
“La muerte es parte de un ciclo, de una dinámica porque muere quien ha vivido y si vives vas a morir. En ese sentido, todos vamos a morir: animales, vegetales, y microorganismos; la diferencia es que nosotros somos conscientes de ello”, comenta Armando Bartra, a propósito de su libro “Exceso de muerte. De la peste de Atenas a la COVID-19”.
El autor y filósofo señala que la idea de muerte nos da una consciencia sobre cómo evitar la muerte y a veces en ignorarla.
“La muerte nos provoca una angustia que sin duda no padecen los animales. Esa angustia hace que nos escondemos de la muerte, tratando de no morir, es decir: vivir sanamente y tratar de curarnos. A veces esconderse en la muerte es tratar de ignorar la muerte, vivir como si fuéramos inmortales, dejar a la muerte debajo del colchón o la alfombra, no conversarla, no enfrentarla, algo que tratamos de olvidar”, indica.
Bartra expresa que muchas personas miran a la muerte no como un efecto sino como una posibilidad.
“Existe el suicidio y el planear cómo queremos morir, esto significa que vivimos la muerte de manera más intensa que otros seres que también morirán y por eso tenemos la reacción de tratar de ocultarla, de evadirla, en la vida cotidiana pasamos esquivando la muerte, no tratando de no morir sino tratando de pensar en que no nos vamos a morir”, expresa.
Sin embargo, cuando llega una pandemia es inevitable guardar la muerte en un clóset y no seguir pensando en ella, añade el autor.
Un término que utiliza Armando Bartra en su libro para referirse a la actualidad es la Gran Crisis que no sólo fue provocada por la COVID-19.
“Estoy utilizando una referencia a otros eventos que fueron llamados grandes, la gran peste en Londres que en ese momento era una epidemia inusitada que golpeaba la gran capital del mundo, después se habló de la Gran Guerra porque era la primera mundial, la Gran Depresión en 1929 que fue un estancamiento y retroceso de la economía…creo que ahora podemos hablar de la Gran Crisis”, indica.
El filósofo y catedrático indica que no es sólo la COVID-19 sino el calentamiento global, la recesión económica de la que no podemos poder salir desde 2009, los conflictos bélicos y las migraciones masivas.
“Estamos viviendo un colapso en cámara lenta, que puede durar décadas. Se está colapsando ese mundo que habíamos construido y que creíamos que era eterno, ahora vamos viendo que no, que los cimientos crujen y que nuestro mundo ordenado está en crisis, que se agudizó con la pandemia”, afirma.
La pandemia por el virus SARS-CoV-2 al igual que todas las enfermedades que se extienden llueven sobre mojado, es decir, no irrumpe la enfermedad ni la muerte en situaciones equilibradas y justas sino que la amenaza de muerte de enfermedad irrumpe sobre sociedades desigualdades, polarizadas, desgarradas, agrega.
“Es una enfermedad sanitaria que irrumpe sobre una enfermedad social y agudiza los problemas que ya estaban: los pobres se vuelven más pobres, la doble jornada de las mujeres se vuelven triples jornadas, los países que eran países pobres ahora lo son más”, expresa.
Bartra hace un llamado de atención a no seguir viviendo en un mundo donde la enfermedad mata a quienes viven en sociedades injustas y no por la enfermedad en sí. “Todos estamos susceptibles a morir pero no es justo que mueran más cantidad de personas porque son pobres, porque no tienen la capacidad de comprar medicinas y porque simplemente están marginados”.
El autor también lamenta que en el mundo existan enfermedades más visibles que otras, no por su gravedad, porque maten a más gente o porque duelan menos.
“Simplemente porque atacan sectores de la población y regiones del mundo que no están a la vista y que no nos importan tanto, que no miramos de frente. Si mueren blancos, protestantes y nacidos en Estados Unidos es un escándalo, pero si mueren africanos o asiáticos es menos importante”, señala.
ENFERMEDADES Y PRECARIEDAD
Una de las enfermedades que Bartra aborda en su libro es el SIDA que ha atacado a la población africana.
“Han sufrido muchísimo más que el resto del mundo porque no tienen la posibilidad de detectar qué padecen esa enfermedad asintomática y si lo hacen no pueden controlar la enfermedad, entonces los lleva a una muerte inevitable. Otros países y otras poblaciones pueden evitar el deterioro del sistema autoinmune. El virus del SIDA no mata en una semana o mes, quizá en cinco años y te coloca en una situación de precariedad ante la amenaza de otras enfermedades”, indica.
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