Hablar de miedo en la literatura y el cine no es un asunto menor. Existen dos corrientes principales que lo han moldeado durante siglos: el terror y el horror. Aunque muchas veces se usan como sinónimos, en realidad describen experiencias distintas que apelan a emociones específicas del lector o espectador.

El terror: lo real y lo racional
El terror se construye a partir de elementos tangibles, situaciones que pueden suceder en la vida cotidiana y que se convierten en amenazas reales: un asesino, un secuestro, la violencia en las calles, un animal venenoso. Este tipo de narrativa provoca un miedo racional, pues la causa es conocida y comprensible.
En la literatura contemporánea, el terror ha encontrado una de sus vertientes más poderosas en el llamado terror social. Aquí, las historias no apelan a criaturas fantásticas ni a fuerzas sobrenaturales, sino a las propias desigualdades y violencias que atraviesan nuestras sociedades. Autoras latinoamericanas como Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero y Fernanda Melchor han explorado con maestría esta dimensión, llevando al lector a enfrentarse con la crudeza de la violencia doméstica, la marginalidad, el crimen organizado o la corrupción institucional. El impacto no proviene de lo imposible, sino de lo cercano, de lo que podría ocurrir en cualquier calle o vecindario.
El horror: lo imaginario y lo irracional
Por otro lado, el horror se nutre de lo intangible, de aquello que surge del imaginario colectivo y que, por lo tanto, escapa a las explicaciones lógicas. Vampiros, fantasmas, extraterrestres, demonios o entidades cósmicas entran en este terreno. El horror despierta un miedo irracional, porque la amenaza proviene de lo desconocido y lo incomprensible.
Este género ha dado lugar a algunos de los autores más influyentes de la tradición literaria: H. P. Lovecraft, con su mitología de seres cósmicos que desafían la cordura humana; Edgar Allan Poe, maestro del gótico y lo macabro; y, en tiempos recientes, obras como “Carcoma” de Layla Martínez, que retoma la tradición de embrujos y presencias sobrenaturales para darle un nuevo aire a la narrativa de miedo.
Dos caras del mismo miedo
Si el terror nos recuerda que el peligro puede estar en la puerta de al lado, el horror nos confronta con lo inexplicable. Ambos géneros, sin embargo, comparten un mismo objetivo: llevarnos a los límites de nuestra percepción, hacernos sentir vulnerables y cuestionar aquello que creemos seguro.
En la actualidad, la combinación de ambos caminos está más presente que nunca. La literatura y el cine juegan con esa frontera difusa donde lo real y lo imaginario se entrelazan: una historia puede empezar con un hecho social reconocible y terminar en un despliegue sobrenatural, o viceversa.
Quizá por eso, tanto el terror como el horror siguen vigentes: porque más allá de las etiquetas, ambos nos recuerdan algo esencial —el miedo, en cualquiera de sus formas, sigue siendo una de las emociones más poderosas y universales que definen lo humano.