
En una época donde la imagen es inmediatez, consumo y fugacidad, Juan Glasford propone detenerse. Hacer silencio. Mirar con atención. Su trabajo, profundamente anclado en la fotografía en blanco y negro, nace de una doble raíz: el arte y los derechos humanos. En 2025, su voz visual se presenta en dos exposiciones en la Ciudad de México: La Mirada Esencial, organizada por Leica, y El (Super)Mercado de lo Visible, una muestra crítica sobre la economía de la imagen.
Glasford no busca la espectacularidad, sino la resonancia. Nacido en la CDMX, con formación en Bard College (Nueva York), ha hecho del viaje por carretera —y por dentro de sí mismo— un método, una poética. Entre paisajes, desiertos, vitrinas urbanas y símbolos religiosos, sus imágenes capturan un tiempo que parece a punto de desvanecerse. Pero no lo hace. Queda ahí, suspendido, para ser habitado.
“El road trip no es solo un trayecto”, explica Glasford, “es una forma de aprendizaje”. En sus travesías por Estados Unidos y México, lo que aparece en sus fotos no es la anécdota turística ni el golpe de efecto: es la relación íntima entre el cuerpo que observa y el paisaje que se deja mirar.
La cámara que lo acompaña es también parte de esa relación. Leica —la legendaria marca que cumple cien años— ha sido su aliada durante más de tres. “Es resistente, discreta y rápida. Ideal para capturar lo que pasa sin llamar la atención”, dice. En La Mirada Esencial, Glasford exhibe junto a gigantes como Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa. La experiencia es un punto de inflexión para él. “Muchos de ellos fueron mis maestros, mis referencias. Estar ahí, entre sus obras, es como dialogar con quienes trazaron el mapa antes que tú.”
Pero no hay nostalgia en sus palabras. Más bien, agradecimiento. Y una especie de deuda con las imágenes: “cada una me ha permitido describir algo que de otro modo no sabría cómo decir. Les debo haberme enseñado a mirar”.

Contra el ruido, la pausa
Si La Mirada Esencial celebra la historia de la fotografía documental, El (Super)Mercado de lo Visible plantea una crítica: ¿cómo crear imágenes significativas en un mundo saturado de ellas? La propuesta de Glasford no es la negación ni el lamento, sino el replanteamiento. “Hoy más que nunca es necesario crear imágenes con intención. Imágenes que no impongan, que inviten.”
Sus fotografías no buscan dirigir la mirada del espectador, sino dejar que se pierda en ella. Como si la imagen no fuera una meta, sino un sendero. En esta exposición, curada por Julien Cuisset, Glasford seleccionó escenas urbanas, vitrinas cotidianas, signos religiosos. Algunas tomadas en Estados Unidos, otras en México. Todas con una carga simbólica profunda: la vida, la muerte, el bien y el mal que dialogan a través de metáforas visuales que no gritan, pero sí resuenan.
“La cruz, por ejemplo, puede ser símbolo de redención o de oscuridad, según el contexto”, reflexiona. “Yo crecí en Estados Unidos durante siete años. Allí empecé a ver cómo esos mismos símbolos podían adquirir matices muy distintos dependiendo de dónde los colocabas.”
Deudas, silencios y futuros
Glasford se reconoce dentro de una tradición documental humanista. Trabajó con la ONU y diversas ONGs en el Cuerno de África, donde registró zonas de conflicto y vulnerabilidad extrema. “No todo el mundo tiene acceso a ciertos lugares. Si puedo llevar la cámara ahí, la fotografía se convierte en una evidencia de lo vivido. Una herramienta de denuncia.”
Más que una necesidad estética, lo suyo es una necesidad ética. “La imagen también es un documento. Y como tal, genera memoria. Y si genera memoria, también puede generar justicia.”
Frente a las expectativas del mercado o del consumo digital, Glasford prefiere mantenerse fiel a una postura: “me identifico más con la imagen deuda que con la imagen crédito. No se trata de lo que la imagen me debe a mí, sino de lo que yo le debo a ella y a quienes aparecen en ella.”
Aunque reconoce que la tecnología ha sido clave —como herramienta y aliada—, insiste en que el contenido debe seguir siendo humano. “La humanidad cambia, sí, pero hay algo en común que nos une y nos sigue atravesando. Eso es lo que intento capturar.”
Lo que quiere, al final, es sencillo y poderoso: conectar. “Invitar al espectador a que genere una opinión, a que se haga preguntas nuevas, a que mire distinto. Para mí, eso es lo más bello de la fotografía.”
La Mirada Esencial y El (Super)Mercado de lo Visible muestran dos facetas de un mismo autor: el fotógrafo que viaja y documenta, y el artista que interpela. En ambas, Juan Glasford demuestra que aún es posible encontrar silencio en medio del ruido, profundidad en medio del exceso, y belleza en el tiempo que se detiene.