
Este miércoles, 30 de julio de 2025, se conmemoran 178 años del inicio de la Guerra Social Maya, conflicto que oficialmente culminó en 1901, con la toma de la ciudad sagrada de Noh Cah Santa Cruz Balam Nah, en el territorio que hoy ocupa el municipio de Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo, pero que, desde la óptica de diversos autores y de muchas comunidades de la entidad, sigue vivo, transformado en resistencia cultural.
Así lo considera la investigadora del Centro INAH Yucatán, Teresa Quiñones Vega, autora de Vida ritual del pueblo maya de Tihosuco (2024), novedad editorial recientemente publicada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La obra es resultado de 15 años de investigación, –posibilitada por el Programa Nacional de Etnografía de los Pueblos Indígenas de México, implementado por el instituto–, durante los cuales, la antropóloga obtuvo conocimiento de primera mano sobre la cultura viva de las y los residentes de Tihosuco.
Así, pudo saber acerca de la preocupación de los pobladores por mantener vivo el recuerdo de la también llamada Guerra de Castas, “quienes buscan que el hecho histórico no se olvide y permanezca en la memoria de las futuras generaciones”.
De allí, abunda, su negativa para restaurar la nave del Templo del Santo Niño Jesús, inmueble construido entre los siglos XVII y XVIII, el cual destaca por su fachada parcialmente colapsada, a causa, precisamente, de los primeros combates del citado enfrentamiento entre los mayas macehuales y el grupo hegemónico de criollos y mestizos, favorecido por las leyes y los gobiernos locales para controlar económica y políticamente a los indígenas.
A raíz de los enfrentamientos de mediados del siglo XIX, Tihosuco fue abandonado y permaneció así durante más de 70 años, a merced de la selva y las inclemencias climáticas. El pueblo comenzó a repoblarse a finales de la década de 1920, cuando su territorio ya pertenecía al territorio federal de Quintana Roo.
Sus nuevos fundadores, en su mayoría provenientes de las poblaciones cercanas del estado de Yucatán, ocuparon las casas que quedaron en pie y volvieron a darle uso religioso al semidestruido Templo y Convento del Santo Niño Jesús, que desde entonces es su emblema patrimonial y, en los últimos años, se ha convertido en un atractivo turístico, a partir de reconocimientos como la declaratoria presidencial que la localidad obtuvo, en 2019, como Zona de Monumentos Históricos.
De acuerdo con lo vertido por Quiñones Vega en su libro, el censo poblacional de 2020, levantado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, indica que, para ese año, en Tihosuco habitaban más de 5,000 personas, “número que, curiosamente, es similar al que tenía en 1847, antes de comenzar la lucha social”.
Al ahondar sobre el contenido de la publicación, la antropóloga comenta que se trata de una documentación profunda de las prácticas anuales, de tipo ritual y cultural, que hay la localidad alrededor de la milpa, en un sincretismo de raíces indígenas e influencias del catolicismo.
“A pesar de que la milpa ya no representa la actividad económica más importante en Tihosuco, sobre todo a partir de la década de 1970, por la migración hacia los grandes polos turísticos de Cancún y la Riviera Maya, el maíz y su ciclo agrícola aún sobresalen en la vida ritual de sus habitantes y en su vida cotidiana.
“Como cualquier pueblo, es una sociedad en constante cambio y con influencia externa, a través de los jóvenes que se van a trabajar al turismo, pero regresan al pueblo y apoyan a sus familias para que la vida ritual continúe”, finaliza la autora.
El libro Vida ritual del pueblo maya de Tihosuco puede adquirirse en la red de librerías del INAH.