
La utopía aún la podemos concebir como ese afrodisiaco del cambio y un género de la esperanza, aunque a lo largo de la historia, en algunas ocasiones, llegó a callejones sin salida y generó grandes tragedias, señala el escritor Armando González Torres.
Al hablar de su reciento libro “Jardines en el cielo”, el también poeta y académico realiza una revisión de las utopías a lo largo de la historia, así como de las y los utopistas más entrañables, más pintorescos, para ofrecer al lector una mirada de su encarnamiento en la historia humana.
“Jardines en el cielo” es un texto que toca el tema más deseado y, al mismo tiempo, el más denostado por algunos grupos.
Sí, en las últimas décadas la utopía adquirió muy mala prensa y creo que injustamente se le culpa de todos los fracasos que tuvieron una serie de proyectos políticos, de ideologías y credos que se arroparon en su nombre. En este libro, hago un repaso parcial y breve, porque el mundo de la creación utópica es prácticamente inabarcable y hay toda una industria académica en torno al tema. Y es un texto en el que menciono algunas de las utopías que me parecen más significativas y sus gemelas, las distopías y, sobre todo, a las y los utopistas más entrañables, más pintorescos.

En este punto, te pregunto: ¿la utopía será el tema más transformador, y más provocador ante lo establecido?
Estoy de acuerdo contigo y por esto trato de darle su lugar a la utopía, de justipreciarla como un afrodisiaco del cambio, como un género de la esperanza, un género que representa esa facultad humana de pensar en términos hipotéticos, de orientarse al futuro, de rebasar las respuestas instintivas, las gratificaciones inmediatas, las motivaciones meramente personales de corto plazo y codiciosas.
Si bien la utopía arribo a callejones sin salida y generó tragedias históricas, también fue venero de algunas de las ideas más nobles de la humanidad que dejan muchas herencias, muchos de los derechos establecidos en la vida moderna fueron plasmados por primera vez en las utopías.
Por ejemplo, la libertad religiosa, sabemos que paradójicamente Tomás Moro muere por su fe, pero en su utopía había libertad religiosa, había una relativa equidad de género, es decir: una serie de libertades, de propuestas de organización económica, de propuestas de organización social, de derechos humanos, de libertades individuales de género, estas que ahora todos gozamos, pero que en un principio fueron consideradas como absolutamente irrealistas, inviables y solamente se reservaban para estos géneros que eran considerados una suerte de divertimiento literario, excéntrico, eso eran las utopías.
¿Las utopías fracasan o llegan a callejones sin salidas o es el actuar de los hombres que no sabemos darle el momento distópico para enmendar errores?
Creo que muchas de las utopías, por supuesto, tienen una fe enorme en la perfectibilidad de lo humano. En muchas de estas se piensa en una capacidad de enorme de progreso económico, tecnológico y también de un mejoramiento de las competencias humanas, de la longevidad.
Por esto, dentro del género de la utopía hay algunas muy desbordadas, y hay otras que son mucho más mesuradas, con respecto a la capacidad humana.
Pensaría en utopías como la de Tomás Moro, que es una sociedad austera, donde hay reglas simples de convivencia, y pensaría en otra utopía nacida en el Renacimiento, que es la de Francis Bacon, que es una utopía que apuesta por un progreso ilimitado.
Y precisamente para los lectores de utopías, para quienes piensan de alguna manera plasmar trozos, episodios del pensamiento utópico en la vida social, es muy importante tener este sentido de las proporciones y de realismo. Un equilibrio analítico para ver qué es lo posible humanamente.
Sin duda, todas las utopías buscan solucionar problemas esenciales como son la escasez de alimentos o recursos, la gobernabilidad e incluso otros temas mucho más personales, como la soledad, por ejemplo. Sin embargo, también hay muchas variantes y matices en las formas en que estas soluciones se proponen y estos cambios se dan en la función que ejerce la utopía a lo largo del tiempo. Por ejemplo, las utopías renacentistas eran simples juegos literarios, eran formas en que sus autores podían plasmar algunas ideas, algunas críticas a su tiempo, sin que estuvieran expuestos a la censura o al castigo, porque era un juego literario, algo así como un elogio a la locura, los delirios de estos seres que de repente decían la verdad. Posteriormente, la utopía en el siglo XIX, se vuelve una propuesta social más concreta.
Se puede citar a Charles Fourier que, aunque muchas de sus ideas son un tanto delirantes, aspiraba a que se aplicaran.
¿Por qué consideras que se ha desvirtuado tanto la utopía? Hoy hasta te dicen en tono de burla que eres utópico.
Sí, ya es un término peyorativo en muchos sentidos. A partir del fracaso de utopías políticas como el socialismo se dio un descrédito con las grandes utopías y hay un cada vez un mayor escepticismo hacia los grandes proyectos de cambio social, de ingeniería social, de cambio humano, de perfectibilidad humana, lo cual no me parece malo. Pero creo que eso no implica descalificar el gran potencial de cambio que tiene la utopía, el pensar más allá del cubo de la realidad.
Precisamente este recuento literario es un poco leer este género con mayores matices, reconocer sus aportes y reconocer los excesos a los que puede conducir una creencia excesiva en la utopía.
Ese es el papel de la distopía, frente a estos excesos de credulidad en la perfección humana, que en ocasiones detentan algunas utopías, la distopía lo que hace es exaltar el defecto, exaltar el azar y poner atención en las posibilidades de tragedia que pueden devenir en cualquier proyecto desproporcionado.
PRESENTACIÓN
“Jardines en el cielo” se presenta este 30 de octubre a las 7 de la noche en la Casa Universitaria del Libro, en la colonia Roma. Acompañan al autor la escritora Elena Enríquez, el escritor y editor José Luis Martínez y el escritor y periodista Héctor de Mauleón.