
El cuerpo humano es naturaleza y al igual que la naturaleza pasa por transformaciones, incluyendo la muerte. ¿Qué pasa con el cuerpo cuando muere? Se desintegra y se vuelve a integrar al paisaje natural.
Es en medio de este análisis que se desarrolla la obra pictórica de Tania Reyes, también conocida como Fénix Cienfuegos, quién ha encontrado en su experiencia como artista un camino con el cuál plasmar en cuadros las reflexiones sobre sus propias dudas sobre la vida.
Ella ha logrado plasmar su sensibilidad en la exploración de la naturaleza y el cuerpo con el entendimiento de que forman parte de un todo, con el apoyo de influencias filosóficas y espirituales que le han permitido conceptualizar sus ideas para transformarlas en bocetos y luego en obras de arte.
En su cuadro El amor trasciende la muerte se contempla “la muerte como una paradoja”. Una mujer se desvanece en el mar, pero la sensación de muerte no es intimidante. En la serenidad de su cuerpo inerte está trascendiendo a ser parte de algo más grande, como si el mar absorbiera su ser y su espíritu se pudiera sentir en el nacimiento de otra forma de vida más allá del cuerpo.
“Es una interpretación de la primera fase de la muerte, cuando se está desintegrando el cuerpo, empezándose a pudrir, pero es una interpretación que hice por el duelo que estaba pasando de mi abuelita”, expresó Tania Reyes, en entrevista.
“En mi investigación sobre el proceso de descomposición encontré la obra de un señor que descifra códices (conocido como Abuelo Cuauhtecotl) y dice que la vida se gesta en lo oscuro, en lo húmedo y lo tibio. Por eso la puse en el océano, porque es como el útero de la oscuridad donde se gestan las nuevas cosas”, explicó.
LA DESNUDEZ, LA SINCERIDAD DE LA HUMANIDAD DESDE LA INTIMIDAD
Este es uno de sus principales trabajos como artista sin embargo es la consecuencia de un camino que comenzó años atrás. Si bien su fascinación por la imagen comenzó desde niña con su pasión por el dibujo, ella desarrolló su talento cuando concluyó sus estudios universitarios en Comunicación en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM, y se integró a la Academia de San Carlos para estudiar Artes Visuales, así como la guía del maestro Nizaac Vallejo.
El retomar su pasión al arte llegó de la mano de su propia experiencia de vida con su percepción sistemática del mundo, su papel en la sociedad y una estrecha conexión con la naturaleza, desde su contemplación hasta el uso de plantas medicinales:
“En esta necesidad que siento de querer comprender qué somos y quién soy, tenía la inquietud de que a lo mejor si estudiaba a varios seres humanos también puedo llegar a otra conclusión. También porque el cuerpo se me hacía muy complejo en sus formas y composición, entonces empecé a retratar desnudo”, expresó.

Su acercamiento al cuerpo desde la desnudez tuvo una serie de procesos con dos líneas de búsqueda que iban más allá de la estética. Por un lado, fue su reacción a la forma en que el cuerpo está al servicio de una sociedad que lo cosifica y lo transfigura a una interpretación superficial:
“A través de la pintura y de esta intimidad que compartí con las personas en su desnudez fue importante porque te dejan entrar a su espacio a que te cuenten su vida y ahí puedes conservar esa humanidad. Especialmente en este contexto donde eres clasificado y tus interacciones humanas son digitalizadas y objetivizadas porque ya hay una necropolítica”, dijo.
“El cuerpo está totalmente cosificado desde hace muchos años. Su simbología se ha ido transfigurando para algo muy negativo. No estás viendo su humanidad ni sus miedos ni sus experiencias ni nada. Entonces, ese espacio de pintar era como una manera también que yo tenía de poder conservar eso. La humanidad desde la intimidad”, añadió.
OCASO DEL JAZMÍN: “VI QUE EL CUERPO ERA COMO UNA FRUTA”
En su ejercicio comenzó a retratar a sus amigos, familiares o conocidos, pero su labor la llevó a entender que “a través del arte empezaba a ver la desnudez de las personas podía conocerlas de manera más sincera”, dijo, para explicar la segunda línea de búsqueda: el desnudo era como una metáfora de esa honestidad.
“El espacio íntimo era como una manera de reconocer su singularidad, dentro de este sistema que había pasado dónde me había sentido cosificada en un engrane y estandarizada. Lo simbólico está cada vez superando más a la experiencia. En las redes sociales somos el símbolo, lo simbólico de lo real”, continuó.
“Una maestra de guion nos dijo que decían que el amor era ciego, pero que ella decía que no, que el amor es todo lo contrario de ser ciego que es cuando realmente puedes ver a las personas como son. Porque nunca ves, nunca le pones atención a la gente. Pero cuando la amas puedes ver todo”, dijo para explicar su arte desde un acto de amor.
Uno de sus primeros grandes cuadros sobre desnudo es Ocaso del Jazmín, una pintura que hizo de una escena que apreció cuando cuidaba a su abuela al final de su vida:
“La dibujé en esa escena porque dije ‘¿cómo a sus 90 años todavía tiene que luchar por su vida?’ y pues era un cuerpo muy desgastado anciano, cansado. Entonces conforme fui pintando personas fui sintiendo que el cuerpo era como una fruta o sea que le va pasando lo mismo: le van saliendo manchitas se va siendo suavecito, se arruga, se deshidrata…”, expresó.
LA DEVORADORA DE INMUNDICIAS: ¿QUÉ PASA CUANDO EL CUERPO MUERE?
Tras la experiencia de su abuela su exploración la llevó a uno de los temas más fascinantes de su obra: ¿Qué pasa con el cuerpo cuando muere? Desde entonces Tania realizó estudios en diversas culturas e ideologías que abordan el tema desde el budismo hasta el taoísmo, pero especialmente en las culturas prehispánicas mexicanas.
Así su mirada se dirigió a observar la naturaleza de un modo más amplio y surgió otra de sus obras destacadas: La devoradora de inmundicias, una pintura sobre una vaca muerta, cuyo cuerpo en desintegración se va fusionando con el paisaje de la naturaleza: “La impresión de verla fue distinta de ver la muerte como la había visto en la ciudad donde la ves embalsamada en una caja, muy descontextualizada”, expresó.
“Ahí pues vi a la vaca y se estaba descomponiendo desde la boca –que estaba llena de gusanos– mientras que la otra parte todavía no, apenas se estaba empezando a inflar, pero había llovido mucho en el cerro ese año y estaba lleno de flores”, siguió.
En ese contexto sacó conclusiones de su investigación: “Como no hay muerte la vida es una continuidad. Vi como su cadáver estaba siendo vida para las larvas y para muchos otros organismos que llegaron a alimentarse de ella y eso después se convierte en abono que alimenta la tierra”, explicó.
“Fue contemplar la muerte de manera integrada en su ciclo, integrada a todo y ver no solamente lo aislado de la muerte sino todo lo demás. Como ver el otro lado que normalmente no ves. Es algo muy hermoso y así me empecé a obsesionar por las fases que pasa el cuerpo después de muerto”, añadió.
Más aún, la experiencia de vida de una operación de un tumor le ha permitido darle otra interpretación personal al cuerpo: “He estado haciendo estudios de dibujo sobre todas esas fases, pero no quiero solamente pintar el cuerpo muerto. Estudié un poco más de agronomía y me di cuenta que el proceso digestivo que nosotros tenemos y lo que pasa en el proceso de descomposición es también un proceso sobre algo que muere”, dijo.
“Nosotros cuando comemos todas las bacterias que tenemos en el estómago en el intestino es lo que ayuda a degradar la comida y después se vuelve abono. Si no lo echáramos a la coladera sería abono para la tierra y en el suelo, cuando está vivo, está lleno de insectos, de bacterias, de minerales, que son los que descomponen la materia. Todo eso más los duelos emocionales y espirituales son los que han guiado mi obra”, dijo.

“DIBUJAR ES APRENDER A SENTIR”
El trabajo de Tania Reyes, originaria de Nezahualcóyotl, además de estar permeado por la técnica postimpresionista, está lleno de influencias que van desde la escuela de Londres con pintores como Lucian Freud y jóvenes como Jenny Saville, que brillan por su tipo de tratamiento en la pincelada para la figura humana.
Sin embargo, también hay un acercamiento a la figuración y abstracción con influencia de la pintora Cecily Brow. Así como procesos de ejecución como las del pintor mexicano Gilberto Aceves Navarro: “Él tenía una escuela muy libre de enseñar dibujo y de aprenderlo, y era más a nivel de sentirlo y estar presente”, comentó.
“Nunca quiso quedarse en un estilo, porque decía que la creatividad era todo el tiempo estar buscando visiones nuevas, y hace una diferencia entre dibujar y hacer dibujitos (...) Decía que hacer dibujos es que ‘te digan que hay que bonito’, pero dibujar es estar involucrado totalmente en lo que estás haciendo, en la realidad, en recorrerla, en devorarla, conocerla, es aprender a sentir”, enfatizó.
Otras referencias de su obra son el pintor español Joaquín Sorolla, “me gusta mucho cómo maneja el color y la pincelada, es el artista de la luz”, dijo; así como la artista alemana Käte Kollwitz, “que dice que la base de la pintura expresiva es que dibujes y es ahí donde el artista encuentra su temperamento”, expresó.
Con todo esto, la exploración de su obra pictórica se centra en la transformación del cuerpo: “No solamente es lo muerto, sino que realmente lo que me interesa son las transformaciones de la materia, los procesos y los estados intermedios, las transfiguraciones de un estado a otro”, dijo.
Quizás una metáfora de sus propios miedos: “La pintura llegó cuando tenía incertidumbre de no saber qué hacer con mi vida, en ese estado intermedio sentía mucho miedo, porque me dio de golpe la realidad de que ya no soy lo que era, pero todavía no llego a ser lo que voy a ser. Eso es lo que trato de hacer en las pinturas”, destacó.
EN BUSCA DE UNA EXPERIENCIA MÍSTICA
La obra de Fénix Cienfuegos ha formado parte de una serie de exposiciones colectivas: Memorias ilustradas en punta de plata, durante el aniversario del Instituto de Biología de la UNAM en el 2016; Donde se conjuga el arte y la ciencia, en el Museo Mirasoles de Guatemala, en el 2017; Miradas convergentes, en la Galería José Clemente Orozco, de la UNAM, en el 2019; y Disconforme, en el Museo de Historia y Arte Contemporáneo Palacio de los Gurza, en Durango, 2021.
Su exploración artística aún la lleva a recorrer caminos con otras inquietudes sobre la transformación del cuerpo: “Siento que tengo que resolver la parte material de la vida, porque sé que somos un conjunto de todo. No nada más eres espíritu, también eres carne”, dijo.
“Quiero acercarme a lo que dice el historiador de paisajes Javier Maderuelo, que asegura que el paisaje no sólo es el territorio, sino que también implica un pensamiento contemplativo que no desarrollan todas las culturas”, continuó.
“Dice que los europeos desarrollaron el paisaje tarde a diferencia de los chinos y los japoneses porque su relación con el territorio es de propiedad, no de contemplación. La cultura asiática, desde los inicios de su origen tenían al paisaje y la pintura como una experiencia estética a través de la cual puedes alcanzar una experiencia mística de fusión con el todo a través de la contemplación. Así quiero ver mi obra”, concluyó.