La lingüista y Premio Crónica ofreció la primera sesión de su ciclo “La lengua de la vida cotidiana”, que se realiza los miércoles en El Colegio Nacional. Tabú e insultos de ayer, hoy y siempre, fue la primera sesión que resultó divertida y llena de conocimientos
Los insultos son actos de habla y cómo nos insultamos nos definen quiénes somos, dice la lingüista Concepción Company Company, en la conferencia inaugural del ciclo “La lengua de la vida cotidiana”, conformado por cuatro sesiones para reflexionar sobre la lengua de la vida cotidiana.
Tabú e insultos de ayer, hoy y siempre, fue la primera sesión que resultó divertida y llena de conocimientos para el auditorio presente en El Colegio Nacional y para quienes lo seguían por las redes sociales. Y una de estas consideraciones fue saber que cualquier insulto pierde su potencia y termina siendo una frase descriptiva si no está en los tres puntos que requiere para su validez. Si se dice “hijo de puta” en la banqueta en Insurgentes esquina con Eje 10, ya no es un insulto, es una descripción de parentesco y una profesión de una persona, pierde efecto y relevancia.
Lo anterior, dice Concepción Comapany, es porque los insultos son actos de habla, caracterizados por tres aspectos: cooperación, pertinencia y relevancia. Además, pertenecen al ámbito gramatical de actos de habla formulaicos, es decir, expresiones repetidas por siglos con poca o nula libertad sintáctica: “Si yo quiero insultar a alguien, tengo que echar mano de los insultos que sé, que he mamado, que aprendí en mi cultura y no inventarme un insulto y decirle ‘saco parado’: eso ni es pertinente, ni relevante, ni genera cooperación”.
“Por lo tanto, al ser el insulto un acto de habla directivo e intersubjetivo, porque tiene como propósito que el otro o la otra se enoje, tiene el efecto perlocutivo de ofender al otro y que el otro se enoje, lingüísticamente no existe el ‘se me fue’, se me escapó, lo dije ‘sin querer queriendo’; eso no existe lingüísticamente, si lo dije es porque había una intención consciente o inconsciente de que el otro se enojara. No hay marcha atrás con los insultos, aunque se suelen reparar con remedios extralingüísticos, o sea, vean en los estadios cuando gritamos ‘puto’ o ‘culero’. No hay perdón, sino multa o cierre del estadio, y así ha sido desde que la lengua española se puede llamar lengua española”.

MALAS PALABRAS, NO INSULTOS
De acuerdo con la lingüista, las malas palabras pertenecen al mundo de lo prohibido, pero también tienen un efecto de subjetivización, convertirse en un acto de habla expresivo que no va dirigido a nadie y que tiene como efecto perlocutivo manifestar sorpresa o descargar emociones, y no se espera que el otro se ofenda. “Si digo: ‘¡madres, se me olvidó!’ o ‘¡Me lleva la chingada!’, eso no es un insulto, porque no van dirigidas a alguien. Son malas palabras, un acto expresivo”.
Concepción Company afirmó que todas las lenguas tienen zonas lingüísticas tabú definidas de manera arbitraria y convencional: “Depende de la cultura, por supuesto, de los focos sociales, que se hayan sedimentado históricamente, pero también de la edad del hablante, pues para un joven puede ser jocoso o divertido y para alguien de tercera edad aquello suena de una vulgaridad tremenda. Es un asunto también de género, ser hombre o mujer, o tener ciertas identidades sexuales. Pero en general, en todas las lenguas del mundo, el tabú está asociado a zonas cognitivas, donde nuestra cultura las considera centrales para el ser humano; suelen ser sexo y la actividad sexual, México se mueve con el eje de la sexualidad”.
La especialista explicó que los insultos no tienen significado referencial, es decir, no informan de características, ni de objetos, personas o situaciones. “Si digo: ‘hijo de puta’ no es un asunto de parentesco, ni el hijo es hijo de nadie ni la señora tiene oficio de prostituta; si digo ‘puto’, no estoy diciendo nada con respecto de las preferencias sexuales de esa persona, y puedo decirle a alguien ‘pendejo’, y a lo mejor el fulano es brillantísimo, pero en ese momento comunicativo, a mí me parece ‘un pendejo’”.
“Otra característica es que carecen de libertad en general, ya que tienen numerosas restricciones formales y sintácticas. No se pueden reformular ni sustituir: si digo hijo de prostituta, no es un insulto, es una descripción de características de un individuo; si digo homosexual, no es un insulto, estoy definiendo características, preferencias sexogenéricas. No puedo decir ‘vete al ovario izquierdo’; bueno, puedo decirlo, nadie me lo impide, pero no tiene ni relevancia ni pertinencia, ni cooperación”, abundó.
Concepción Company dice que en materia de insultos tampoco se puede añadir información libremente: “Cuando uno ve la historia de la lengua lo que más llama la atención es la cantidad de restricciones que tiene, no se puede añadir información: si digo ‘hijo de puta’ de la banqueta en Insurgentes esquina con Eje 10, ya no es un insulto, es una descripción de parentesco y una profesión de una persona, pierde efecto y relevancia”.
“Se admiten ligerísimas variantes, con una pobreza semántica y sintáctica enorme. Puedo decir ‘hijo de la gran puta’, ‘pendejo y con iniciativa’, pero tienen muchas restricciones”, matizó.
“QUÉ SIGNIFICA CALIDAD DE VIDA”
Concepción Company hablará sobre la lengua de la vida cotidiana, “la que todos usamos en la banqueta, en el mercado, en la casa, en situaciones múltiples”, bajo el convencimiento de que “es un derecho de todo ser humano tener calidad de vida con su propia lengua. ¿Qué significa calidad de vida? Cobrar unas quincenas adecuadas, interaccionar socialmente de manera adecuada y es una tragedia cuando de manera forzada tengo que abandonar mi lengua materna y cambiar de lengua para funcionar en la vida”.
La también integrante de la Academia Mexicana de la Lengua aseguró que es un derecho de los individuos gestionar su vida con su propia lengua, y una obligación del Estado proveer las herramientas para educar y estandarizar en la lengua materna, “que no es la que mamó necesariamente en la casa, aunque suele coincidir”.
Según Company, conocer cómo es nuestra gramática, cómo es nuestra lengua, permite estar mejor informados, ser más seguros de nosotros mismos, estar seguros de quiénes somos, entendernos mejor y, por lo tanto, comprender mejor al otro, cooperar mejor en sociedad: “conocer la lengua de la vida cotidiana es parte esencial para lograr este objetivo general de tener calidad de vida en nuestra propia lengua”, aseguró Company Company.
Al ofrecer un acercamiento a la importancia de la lengua, recordó que se nos define a los seres humanos como seres de sintaxis libre. Somos los únicos homínidos que pueden hablar y tener lengua; además, “somos los únicos seres sobre el planeta capaces de hacer asociaciones creativas y decir cosas como ‘echar el moco en el atole’, donde ni hay mocos ni hay atoles, sino simplemente se trata de decir que ‘la estoy regando’ —y tampoco estoy regando nada—, es otra metáfora sobre la metáfora”.
“Esa libertad es totalmente limitada. Para ser aceptado y estar bien insertado en la comunidad, en la sociedad, hay que emplear la misma lengua de los otros. La lengua compartida está llena de normas, de rutinas, de hábitos, de convenciones aceptadas por siglos, que ningún hablante quiere romper conscientemente, porque lo que quiere es estar funcionando en sociedad y toda la comunidad de hablantes funciona con esos hábitos”.
Además, somos seres históricos y rutinarios. Cuando uno hace historia de la lengua, lo que más sorprende es que sí hay libertades, pero estamos metidos en un corsé, en unas rutinas que nos obligan, pero inconscientemente las aceptamos para funcionar en sociedad; de alguna manera, esas rutinas son similares a la normatividad del derecho que regula cómo funciona una sociedad, la diferencia es que el derecho, por lo regular, sí se asienta por escrito, en cambio, las rutinas y los hábitos, el corsé en el que se mete a la libertad lingüística, no suele asentarse por escrito, tiene que llegar un lingüista a ponerse a analizar a qué en qué consiste ese corsé”.
“La lengua es la más poderosa herramienta de enriquecimiento intercultural, de culturas compartidas, siendo México un ejemplo paradigmático de culturas compartidas, se convierte en herramienta de contacto humano, porque los seres humanos en estado natural estamos en contacto con otros seres humanos y de ahí resultan préstamos, calcos y adaptación de rutinas, hasta transformarse en la herramienta de gestión de vida cotidiana”.
Esta primera sesión del ciclo La lengua de la vida cotidiana, bajo el título Tabú e insultos de ayer, hoy y siempre, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.