
En el Festival Internacional de Cine de Morelia, conseguir boletos para todas las películas que te gustaría ver, puede ser un reto. La dinámica funciona de la siguiente manera: vía Cinépolis (en taquilla y en la aplicación) se pueden adquirir las entradas a las funciones y en algunos de los teatros donde también habrá proyecciones, la compra es directa.
Los boletos no están disponibles desde el día uno; a las 10 de la mañana 48 horas antes de cada función sale a la venta y en el caso de la mayoría de las películas las entradas se terminan muy rápido.
En mi caso, como prensa, mi acreditación solo me permite comprar en taquilla por lo que los primeros tres días las funciones a las que asistí estuvieron regidas por los boletos que sobraban cuando llegué a Morelia.
Fue así como termine viendo la película de Noruega : Dreams (Sex Love), dirigida por el cinesta Dag Johan Haugerud. Vagamente recordaba haberla visto anunciada una de las múltiples veces que revise la programación. Esa primera impresión no me había llamado mucho la atención, pero no tenía nada que perder.
Durante los créditos finales estaba satisfecha de haber tomado esa decisión, aún cuando al director no lo conocía, las actrices por igual eran desconocidas para mí; también ignoraba el hecho de que la cinta formaba parte de una trilogía.
De este dato interesante me enterré hasta que después de salir de la función de la película que había escogido un poco al azar, me dio por ahondar de su existencia.
Al inicio no hacia sentido para mi que Dreams (Sex Love) no fuera una producción aparte, nunca sentí que me estaba faltando algún pedazo de información para entender la historia que se desarrolla en la pantalla grande. Mi confusión, fue aclarada cuando al continuar investigando, comprendí que se trataba de una trilogía de antología. Es decir existe algún punto en común que se explora a lo largo de las tres películas y puede que en mi ignorancia exista una conexión mayor que no logró ver, pero que funcionan bien como producciones separadas.
Dreams (Sex Love), sigue la historia de Johanne una chica de 17 años que se enamora de su maestra de francés y lo plasma en silencio por medio de un libro en el que escribe todos sus emociones. La maestra nunca le corresponde el amor, pero cuando la mamá y la abuela de la protagonista leen el libro primero creen que sufrió un abuso, pero terminan entendiendo que no paso nada. El libro solo fue una forma de documentar su primer enamoramiento.
Con una voz en off Johanne, va llevando al espectador por lo que se puede llegar a sentir como si solo se tuviera un punto de vista de la situación, lo que me imagino que era el objetivo. Pero casi al final, cuando la mamá de Johanne, se sienta a hablar con la maestra, se rompe una tensión que inteligentemente se había ido construyendo durante toda la película. En la conclusión de la cinta, el tema central (el amor), ya paso tanto por la protagonista, como por su mamá, su abuela y la maestra. Se utiliza este tema universal para ir entrelazando poco a poco a todos los personajes. Y va más allá de solo el amor romántico, también se manifiesta el amor entre madre e hija de diferentes generaciones.
Me quedó con las ganas de ver las otras dos películas, no solo con una expectativa, sino para igualmente intentar comprender la movida artística de presentar estas historias en el formato de una trilogía.