Cultura

La novela gráfica de Keum Suk Gendry-Kim retrata la vida de Lee Ok-Sun, una de las miles de mujeres coreanas convertidas en esclavas sexuales del ejército japonés

“Hierba”, memoria de una herida abierta: patriarcado, prostitución y la vigencia de la violencia sexual

La obra Hierba (Reservoir Books, 2020) de la ilustradora surcoreana Keum Suk Gendry-Kim ha sido reconocida por medios internacionales como The New York Times, The Guardian y Los Angeles Times como uno de los cómics más relevantes del año, y ha recibido galardones como el Harvey Award y el Krause Essay Prize. Más allá de los premios, lo que convierte a esta novela gráfica en un referente indispensable es la crudeza con la que convierte en viñetas el testimonio de Lee Ok-Sun, superviviente de las llamadas “mujeres de consuelo”.

Protagonista (izquierda) autora (derecha) y portada del libro (Toma de pantalla)

El término —“mujeres de consuelo”— fue creado por el ejército imperial japonés como un eufemismo para encubrir lo que realmente era: un sistema de esclavitud sexual institucionalizado. Durante la Guerra del Pacífico, decenas de miles de mujeres coreanas, chinas y de otros territorios ocupados fueron secuestradas, engañadas o vendidas para servir como “prostitutas militares”. La historia de Lee Ok-Sun, reconstruida a partir de largas entrevistas en una residencia de ancianos, condensa esa violencia extrema: desde la infancia marcada por la pobreza y el abandono, hasta el secuestro, los abusos sexuales diarios por parte de 30 o 40 hombres, las enfermedades de transmisión sexual, la humillación, el hambre y la desposesión total de dignidad.

El valor de Hierba no está únicamente en recordar una tragedia del pasado, sino en mostrar cómo el patriarcado operó —y opera— como base de estas violencias. Desde niña, Lee fue excluida de la educación porque “era mujer”. Fue entregada como sirvienta a familias adoptivas bajo la promesa de una vida mejor. Es decir, antes de la esclavitud sexual ya existía un sistema que relegaba su vida a la servidumbre y al sacrificio, donde el cuerpo femenino era negociable y carecía de agencia.

La guerra exacerbó esas estructuras: el cuerpo de la mujer se convirtió en botín, en territorio de conquista y en “recurso” para mantener la moral de las tropas. Hierba revela así un capítulo de la historia donde el machismo no fue una práctica aislada, sino un engranaje legitimado por instituciones, ejércitos y gobiernos.

Uno de los puntos más incisivos de la obra es cómo conecta la esclavitud sexual del pasado con la prostitución del presente. Aunque hoy se condene socialmente, la prostitución continúa siendo un negocio sostenido por una enorme demanda masculina. La frase “sin clientes no hay trabajo” evidencia que el problema no recae solo en quienes son explotadas, sino en quienes consumen esos servicios.

Hierba (Toma de pantalla)

El caso de Lee desmonta la idea de la prostitución como “trabajo voluntario”: la mayoría de las mujeres llegan a esos escenarios desde la pobreza, la violencia intrafamiliar, el engaño o la coerción. El patriarcado normaliza que las mujeres sean proveedoras de placer y los hombres consumidores de sus cuerpos, perpetuando así un mercado que descansa en la desigualdad de género.

Pero Hierba también interpela a la sociedad actual: ¿qué tanto ha cambiado la posición de las mujeres en el mundo? Aunque los avances del feminismo han visibilizado y combatido múltiples violencias, los patrones de explotación continúan vigentes en la trata de personas, la prostitución forzada y la pornografía que se nutre del consumo masivo. El patriarcado ya no se sostiene con uniformes militares, pero sí con la indiferencia social, la normalización del deseo masculino por encima de la dignidad femenina y la impunidad.

Con un estilo gráfico sobrio, de trazos en blanco y negro, y diálogos mínimos, Keum Suk Gendry-Kim logra que el horror no necesite ser explícito: los silencios y las miradas cuentan lo que a veces las palabras no alcanzan a decir. La violencia sucede “entre líneas”, de manera que el lector debe enfrentarse al vacío, a lo innombrable.

Hierba no es solo un homenaje a Lee Ok-Sun y a todas las víctimas, sino una advertencia de que las estructuras que permitieron esa violencia no han desaparecido del todo. Leerla hoy es recordar que las mujeres siguen siendo tratadas como mercancía en diferentes contextos, y que la lucha contra el patriarcado y la explotación sexual no puede darse por concluida.

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