Cultura
Escafandra - Benjamín Barajas

Centenario de don Pablo González Casanova

Don Pablo González Cazanova es la figura más admirada y respetada del Colegio de Ciencias y Humanidades, es un referente de nuestra vida institucional y ha sido, durante 51 años, la única persona capaz de generar el consenso y la unidad necesarias, en medio de la intensidad de las pasiones que nos caracterizan y que, a veces, parecieran una seña de identidad de la comunidad cecehachera.

Don Pablo no sólo fue el fundador protocolario de nuestro sistema de bachillerato, también ha sido el líder académico que contribuyó a delinear su Modelo Educativo, con base en un conjunto de principios y valores que siguen vigentes, ahora más que nunca, en que el sistema educativo presencial está migrando a una modalidad híbrida a nivel mundial.

Pablo González Casanova en el homenaje que le rindió la UNAM por sus 100 años de vida.

Pablo González Casanova en el homenaje que le rindió la UNAM por sus 100 años de vida.

UNAM

Desde los años cincuenta del siglo pasado, don Pablo imaginó un sistema de bachillerato donde la cátedra tradicional transitara a una democracia escolar, entendida como participación y diálogo de profesores y alumnos en torno a los contenidos de aprendizaje; la adquisición de una cultura media o básica; la disminución del número de materias y de horas de estudio en los salones de clase y el desarrollo de la interdisciplina.

Y casi veinte años después, cuando don Pablo asumió la rectoría de la UNAM, en su discurso de toma de protesta reafirmó sus convicciones respecto a una escuela cuyo centro fuera la juventud, donde “los profesores y estudiantes convivan y dialoguen” de manera permanente porque, nos decía, “el verdadero profesor es aquel que sigue estudiando y el verdadero estudiante es aquel que también aprende a enseñar.”

Y en poco menos de un año, el 26 de enero de 1971, el Consejo Universitario aprobó el proyecto de creación del Colegio de Ciencias y Humanidades y dos meses después, el 12 de abril, abrieron sus puertas los primeros tres planteles con 15,000 alumnos. El tiempo récord con que se impulsó la creación del CCH es el resultado de la voluntad inquebrantable de nuestro exrector, como lo expresó el ingeniero Alfonso Bernal Sahagún, primer coordinador del Colegio, a quien le tocó hacerse cargo de los trabajos de infraestructura.

Asimismo, acompañaron a don Pablo, en este proyecto, un selecto grupo de ilustres universitarios, entre ellos su hermano Henrique y los doctores Víctor Flores Olea, Guillermo Soberón Acevedo, Rubén Bonifaz Nuño, Juan Manuel Lozano Mejía, José Herrán Arellano, Ricardo Guerra Tejeda y Roger Díaz de Cossío, quienes suscribieron el Modelo Educativo del Colegio que, originalmente se sintetiza en el aprender a aprender, y el mapa curricular quedó vinculado por el estudio y aplicación de dos métodos (el Científico experimental y el histórico-Social) y dos lenguajes (español y matemáticas).

Para don Pablo, el Colegio de Ciencias y Humanidades no implica una separación sino la unión de las humanidades y las Ciencias, lo cual se logrará mediante el trabajo con los temas transversales y la interdisciplina, por eso el ideal, nos dice, es que “el estudiante sepa leer y escribir en el sentido más profundo de la palabra” y que adquiera una cultura media de las disciplinas más importantes para continuar, si lo desea, con sus estudios superiores.

Visionario

Benjamín Barajas
Vislumbró una escuela -CCH- cuyo centro fuera la juventud, donde “los profesores y estudiantes convivan y dialoguen” de manera permanenteBenjamín Barajas

La creación del CCH también implicó, para don Pablo, una visión de la juventud y un propósito de favorecer su tránsito hacia la edad adulta. En este sentido, su mensaje para ellos ha sido de esperanza y de acompañamiento. Así lo dice en su toma de protesta como Rector: “los jóvenes que pierden la esperanza perderán la juventud, y los adultos que no veamos en los jóvenes la esperanza de una humanidad mejor, perderemos el último residuo de nuestra humanidad.” Tiempo después, en “Un mensaje a la juventud” reconoce en los jóvenes una nueva fuerza de la historia universal, pero estos jóvenes tienen que estudiar y aprender para ganar; su ideal de joven es aquel que aprende, reflexiona y actúa, más allá de los dogmatismos.

En este mensaje don Pablo se dirige a los profesores y alumnos del CCH y nuevamente les recuerda que “la educación propia y de los demás es una lucha actual por el aprender a aprender a pensar, a leer y escribir, a razonar, a recodar, a experimentar y a practicar; lo que implica el desarrollo del pensamiento crítico, reflexivo y creador, un amor a la lectura de la poesía y la narrativa, un acercamiento a las ciencias de la historia y de la sociedad, un conocimiento de las matemáticas, como lenguaje para razonar y hacer ciencias, un conocimiento de las ciencias experimentales y de la práctica de las utopías, así como una práctica de los oficios manuales y de los deportes…”; lo cual es una versión actualizada del Modelo Educativo del Colegio.

Para don Pablo González Casanova la educación tiene un componente liberador, tal y como la concebía el brasileño Paulo Freire, pues hay que preparar a la juventud para entender el mundo y también para cambiarlo, y de la misma manera influyeron en él las propuestas del francés Celestin Freinet respecto a la imprenta escolar y la escritura como un medio para reforzar los vínculos comunitarios.

Para concluir, hay que agradecer a don Pablo su importante apoyo en la creación de nuestro subsistema de bachillerato universitario, por cuyas aulas han transitado un poco más 1’140,000 alumnos, sin contar los que corresponden a las 82 escuelas incorporadas. También se debe recordar que en la reforma del bachillerato nacional, emprendida por el subsecretario de educación, Juan Pablo Arroyo, se contempla el aprender a aprender como el eje principal de estos cambios. Asimismo, debemos subrayar que nuestros egresados recuerdan al CCH porque les enseñó a leer y a escribir; a pensar, a investigar, a argumentar y a tener una postura crítica y, sobre todo, recuerdan que el CCH los enseñó a vivir la libertad con la responsabilidad, y una escuela que propicia la libertad y la responsabilidad es de las mejores del mundo. Esta enorme utopía, en permanente transformación, se la debemos a don Pablo González Casanova, por eso lo celebramos en su primer centenario de vida.