La escritora Mónica Rojas regresa al panorama literario con su más reciente novela, A la sombra de un árbol muerto, una obra que recorre casi un siglo de historia de mujeres marcadas por traumas, silencios y desigualdades, y que ya ha despertado la atención de reconocidas voces de la literatura mexicana contemporánea, como Liliana Blum. En entrevista con La Crónica de Hoy, Rojas compartió los detalles de su proceso creativo, sus influencias y la forma en que su vida como migrante en Suiza ha moldeado su escritura.

Cuando no está escribiendo, Mónica se define principalmente como madre de una hija de 15 años y esposa. Además, se considera una ávida lectora de escritoras contemporáneas, entre quienes destacan Cristina Rivera Garza, Liliana Blum y Samantha Schweblin. “Es una maravilla lo que se está escribiendo actualmente y me parece muy importante sumarme con esta novela a esas voces femeninas contemporáneas”, comentó. Para ella, la recomendación de Liliana Blum sobre su novela representó un reconocimiento invaluable: “Significó muchísimo que ella hablara de mi libro, porque representa una ruptura, una transgresión en la literatura”, destacó Rojas.
La experiencia de migrante ha influido profundamente en la narrativa de Rojas. Aunque reside en Suiza y convive con la lengua alemana en su vida diaria, su escritura permanece en español, conectada con México y con la memoria de su tierra natal. La autora describe este fenómeno como vivir en una “tercera nación”, donde confluyen cuerpo, memoria y territorio. “Escribo desde el cuerpo, desde todo lo que siento y sufro. Mis letras están allá mientras yo estoy aquí, y eso me permite crear un espacio simbólico donde se mezclan la migración, el desarrollo y la literatura”, afirmó.
El origen de A la sombra de un árbol muerto se encuentra íntimamente ligado a la memoria familiar. Rojas confiesa que la novela está impregnada en sus genes y en su cuerpo desde hace mucho tiempo, influida especialmente por su abuela materna, quien le transmitió vivencias, traumas, supersticiones y la manera de entender el mundo en una época marcada por la posrevolución y la Guerra Cristera. La autora utiliza estos recuerdos y los enriquece con elementos sensoriales, como la música, la comida y la cotidianidad de la época, para construir un relato que es tanto histórico como profundamente humano.
La novela es multigeneracional y sigue la vida de varias mujeres a lo largo de 90 años, explorando temas como la sumisión forzada, los silencios heredados y la violencia de una sociedad patriarcal. Rojas pone énfasis en cómo los traumas y los silencios de generaciones pasadas pueden seguir repercutiendo en las vidas contemporáneas. “La historia aborda cómo las mujeres viven el trauma, cómo se resignan al silencio y cómo la sociedad perpetúa ciertos patrones, aún en la actualidad”, explicó.
El proceso de escritura fue largo pero intenso y profundamente orgánico. Rojas comenzó a desarrollar la novela hace aproximadamente dos años y medio, después de publicar La Niña Polaca, y la idea estuvo latente durante mucho tiempo hasta que sintió que tenía las herramientas y la madurez literaria para contarla. Los personajes cobraron vida propia durante la escritura, dictando sus destinos y obligando a la autora a transformarse en un canal de sus voces. “Escribir esta novela fue como montarse en un caballo salvaje y dejar que los personajes me llevaran a donde ellos querían. Se sumaron mi abuela, mi bisabuela y otras mujeres que se fueron uniendo al viaje”, narró.
Rojas también dedicó tiempo a la investigación histórica, enfocándose en registros orales, gastronomía, música y supersticiones, más que en datos fríos. La novela recorre distintos territorios de México —como los altos de Jalisco, Celaya, Tlaxcala, Puebla y Ciudad de México— y aborda la vida cotidiana de la época, desde los buñuelos y el café de olla hasta las prácticas populares de la posrevolución y la guerra cristera. Esta investigación sensorial le permitió construir un mundo donde los detalles cotidianos adquieren un valor narrativo esencial.
Sobre la migración, la autora distingue entre la migración forzada y voluntaria, subrayando cómo estos fenómenos se reflejan en la historia y la literatura. “Juan y Magdalena deciden dejar su tierra por pobreza y búsqueda de oportunidades. Aunque la migración ha cambiado con el tiempo, el dolor de dejar la tierra y la identidad permanece”, explicó. Rojas también ha explorado la migración en libros dirigidos a la infancia, abordando estos fenómenos desde la ternura y el cuidado, reconociendo que los niños no eligen dejar su país y dependen de decisiones de los adultos.
El estilo narrativo de la novela combina la oralidad con un lenguaje sensible a la historia y a las tradiciones. Rojas decidió sumergirse en la narración desde adentro, dejando atrás la objetividad periodística que había caracterizado su escritura anterior. La oralidad, los registros de palabras y expresiones que están en peligro de desaparecer y la voz de los personajes, enriquecen el relato con una musicalidad que remite a la tradición narrativa mexicana.
La obra también dialoga con grandes referentes de la literatura: Rojas reconoce ecos de Elena Garro, Elena Poniatowska, Juan Rulfo y, de manera inconsciente, de Gabriel García Márquez en su construcción del realismo mágico, pero siempre desde su propia voz y perspectiva.
La autora espera que los lectores se lleven de su novela una reflexión sobre la memoria, los silencios heredados y la fuerza de las mujeres a lo largo de la historia. “Mi intención es que los lectores rompan con el pasado que nos lastima, piensen en él y comiencen a tejer los huecos que dejan los silencios forzados y la sumisión”, concluyó.
Mónica Rojas presentará su novela en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el 12 de diciembre, acompañada de Liliana Blum, y también en Monterrey y Ciudad de México, en eventos donde compartirá con el público su visión sobre la literatura, la migración y la memoria de las mujeres.