeros relatos con “Tras la ventana de un árbol”, de 1969, hasta su último libro “Todo aquí es polvo”, de 2010.
¿Por qué reunir ahora la obra de Esther?
Es un proyecto que comencé a preparar pocos meses antes de la muerte Esther, quien me encargó organizar y difundir su obra. Una de las dificultades era que du obra en narrativa estaba muy dispersa. Había sido antologada, pero las versiones completas de sus libros, de muchos de ellos, ya no se conseguían porque habían sido publicadas por editoriales independientes o por casas universitarias con tirajes cortos y de poca distribución.
La otra cuestión es que como Esther era muy autocrítica, me dejó algunos ejemplares de sus libros con correcciones. No eran muchas en realidad, en algunos casos era una palabra por otra o corregir erratas, que abominaba que estuvieran en sus libros y, en otros casos, era cambiar el título de algún cuento.
En otro aspecto, el propósito de esta publicación es que se pueda apreciar en su justa medida la audacia y la originalidad de la escritura de Esther, más allá de esas etiquetas que se le fueron poniendo a lo largo de su vida y que, aunque la valoraran como una autora de culto o como una autora valiosa, no era muy dada a publicitarse ni a socializar, cosas que la alejaban de los lectores.
Además, la imagen Esther Seligson ante los otros era el de una persona de trato difícil, no muy buena para las relaciones públicas o para la lógica de la cortesanía literaria que impera en el gremio artístico en México. Estos factores y la dispersión de su obra, complicaba ver la evolución de sus procedimientos de escritura, de sus búsquedas y de sus temas.

Lo importante es que ahora, el Fondo de Cultura Económica es la casa idónea para publicarla, porque eso significa la consagración de la obra de los autores mexicanos y la posibilidad de llegar a muchos más lectores.
Y la propuesta de este libro, es ir de adelante hacia atrás, para entrar por el que creo es el libro paradigmático de Esther y me parece la puerta idónea para entrar a su universo literario. Se trata de su libro de memorias “Todo aquí es polvo”. Es el último libro que escribió entre 2008 y 2009. Lo dejó casi terminado al fallecer en febrero del 2010 y en éste se condensan todos sus temas, todos sus mundos. Es un ejercicio de absoluta franqueza o de máxima franqueza posible para abordar el pasado personal y familiar. Aunque no es una autobiografía exhaustiva, porque no aborda toda su vida, sino distintos momentos.
¿Es una mirada completa a su obra?
Este libro tiene esa condición de mostrar el continente completo de la obra narrativa de Esther Seligson a las nuevas generaciones de lectores o a quienes no la conocieron en persona o a quienes no la han leído, o a quienes han leído algún libro o algún texto por ahí. Creo que uno de los aspectos que más resuena y va a seguir resonando en la sensibilidad de los lectores, es la profundidad y la intensidad con la que Esther aborda el mundo de los afectos, de las emociones y de las pasiones.
A ella no le interesó abordar problemas sociales, políticos, históricos o ideológicos. Eso la colocaba en las orillas de la escena literaria mexicana, porque los temas políticos desde la Revolución Mexicana a la fecha están presentes en nuestra literatura.
Porque el universo intimista de las emociones, ese que tiene que ver con la ruptura de los amores, con la pérdida de esa ensoñación maravillosa que es la búsqueda del amor pleno, es algo que abordó con heterodoxia y libertad, escarbando en la raíz de lo que significa para los personajes ese anhelo, así como el otro sentido: el de la dureza por la pérdida del amor.
Y ahora es un momento en el cual estos abordajes tienen un recibimiento mucho más hospitalario y es una de las razones por las cuales la obra de Esther está despertando mucho interés en las nuevas generaciones de lectores.
Pero, además, porque Esther es una autora que en cierta manera desciende de autores vanguardistas del principio del siglo XX, como Virginia Woolf, Marguerite Yourcenar, Clarice Lispector o incluso Elena Garro, además de Marcel Proust o César Pavese, lo que la hace atractiva por la impronta que estos autores tienen en su obra.
La prosa de Esther me remite a la de Pavese, especialmente en su diario y las últimas líneas de éste, donde se despide y se suicida. Son la emociones y hendiduras del alma humana alejadas de la frivolidad.
Es cierto y además ella, incluso, escribió un ensayo sobre esas últimas líneas del diario de Pavese. Lo que trata ese texto es la búsqueda de la autenticidad, de ir más allá de las máscaras o posturas que la tecnología o las frivolidades del ámbito fugaz del espectáculo y de la cultura marcan. Es una autora en ese sentido que afronta con mucha franqueza o seriedad o justicia las contradicciones del alma humana.
Y un dato anexo a esto que comentas que le da mucho en el clavo: creo que a Esther le habría gustado mucho platicar contigo, porque ella no usaba computadoras, ella usaba una frase que decía: “yo no computo”.
Tenía mucha resistencia y mucha suspicacia frente a la emergencia de todas estas plataformas que deshumanizan el contacto humano, que ponen una barrera. Ella buscaba en sus clases, por ejemplo, que los alumnos de la carrera de teatro, tuvieran un diálogo muy franco.
A veces era una lógica que parecía como de confrontación, pero en realidad era de un cuestionamiento muy sincero. ¿Qué es lo que es importante para ti en tu pasión artística? ¿Qué es lo importante para mí a la hora de escribir? Con estos argumentos, ella no escribía por escribir, escribía cuando lo necesitaba, cuando había procesos interiores que la llevaban a sacar introspecciones, emociones. Por eso no hacía proyectos, más bien vivía procesos de escritura.
Por ejemplo, no se planteaba: voy a escribir una novela histórica sobre Porfirio Díaz, porque la escritura para ella era una exploración del alma, no una radiografía de lo externo. Era más bien cómo la realidad impacta en el humano, cómo las otras personas inciden en nuestro ser, cómo los buscamos, cómo los necesitamos, cómo los rechazamos.
¿Son 40 años de creación y una Esther poco conocida?
Por un lado, este libro es la posibilidad de conocer la escritura de una autora extraordinaria, libre, heterodoxa e intensa. Los textos de Esther tienen una gran intensidad. Por otro, es la posibilidad de revalorar a una autora que injustamente fue vista como una escritora marginal o de importancia secundaria, porque ella no peleaba un lugar en las primeras filas de la preeminencia literaria, no tenía esas vanidades y el hecho que la publique el Fondo de Cultura Económica significa una valoración justa a una obra que va a enriquecer la imaginación y la sensibilidad de quien se acerque a estas páginas.

¿Para ella era más importante la obra que la fama que ganara el escritor?
Así es. Y eso es algo importantísimo. No tenía la ambición de ser una figura consagrada, la obra era más importante que las repercusiones de la escritura. La fama le era ajena, no le interesaba.
También era una persona que iba y venía. Es decir, no es que estuviera siempre localizable porque tenía las condiciones económicas para irse largas temporadas a Portugal, la India o Israel, donde vivió varios años a principios de la década del 2000. Es decir: estaba desconectada y daba pocas entrevistas.