Cultura

Analizan los nexos entre la comida y política en la AML

Aurelio González,  filólogo y especialista en literatura medieval y novohispana, que leerá su ensayo “Buen provecho presidente”, el próximo 25 de noviembre a las 13:00 horas 

conferencia

Aurelio González hablará la relación entre comida y política.

Aurelio González hablará la relación entre comida y política.

En su última comida, antes de morir, Benito Juárez pidió una sopa de tallarines, carne con chile y una curiosa mezcla: vino de Burdeos y pulque. Él no estaba pensando en un simbolismo de integración, era una comida privada, sin embargo, la comida tiene un valor simbólico y como tal puede ser decodificada en muchas vertientes, incluso ideológicas: “Primero tenemos que distinguir que una es la vida cotidiana y otra es la vida ceremonial, conmemorativa, espectacular. Una boda, o un bautizo, requieren comida especial y un ámbito particular. Cuando el gobierno o un representante da comida, esto tiene valor simbólico”, explica Aurelio González, ingeniero químico, filólogo especialista en literatura medieval y novohispana y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (AML).

En conversación con Crónica, el académico comenta que leerá su ensayo “Buen provecho presidente”, el próximo 25 de noviembre a las 13:00 horas, en el marco del ciclo Lecturas estatutarias de la Academia Mexicana de la Lengua, que se transmitirá desde Facebook y el canal de Youtube de la AML.

En esta ocasión, Aurelio González hablará la relación entre comida y política; de cómo influyen los contextos históricos y los propósitos sociales en la elección de los platillos a ofrecer en recepciones presidenciales o de alto rango; de cómo la gastronomía proyecta un estatus social y valores culturales e ideológicos.

Señala que la comida servida en un espacio simbólico – como la Casa Blanca-, se vuelve simbólica a su vez, así como la comida que se ofrece a un dignatario de visita. “Si viene de Europa oriental es difícil que le des maíz porque allá es comida para vacas. El extranjero se la va a comer porque es su obligación, pero tratas de mostrar algo en representación. Por ejemplo, en la comida que dio Obama a Calderón en la Casa Blanca se dieron vinos de California, pero los viticultores de esos vinos eran todos emigrados mexicanos. Una comida tiene un valor simbólico, nos habla de una idea que estás intentando mostrar”, ahonda.

Para profundizar en los signos del menú mexicano, González hará un recorrido que abarca siglo y medio de comidas organizadas en Palacio Nacional, el Castillo de Chapultepec, Los Pinos, y más allá de nuestras fronteras: desde el filete de lenguado a la holandesa y las costillas con espárragos, ofrecidos por Maximiliano de Habsburgo, hasta los huevos fritos con arroz y salsas de los que gustaba Benito Juárez.

“Se van viendo el afrancesamiento de la época de Don Porfirio Díaz al mismo tiempo que la inclusión de platos que tenían que ver con la realidad –ficticia o no- nacional. Si piensas en los banquetes que se organizaban para él, se podía hablar de salmón fresco del Rhin –lo de ‘fresco’ es lo que no me creo; por otra parte, cuando Maximiliano hace sus comidas, en Chapultepec, ofrece de postre crema de perones, y creo fruta más populachera no hay”, ejemplifica.