Desde niña, Daniela Rodríguez supo que quería contar historias. Primero pensó que sería escritora —porque, como dice entre risas, “eso era lo más lógico, especialmente siendo mujer en México”—, pero pronto descubrió que el cine reunía todo lo que amaba: la escritura, la música, la pintura y la fotografía.

“Veía los behind the scenes de las películas y se me prendió el foquito”, recuerda. “Por más que me encantaba escribir, me di cuenta de que hacer los mundos realidad por medio del cine, de una manera más tangible, era lo que realmente quería hacer en la vida”.
Con esa claridad, estudió la licenciatura en cine y posteriormente una especialidad. Hoy, tras años de esfuerzo y resiliencia, trabaja en consolidar su carrera como directora. “Nunca me desvié de querer ser cineasta, aunque hace 15 años era algo raro aquí en México”, comparte.
Hacer cine desde el Estado de México
A diferencia de muchos colegas que desarrollan su carrera en la capital, Daniela vive y trabaja en el Estado de México, una zona donde, lamenta, “no hay apoyos para el cine”.
“Todo está muy centralizado”, explica. “La mayoría de los fondos y las oportunidades están en la Ciudad de México. Para ir a la universidad me tomaba a veces dos horas de trayecto. Y como acá no hay programas de apoyo, me ha tocado ahorrar todo lo que puedo y apostar mis ahorros para hacer mis cortometrajes. Es literalmente un salto de fe”.
El cortometraje como escuela
Hasta ahora, Rodríguez se ha enfocado en el formato de cortometraje, tanto por su valor formativo como por los requisitos institucionales para acceder a fondos cinematográficos.
“Para que te den un fondo, muchas veces te piden al menos tres cortos dirigidos”, explica. “Y además, como director, no hay de otra: tienes que hacer tus propios proyectos. Es la manera de afinar tu visión y encontrar tu voz”.
Durante los últimos cinco años, ha trabajado en el desarrollo de su primer largometraje y, en paralelo, ha creado varios cortos, entre ellos “Viajeros”, un proyecto que le ha abierto nuevas puertas.
“Viajeros”: una historia de resiliencia bajo la carpa del circo
Inspirada en una etapa personal de incertidumbre profesional, Viajeros narra la historia de Miguel, un joven que desea dejar el circo para convertirse en corbatista, aunque su familia se opone. “Es una metáfora sobre creer en uno mismo, incluso cuando los demás te dicen que no puedes”, explica Daniela.

El cortometraje nació de una mezcla entre experiencias personales y fascinación por profesiones poco comunes. “Me interesa mucho explorar esos oficios que parecen extravagantes, como los del circo o un astronauta retirado. Creo que conecto con ellos porque, para mucha gente, decir que estudias cine también suena extravagante”, dice sonriendo.
Encontrar un circo real donde filmar fue uno de los mayores retos. “Los circos se mueven constantemente; algunos nos decían que sí y a los pocos días ya se habían ido. También tuvimos que adaptarnos a filmar con música de fondo o lluvia. Pero tuve un equipo maravilloso, de esos que te respaldan y resuelven los problemas sin que tú te enteres en el momento. Eso lo hizo posible.”
Actualmente, Viajeros se encuentra en proceso de distribución y comenzará su recorrido por festivales internacionales.
“Índigo”: su salto al largometraje
Mientras tanto, Daniela desarrolla su primer largometraje, Índigo, un proyecto que ha recibido apoyo del Programa Ibermedia, el Torino Film Lab en Italia y el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (2024), donde obtuvo el premio de apoyo a la filmación otorgado por Kodak Motion Picture.
Sinopsis:
Índigo, una niña de 10 años obsesionada con el espacio, sueña con abandonar la Tierra para escapar del caos en casa y el rechazo en la escuela. Su vida cambia cuando conoce a Lucas, un astronauta retirado de 80 años con quien entabla una amistad improbable. Juntos construyen un “portal intergaláctico” y descubren que las aventuras más grandes también ocurren en la Tierra.
El proyecto es producido por Diego Martínez Ulanosky y Livi Herrera, de Caponeto, compañía detrás de series como Soy tu fan y Desenfrenadas.
Un cine con alma y público
Daniela confiesa que le interesa crear historias familiares o infantiles, con mensajes que resuenen tanto en niños como en adultos. “No quiero que sean historias moralinas, pero sí que dejen algo”, explica. “Como Matilda o esas películas que podías ver con toda la familia, que también daban una enseñanza a los padres. En México casi no se hace cine familiar, y siento que puedo aportar un granito de arena en esa parte.”
Para ella, el público es esencial. “Como cineasta, no me sirve hacer una película si nadie la ve. Es importante que las historias lleguen y que la gente se conecte con ellas.”
Con una mezcla de sensibilidad, disciplina y tenacidad, Daniela Rodríguez representa a una nueva generación de cineastas mexicanas que están construyendo su camino desde la periferia, convencidas de que el arte también puede nacer lejos del centro.