Cultura

Christopher Domínguez Michael encarna, más que cualquiera, la figura del crítico literario: Fabrizio Cossalter

Se presentó de forma híbrida el segundo tomo de Ensayos reunidos. 1983-2012.  Es “el hábil dueño del difícil arte de la conversación entre los vivos y los muertos, entre el pasado y el presente”, añadió 

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Fabrizio Cossalter, Christopher Domínguez Michael y de forma remota el crítico italiano Filippo La Porta.

Fabrizio Cossalter, Christopher Domínguez Michael y de forma remota el crítico italiano Filippo La Porta.

Colnal

Para el editor y ensayista italiano Fabrizio Cossalter, Christopher Domínguez Michael, el miembro de El Colegio Nacional, “encarna, más que cualquiera, al menos en México, la figura del crítico literario, cuyos rasgos y cuya esencia en él son no nada más desde una fisonomía y una identidad profunda, sino incluso —si se me permita la palabra—, una biología”.

Al presentar el segundo tomo del volumen Ensayos reunidos. 1983-2012, en la que también participó de forma remota el crítico italiano Filippo La Porta, Cossalter aseguró que el crítico mexicano bien podría ser un personaje de Enrique Vila-matas, “si es que ya no lo es bajo heterónimo: quién lo sabe, quién podría saberlo”, a quien empezó a leer hace más de una década, “gracias a los consejos de los amigos de la redacción española de Letras Libres”.

“Por ellos tuve la oportunidad de acercarme a su obra y percibí enseguida cierto aire de familia, cierta afinidad no solo cultural: Christopher Domínguez Michael en efecto es, así me lo pareció entonces y así me lo siga pareciendo ahora, lo que en Italia llamaríamos crítico militante es decir, alguien que habitualmente ejerce la crítica literaria fuera de los departamentos universitarios y de las demás instituciones, colaborando en los periódicos, en las revistas y en los suplementos culturales desde una posición de absoluta libertad y fidelidad”, en palabras del editor italiano, radicado en México desde hace una década.

Desde su perspectiva, se trata de la fidelidad a una idea de literatura nunca sometida a ningún tráfico ni comercial ni académico, al grado de que cualquier lector avezado puede captar la tonalidad, el pulso, la textura de una prosa, de una escritura cuyo imaginario y genealogía pertenecen al ámbito “hoy un poco denostado de la bella literatura”.

En una actividad celebrada de forma híbrida, con Cossalter y el colegiado reunidos en el Aula Mayor de la institución y Filippo La Porta de manera virtual, se destacó el “auténtico esparcimiento intelectual” que producen los ensayos de Christopher Domínguez Michael, el hábil dueño del difícil arte de la conversación entre los vivos y los muertos, entre el pasado y el presente”.

“Por lo tanto es un ensayista tan necesario precisamente porque es tan actual y, a la vez, tan comprometido con el presente en el que vivimos. Desde su discurso de ingreso a El Colegio Nacional nos revela una insobornable vocación, la misma que hallamos en cada uno de sus escritos: una vocación a la vez intelectual y existencial.

“Si su discurso, ese pequeño y precioso libro, representa una declaración de poética crítica y además representa la reivindicación de una genealogía literaria intelectual, y de unos maestros que han fraguado el destino del crítico literario que tenemos, los ensayos reunidos, en cambio, nos alientan a leer o a releer en secuencia los textos que ha escrito en un período de tres décadas y son, por lo tanto, una fascinante travesía por los territorios de la literatura universal”, enfatizó Fabrizzio Cossalter.

La mirada del lector

En el volumen, Christopher Domínguez Michael reúne textos sobre literatura moderna y contemporánea, alrededor de figuras como Stendhal, Chateaubriand, Rivière y Rimbaud, Melville, Goncharov, Artaud, Borges y Neruda, Victoria Ocampo, Joseph Roth, Bernhard, Vila-Matas, Mary Shelley, Valera, Marx, Dickens o Rachilde, entre otros, por mencionar sólo a algunos.

A través de una videollamada, el crítico italiano Filippo La Porta no sólo reconoció la importancia que tienen los textos de Christopher Domínguez Michael, sino la afinidad no sólo con su labor intelectual, sino con sus intereses, al grado de que, desde su primer encuentro, “lo vi como un primo del otro lado océano por su manera de escribir ensayos”.

“Creo que, en los libros de Christopher, la crítica literaria se encuentra con la conversación de Montaigne y se convierte en un género literario, un género hecho de muchas cosas, de una pasión por el relato, por un uso ético de los clásicos, por una calidad de la prosa, por un gusto por la polémica cultural. Al final, la crítica literaria como crítica de la vida, como crítica de la cultura, de los lenguajes de la sociedad”.

Coincidió en aspectos como la definición común del crítico literario como un creador frustrado, una especie de vampiro, pero “un vampiro lleno de imaginación y con una opinión caprichosa”, que convierte a la crítica en parte de una obra literaria.

“Los maestros de Christopher”, señaló La Porta, “también lo son para mí: no sólo me interesan los novelistas, sino también algunos filósofos y toda la tradición del pensamiento crítico; somos como intelectuales desligado, indóciles, algo intratables, solitarios, sin familia y sin partido, por ello poco fiables para la clase política”.

En ese sentido, aseguró que ambos son como bateadores libres, quizá con la diferencia de que, más allá de que “fuimos marxistas todos”, él ha mantenido un vínculo más fuerte con la tradición socialista y con la del pensamiento anárquico no violento, para darle forma a una identidad populista y antipopulista, al mismo tiempo, en su relación con los lectores, bajo la guía de Santo Tomás: “todos estamos dotados de un intelecto posible, potencial, la mente no es tabula rasa”.

“Por eso, mi mecánico o el que atiende el kiosco al que acudo pueden decir cosas más inteligentes y profundas de algunos autores. El trabajo del concepto, como lo definió Hegel, no pertenece sólo a los intelectuales. Por eso soy populista a la mitad”, aseveró Filippo La Porta, quien se dijo convencido de que en tiempos en que la novela está más cerca del mercado, el ensayo puede reivindicar “su autonomía y pureza”.

“Creo mucho ahora en la no ficción, que incluye los ensayos, los reportajes: reclama sus derechos, porque el problema es que hoy día la novela tiene que competir con la ficción de la televisión, por lo que no sólo debe entretener con las historias bonitas, sino ofrecer un momento de reflexión y de pensamiento”.

En su participación, el integrante de El Colegio Nacional reconoció que una de sus búsquedas como ensayista o crítico es acercarse al lector de a pie, “al lector de cualquier edad, hombre o mujer, y que va con naturalidad a la literatura”: los autores que califican debieran estar dirigidos a un público del cual tenemos ganas que entienda.

“Escribimos para nuestros familiares o para los colegas, pero yo creo que el príncipe de los lectores es esa persona desconocida que, sin ninguna autoridad académica, política o intelectual, se acerca a la literatura y le concede su legitimidad al crítico literario”.

Domínguez Michael recordó que antes de la pandemia, las conferencias solían ser seguidas por personas que no necesariamente forman parte de la élite intelectual, “o eso me parece”, aun cuando encarnan a ese lector común. Una labor que ha desarrollado desde los 21 años de edad, cuando gracias a David Huerta, empezó a escribir en la revista Proceso: “era un joven aspirante a crítico totalmente independiente”.

“A diferencia de Filippo, hoy día sí pertenezco a una familia, la de la revista Vuelta y después Letras Libres, pero en esa época tuve en Proceso la libertad para decir todas las locuras y sandeces, o cosas interesantes, de las que podía ser capaz: gané una autoridad como crítico literario que no me dio un partido político o un grado académico —no tengo ningún grado académico—, sino me la dieron esos lectores comunes que, a veces, en un mundo sin internet, me escribían cartas o telegramas apoyando o difiriendo en mis opiniones literarias”, resaltó el colegiado.