A sus palabras las guía un recorrido vital e intelectual que comienza en República Dominicana, entre los sectores populares donde creció, y que desemboca en un pensamiento crítico que ha marcado a generaciones de feministas latinoamericanas. Yuderkys Espinosa, una de las voces fundamentales del feminismo descolonial, reconstruye en esta conversación ese tránsito que la llevó a romper con el feminismo hegemónico —blanco, eurocentrado, institucionalizado— que encontró en la universidad en los años noventa.
Su llegada al feminismo fue también su entrada a la política. Primero desde el lesbianismo feminista y los pequeños círculos de militancia en su país; después, desde una crítica aguda al clasismo, la tecnocracia de género y las alianzas entre movimientos feministas y las políticas neoliberales que marcaron la década. Aun así, confiesa, durante largo tiempo sostenía una noción homogénea de “las mujeres” y compartía la idea de una opresión común regida por el patriarcado, sin distinguir diferencias históricas y estructurales más profundas.
El viaje cambia de forma radical cuando migra a Argentina. Allí, en espacios feministas supuestamente contrahegemónicos, descubre el racismo que la atravesaba y que no había podido nombrar: ser una mujer negra caribeña, considerada un cuerpo para el deseo, sin legitimidad para pensar o producir conocimiento. Ese desgarro la llevó a buscar otras narrativas y otras genealogías: el feminismo negro y de color de Estados Unidos, el pensamiento postcolonial del sur global y más tarde, el diálogo decisivo con la filósofa María Lugones, a quien reconoce como maestra y aliada en un camino de “no retorno”.
Ese tránsito profundo queda recogido en De por qué es necesario un feminismo descolonial, un libro que compila alrededor de 17 años de ensayos. Espinosa explica que la edición actual funciona como un cierre: la transición ya ocurrió y la crítica al feminismo —sus límites epistémicos, raciales y políticos— está formulada. Los textos dialogan entre sí mostrando esa evolución: desde cuestionar la colonialidad de la razón feminista y la academia, hasta situarse en otro horizonte político.
Hoy, dice, se mueve en un pensamiento orientado a la producción de mundo y comunidad, más allá del giro descolonial, que permitió la crítica pero no la salida. En su búsqueda reciente ha dialogado con pueblos y paradigmas que resisten la ontología moderna, que imaginan formas relacionales de existencia donde humano y no humano coexisten en una unidad de sentido. Allí, afirma, encuentra esperanza, en un momento donde los diagnósticos globales anuncian catástrofes: “hay una persistencia de la vida”, una apuesta por lo común que trasciende los marcos del feminismo institucional.
La conversación termina con la misma intensidad con la que empezó: con la certeza de que este libro marca el cierre de un ciclo y la apertura de otro. Yuderkys Espinosa continúa su viaje, ya fuera del “gueto feminista”, pensando desde otros territorios posibles.