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También descreo de los discursos que piensan que hay que dar a todos una consciencia como la humana, añade el físico y escritor

Agustín Fernández: Lo importante del ser humano es que tenga consciencia de que va a morir

Conferencia. Agustín Fernández Mallo y Naief Yehya ofrecieron la conferencia “Tecnología, Creatividad y Sociedad”. (Studio87.mx/FIL de Monterrey)

Que no existe consciencia de la muerte como un concepto de impermanencia en ningún otro ser vivo, más que en el ser humano, es la opinión que defiende el físico y escritor español Agustín Fernández Mallo, ante la audiencia de la Feria Internacional del Libro en Monterrey 2025.

Durante la conversación con el ingeniero y escritor Naief Yehya, sobre “Tecnología, Creatividad y Sociedad”, Agustín Fernández Mallo plantea que lo importante de saberse mortal es tener la conciencia de ello siempre y no solamente cuando se sabe que se va a morir o cuando está en peligro.

“El ser humano sabe que se va a morir desde la conciencia del ser humano. Y ahora mismo no estoy en peligro, pero yo sé que me voy a morir. Y eso es definitorio, porque eso es lo que crea la conciencia del tiempo en nuestra cabeza, la conciencia de un tiempo histórico. Yo estoy seguro de que otras conciencias en el mundo -la rata, la hormiga, el perro o lo que fuera- no tienen esa proyección”, comenta.

En el público, el escritor, zoólogo y naturalista Andrés Cota Hiriart frunce el entrecejo. Le pregunto a señas y voz baja si está de acuerdo.

-“¿Yo? No”, me contesta también en voz baja y con gestos que refuerzan sus palabras.

EL PONENTE CONTINÚA.

“También descreo de los discursos que piensan que hay que dar a todos una consciencia como la humana, pero es más antropocéntrico que nunca, porque estás diciendo que en realidad todos somos como nosotros, desde planta a este vaso a un perro, sigue siendo antropocéntrico”.

Para él, la paradoja es que el ser humano no puede nunca dejar de ser antropocéntrico, aunque quiera, “porque somos humanos y medimos todo por el cerebro humano. Y lo que hay ahí fuera, no tenemos ni idea de lo que hay. El cerebro humano nunca ha estado ahí fuera ni de picnic: recibe una serie de íconos y elabora. Todo lo que vemos es una simulación, una alucinación pactada”, agrega.

Su argumento es que la cultura atraviesa la mirada y no estamos capacitados para ver cosas que no hemos aprendido a ver, por lo que tendemos a relacionarlo con nuestra propia experiencia y así caemos en la paradoja del antropocentrismo.

Llegué a esta mesa con sed de contenido. A Naief Yehya nos lo encontramos un par de horas antes en la sala de prensa y se portó muy amable, nos invitó a verle.

Acaba de publicar un libro sobre la belleza con la editorial Alpha Decay, que no tengo todavía. Trae puesto un pin con la bandera palestina. Se sienta a platicar con nosotros y nos deja hojear su publicación. Mis compañeros de otros medios ya habían hecho entrevista con él, pero yo me comprometí, le dije ahí nos vemos en tus conferencias de esta tarde.

CORTE A…

“¿Hasta qué punto cuando una rata sabe que la van a matar está también viendo su muerte? ¿Es solamente un reflejo de escapar o atacar o hay, en ese momento, una visualización de la impermanencia de la vida?”, se cuestiona en voz alta Naief Yehya.

Casi al final de la ponencia en la que Agustín Fernández Mallo y él ahondaron sobre Inteligencia Artificial, consciencia y pensamiento científico, entre otros temas, hubo espacio para una pregunta.

Un señor de sombrero y barba, que también estuvo en la mesa previa, sobre criptoarte del escultor Miguel Peraza, se lanza a preguntar, a la vez que comenta extensivamente.

Mientras tanto, Andrés Cota Hiriart sale de la sala, arruinando mi plan de acercarme al terminar para preguntarle por qué no está de acuerdo.

Unos minutos después, en el salón 105 que la poeta mexicana Rocío Cerón califica de ser un salón emblemáticamente dedicado a la poesía en la FIL MTY, se realiza la mesa Tiempo y Poesía, donde presentan la “Antología poética México-Colombia. Un llamado invisible (1946-1996)”,

Principalmente, lo que une la poesía mexicana y la colombiana son los autores, que se han leído entre sí y encuentran resonancias. En la mesa también participan Elsa Cross, Tania Ganitski y José Díaz Castillo quienes comparten las lecturas y relaciones que han tenido o mantienen aún entre escritoras y escritores de ambos países.

“Ahí están los vínculos nombrados”, dice Rocío Cerón, luego pide a cada autor que lea un poema del libro.

Justo cuando Elisa Díaz Castello está por leer uno sobre su abuela, de quien quisiera haber heredado las ganas de vivir, llega Andrés Cota H.

La poeta lo ubica y lo saluda brevemente, antes de proceder a recitar su poema.

Una vez más, a la hora de las preguntas (que no llegaron con prontitud así que fueron sustituidas con una lectura de poemas breves por parte de cada ponente) el autor de “El ajolote. Biología del anfibio más sobresaliente del mundo” (Elefanta 2da ed. 2022), “Madame Cuc, la dueña del paraíso” (Elefanta 2023) y “Cabeza Ajena” (Moho 2017) (entre otros textos) sale corriendo.

Esta vez sí sé a dónde fue. En uno de los auditorios que se encuentran en el segundo piso, Andrés Cota Hiriart y Naief Yehya presentan se preparan para hablar de otros horizontes de la escritura, “Hongos y parásitos: escribir la naturaleza”.

“Naief es ingeniero, narrador, crítico cultural y pornógrafo”, introduce una joven, claramente desprevenida, quien hace de presentadora inicial y se traba un poco, ahoga una risita nerviosa.

“Andrés Cota, zoólogo, naturalista y escritor mexicano. Estudió biología en la Universidad Nacional Autónoma de México y obtuvo un máster en comunicación de la ciencia en el Imperial College de Londres”, presenta.

Tras la mención de títulos de obras publicadas, estudios realizados y etiquetas que se les han atribuido, los escritores inician diálogo y abordan la evolución cognitiva, el uso de sustancias que alteran las funciones cerebrales, un hongo que zombifica hormigas y la posible relación entre parasitismo y disolución del ego, entre otros temas relacionados con la inspiración de quienes escriben sobre la naturaleza.

-¿La “disolución del ego” es un término que se puede aplicar para el parasitismo?

“Hay algo como de disolución del ego a otro nivel, porque pues se detecta en otra persona, en una patología mental de ese tipo y si el desencadenante fue un parásito por ahí… No necesariamente lo diría en esas palabras, pero pues está ahí cercano”, dice el zoólogo e invita a leer su más reciente publicación donde aborda el tema.

Por su parte, el ingeniero autor de “El planeta de los hongos” (Anagrama, 2024) responde que en términos de un psicodélico que disuelve el ego temporalmente, en otro tipo de relación completamente (distinta al parasitismo) se atrevería a plantearlo atrevida y metafóricamente:

“También podemos pensar en este parásito que es la psilocibina, que tiene una función liberadora, esclarecedora, reveladora o terrorífica al momento de disolver el ego y devolverte, permitirte volver a ti… no sé si sea una respuesta”, añade.

BUENO Y ENTONCES

La conferencia termina, es una de las últimas actividades del día. Finalmente me acerco con Andrés Cota Hiriart y le pregunto su opinión sobre el “antropocentrismo ineludible”.

“Para nada estoy de acuerdo, en lo más mínimo. Con lo que decía Naief, más o menos sí…”, comienza a responderme mientras salimos del auditorio hacia la mesa de firma de libros.

Sobre el antropocentrismo como enfoque ineludible del ser humano está dispuesto a conceder que no se puede escapar de la condición humana.

“Puedes jugar a especular. Hay que tener cuidado con antropomorfizar de más, que era la palabra que él quería decir aunque decía antropocentrismo, pero antropomorfismo es dotar de cualidades humanas a otros seres y tampoco hay que caer en el antropo-negacionismo, que dice que sólo yo tengo esa experiencia”, elabora.

“La experiencia humana es parte de un continuo de experiencias, como pasa todo en la evolución, y ha de haber un montón de experiencias similares: yo creo que los cetáceos, los primates, a lo mejor los mamíferos, tienen experiencias similares mentales”, continúa.

Evidentemente, el zoólogo, naturalista y escritor asume que existen diferencias entre ellos y con nosotros, pero destaca que todo es parte de un continuo, “no es un invento diferente al resto, ni superior, ni nada así”.

Lo que él le quería decir al ponente Agustín Fernández Mallo -“pero el señor que traía como 80 preguntas se comió todo y no nos dejó hablar”- es que en realidad pronto vamos a poder preguntar directamente estas cosas a los animales, quizás a una ballena.

“Si deberíamos hacerlo o no, yo creo que no, pero pronto se va a decodificar el lenguaje cetáceo y se va a poder … ya se está, hay muchos casos de comunicación interespecie: dices este sonido parece que es el nombre de este de este güey, le pones el sonido y viene”, indica.

A partir de estas observaciones, científicos van dando con distintos sonidos que están relacionados con distintas actividades y miembros de grupos cetáceos.

“Ahora pues dales una inteligencia artificial y ya está eso echado a andar. Pronto les podremos preguntar: oigan, ¿ustedes también inventan cosas?”, sonríe.

-Y ¿por qué dices que no deberíamos preguntarles?

“Pues porque no está chido, quién sabe qué les estás diciendo. Que codifiques un lenguaje no quiere decir que sepas exactamente qué estás diciendo y qué efecto va a tener, a lo mejor las ballenas no quieren que les estés hablando. Mejor escucharlas, eso sí”, responde mientras se encoge de hombros y comienza a firmar ejemplares de su reciente publicación “Fieras Interiores” (Penguin Random House, 2025).

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