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El planteamiento nodal de esta historia es que un sábado de 2025 todas las mujeres biológicas del planeta dejan de existir, dice la escritora

“Hijas de Eva”, de Angélica Quiñónez, narra cómo sería el mundo sin las mujeres

Autora. La escritora Angélica Quiñónez. (Lumen)

Cuando Angélica Quiñónez le contó a un colega hombre que escribía una novela sobre la exxtinción de las mujeres, “no hay incendio, no hay catastrófico, solo ya no están”, éste le contestó: “¿entonces todos se vuelven homosexuales?”.

“Wow, este hombre tiene hermana, tiene madre, tiene abuela y lo primero, lo primero que está pensando de todo esto es dónde la va a meter, es la prioridad. Para mí ese fue el momento en que dije sí, esta novela tiene un poco de potencia”, comenta la comunicadora, standupera, productora y escritora guatemalteca.

En conversación por la reciente publicación de Hijas de Eva (Lumen, 2025), Angélica Quiñónez relata la anécdota como reflexión sobre los temas que aborda. 

Le parece que los seres humanos tendemos a definir las cosas a partir de la otredad. “Entonces hombre es lo que no es mujer y viceversa…y ¿cómo este tipo define la idea completa de las mujeres? Es decir, no son sus iguales, ¿dónde la vais a poner?”, se ríe. 

“Tenemos que hablar sobre el tema de género, la identidad de la feminidad o masculinidad… son territorios que muchas veces intentamos interpretar y darle forma científica: llevamos mil años tratando de sistematizar esa diferencia que es tan primitiva y biológica como el hecho de que hay macho-hembra como ovario y esperma”, continúa. 

Ante esa insistencia de sistematización de la condición visión humana, la autora se pregunta ¿por qué eso repercute en un sistema social donde deviene en odio, estructura de poder, costumbres, tradiciones y roles que se esperan de de las personas en diferentes culturas alrededor del mundo?

Para reflexionar sobre estos temas, Angélica Quiñónez elige la ciencia ficción, que es su género de ficción favorito por la posibilidad de ofrecer algo hipotético pero “conversable”. 

“Una condición real de la relación de la humanidad con la realidad. La fantasía es como que más escapista, un poco más de explorar las capacidades de lenguaje, pero la ciencia ficción creo que sí se enfrenta con la realidad física, matemática, biológica y química del mundo”, expresa.

¿DE QUÉ TRATA?

El planteamiento nodal de esta historia es que un sábado de 2025 todas las mujeres biológicas del planeta dejan de existir. 

Tras meses de intentar esclarecer qué ha sucedido y sobreponerse al desconcierto de la “Exxtinción”, los científicos lanzarán el Proyecto Eva para lograr la implantación subrogada de un cigoto humano en una chimpancé. En 2039 el Proyecto Eva recibirá el Nobel de Medicina “por haber logrado la restauración de seres humanos biológicamente hembras”.

Se trata de una novela abierta, que juega con formatos y con múltiples narradores en los que no se puede confiar, lo mismo que sucede con nosotros en momentos de incertidumbre: no se puede confiar en nadie. 

La autora explica que mucho de esta parte del tono viene de la pandemia como origen de esta historia. 

“Las personas nos revertimos a una infancia y ese momento de incertidumbre que reina en nuestra lógica más básica y nuestras emociones de cómo interpretamos la realidad. Eso es lo que pasó precisamente durante la pandemia: estábamos bombardeados de tanta información, desinformación, opiniones, miedos y  transformó la relación con nuestro propio cuerpo”, considera.

Así como hay casos escabrosos de la realidad entre las líneas de esta novela - “muchos eventos que están influenciados por situaciones, algunos que se volvieron reales durante la novela. Eso fue un poco estremecedor, por no decir incómodo”-, también hay una mirada fresca y entretenida, dedicada a Nicole, “la chica que no le tiene miedo a nada”.

“Es mi sobrina. Es una chica brillante, chistosísima, a ella le debo mucho. Parte del humor, las ideas, el impulso de irme por conceptos o eventos narrativos extraordinarios y locos empezaban por conversaciones con ella”, revela Angélica Quiñónez.

“Los niños no tienen tantas inhibiciones ni miedos, entonces preguntan cosas.... Le debo mucho de esa chispa y mentalidad de ir con el instinto y desafiar esas fronteras que se pone uno como adulto, pero que son completamente innecesarias para crear ficción”, agrega.

“Hijas de Eva” puede leerse rápidamente, con gusto y por entretenimiento, sin que por ello pase desapercibida una cierta densidad que acompaña la risa. 

“El humor se trata de explorar el dolor y el tiempo, esa es la relación”, detalla la autora.

ENTRE BROMA Y BROMA…

El humor es algo esporádico en literatura guatemalteca, según considera Angélica Quiñónez. 

“No entiendo por qué muchos autores lo han evitado, la tradición guatemalteca viene de una literatura muy seria, muy marcada por el tema del conflicto armado y racismo sistémico,mucha opresión y hay mucho pesimismo. Es raro que surjan autores que activamente busquen el humor dentro de la literatura y para mí eso era fundamental”, explica sobre su postura de risa ante el mundo.

A ella le encanta el humor de Woody Allen, Oscar Wilde y Dorothy Parker, por ejemplo, y considera que es una manera de hacer arte que provoca de distinto del dolor, al ver la ironía y encontrar parecidos con la vida.

“Porque el impulso cuando estamos nerviosos, cuando no sabemos algo, es reírnos. Es algo muy humano, muy difícil de percibir y que está en este espacio inmensurable, difícil de reinterpretar o reposicionar, que cae entre -como dicen ahora- el ‘cringe’ o en algo que resuena. Me gusta esa incomodidad que provoca el humor, creo que es algo que necesitamos en la literatura”, añade.

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