Cultura

Rodríguez reconoce que su mayor dificultad fue relatar “con cariño” un origen familiar “bastante problemático”

Gustavo Rodríguez, autor de “Mamita”, dice que no tenía un argumento, tenía una deuda

Escritor. El autor Gustavo Rodríguez-. (Lanza digital)

En una ceremonia del Banco Central de Perú, el autor Gustavo Rodríguez vio cómo su madre octogenaria asistía a un homenaje a su abuelo y supo que su historia familiar “era más grande de lo que pensaba”, esto le dio pie para una nueva novela. “No tenía un argumento, solo tenía una deuda”, confiesa.

Diez años después, y tras ganar el Premio Alfaguara con Cien Cuyes (2023), Rodríguez (Lima, 1968) publica ‘Mamita’, una novela íntima, reflexiva y metaliteraria que se adentra en los orígenes de su madre y, al mismo tiempo, las fracturas coloniales de la Amazonía peruana.

“Fue el problema de cómo escribir una novela lo que se terminó convirtiendo en el argumento”, afirma en una entrevista con EFE.

Un pasado familiar “problemático” relatado con cariño y humor

Rodríguez reconoce que su mayor dificultad fue relatar “con cariño” un origen familiar “bastante problemático” porque en la relación de sus abuelos existía una “asimetría de poder inmensa”.

Para abordar ese pasado, opta por un alter ego novelesco para explorar “el proceso de cómo diablos escribir esa novela”, combinando dos dimensiones: el pasado familiar e histórico, que se ajusta a los recuerdos y la investigación realizada por el autor, y el presente, con una “maquinaria narrativa para hacer la historia más contemporánea y atractiva” donde “habita más la ficción”.

El resultado es una narración que oscila entre la épica doméstica y la observación histórica, un equilibrio entre lo personal y lo colectivo que también se refleja en la mirada crítica que lanza sobre el expolio amazónico.

“Esta revisión del horrible pasado del caucho, en el que se llegó a cometer genocidio, está vista con ojos del presente también”, denuncia el autor.

A pesar del dolor, ‘Mamita’ no se recrea en la tragedia, su prosa mantiene el ingenio incluso en medio del duelo ya que para el autor, el humor en sus obras “jamás es una decisión” sino “una hermosa condena”; porque en una novela “tan visceral”, considera que “sirve para atemperar y evitar caer en la cursilería”.

La escritura, para Rodríguez, es una forma de procesar lo inevitable y si ese gesto tiene un eco en el lector, tanto mejor, porque le permite pensar en cosas que no se plantea mientras vive el presente, pero cuando le dicen “había una vez una familia parecida a la tuya”, empieza “a prestar atención”, opina.

De una “bisabuela analfabeta” a “hijas cosmopolitas”

Durante el proceso de escritura, Rodríguez terminó desplazando la figura idealizada del abuelo para centrarse en las mujeres que lo rodearon, y explica que “comparar” a su “bisabuela analfabeta, cocinera de burgueses en la Amazonía”, con sus “tres hijas cosmopolitas, que jamás se imaginarían su vida ligada a casarse para sobrevivir” ha sido “muy impactante y gratificante”.

Ese recorrido íntimo no busca enjuiciar a nadie, y menos a su madre, porque cuando escribe sobre sus seres queridos busca que “no se sientan heridos” y que sepan que su “aproximación” siempre va a ser desde “la ternura”.

Por supuesto, su madre leyó la novela apenas tuvo listo el manuscrito, que mandó a imprimir con letra grande, y cuando terminó le dijo que “le había encantado y que la iba a leer dos veces”, relata.

Un regalo literario para compartir en familia

Rodríguez no ve ‘Mamita’ como un punto de quiebra, sino como una “continuación” de su literatura característica, “una de los afectos y de la épica doméstica”, asegura, aunque admite que esta novela dejó una marca en su trayectoria: la de una ofrenda.

“Parto de la premisa de que es un regalo para mi madre y, por extensión, para los lectores”, asegura, y como todo buen regalo, el autor espera que ‘Mamita’ provoque algo en quien lo reciba.

“Me encantaría que el lector llame a su mamá o a su papá para hacerle las preguntas que nunca les hizo. O, si no los tiene, que piense en el libro como un bonito consuelo”, concluye. 

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