Cultura

El Colegio Nacional, sus próximos 80 años

El  lema “Libertad por el saber” que fundamenta la existencia de El Colegio Nacional y le da sentido y propósito sustantivo

aniversario

Javier García Diego, Claudio Lomnitz, Luciano Concheiro  y Pablo Rudomin.

Javier García Diego, Claudio Lomnitz, Luciano Concheiro y Pablo Rudomin.

Colnal

Con motivo del 80 aniversario de El Colegio Nacional, el Dr. Javier García Diego ha presentado la historia del cómo fue fundado y de las expectativas que entonces se tenían acerca del impacto que podría tener en la ciencia y la cultura en el país.

Hoy compartiré con ustedes algunas reflexiones acerca del papel que El Colegio Nacional puede seguir desempeñando en el futuro para difundir el conocimiento generado por sus integrantes.

Para ello tomaré como referencia el lema “Libertad por el saber” que fundamenta la existencia de El Colegio Nacional y le da sentido y propósito sustantivo.

La labor de El Colegio Nacional consiste en la divulgación de las contribuciones de sus integrantes, mexicanas y mexicanos que se han distinguido a nivel nacional y mundial por sus aportes artísticos, literarios y científicos.

Tiene como propósito difundir sus actividades, en forma inteligible y accesible, bajo la premisa de que entre más saber tengamos, y mientras más lo difundamos y utilicemos, más libres seremos y estaremos en mejores condiciones de construir una sociedad más justa, más sana y productiva.

Ya en 1986, Luis Villoro, integrante de este Colegio, decía “el conocimiento es un proceso colectivo, social, compartido por muchos”, y además “una forma de creencia verdadera y justificada en razones” y “una guía acertada para la práctica”.

Para él, “la ciencia, con ser la más segura de las formas de conocimiento, supone un conocimiento anterior compartido por muchas personas”. “La ciencia no es la única forma de entendernos y de entender el mundo que nos rodea. También hay conocimiento en el arte, la literatura, la poesía, así como en el sentido común, la moral y la religión”.

Dicho en otras palabras, el trabajo de los científicos, pensadores y artistas adquiere, al ser compartido, una dimensión social.

¿Y cómo podemos en El Colegio Nacional contribuir a que el conocimiento generado por sus integrantes sea compartido y forme parte de nuestra cultura?

Difundiendo nuestros trabajos a través de conferencias impartidas en este recinto de manera presencial y virtualmente en las distintas universidades y espacios culturales en este y otros países, así como en la prensa, el radio y la televisión y también publicando libros, revistas, artículos científicos, trabajos artísticos en diversas ramas como la música, la pintura, la arquitectura.

La relevancia de la labor de El Colegio Nacional como espacio de divulgación de las ciencias, la cultura y el arte es mucha, toda vez que el carácter de quienes conformamos este espacio estamos bajo la encomienda, interés y posibilidades de hacer llegar a las personas interesadas en cada uno de los temas en los que trabajamos tanto de manera individual, como colectiva e interdisciplinaria, las más recientes y actualizadas reflexiones y descubrimientos producidos en México y en el mundo. Esto permite que las audiencias adquieran conocimientos nuevos y organicen su información previa, por lo que a la labor informativa que realizamos se suma también la tarea formativa.

En estos últimos decenios, El Colegio Nacional ha ido transformando su composición y actividades en concordancia con los cambios y necesidades sociales.

En este contexto, es importante mencionar que no fue sino hasta 1985, 42 años después de la fundación de El Colegio Nacional, cuando se integró una mujer a este cuerpo colegiado. Se trata de la historiadora y arqueóloga Beatriz Ramírez de la Fuente.

De nuevo tuvieron que transcurrir 21 años para que en el 2006 la psicóloga social María Elena Medina-Mora pasara a formar parte de este colectivo y se fuera entreabriendo la puerta para que al año siguiente la arqueóloga Linda Rosa Manzanilla Naim se sumara a este esfuerzo.

No fue sino hasta el 2017 que la lingüista Concepción Company se incorporó a El Colegio y a partir de ese momento se ha reconocido la trayectoria y trabajo de más mujeres: Julia Carabias, bióloga y Susana Lizano astrónoma, ambas integrantes del Colegio desde el 2018, la viróloga Susana López desde el 2021, la compositora Gabriela Ortiz el año pasado y la escritora Cristina Rivera en este año, ya en espera de su ceremonia de ingreso.

Ciertamente su ingreso al Colegio ha sido extraordinariamente positivo desde muchos puntos de vista y es de esperarse que esta tendencia se incremente en el futuro.

En el 2014 El Colegio Nacional también se enriqueció con el ingreso de personalidades como José Ramón Cossío, jurista; Antonio Lazcano biólogo, y Juan Villoro, escritor. En el 2016 con Alejandro Frank, físico, Javier García Diego, historiador y Vicente Quirarte, escritor. En el 2017 con Christopher Domínguez, escritor y Julio Frenk, médico. En el 2019 con Leonardo López Luján, arqueólogo. En el 2021 con Felipe Leal, arquitecto y Claudio Lomnitz, antropólogo y hace unos días Carlos Coello en ciencias de la computación.

¡¡¡Todo un elenco!!! Y desde luego muchas expectativas que estoy seguro serán cumplidas.

Si bien desde hace una década o más ya se habían iniciado las tareas dirigidas a traspasar los muros de este recinto para hacer llegar las conferencias y debates de las y los integrantes de El Colegio Nacional a otros espacios del país, con la llegada de la pandemia del Covid 19, que ciertamente dejó una estela de estragos enormes en materia de pérdida de vidas humanas y en la integridad de la salud en nuestro país, se abrieron las oportunidades para que a través de la comunicación a distancia, el Colegio ampliara sus audiencias, con lo que pudimos hacer llegar nuestras ideas, conocimientos y debates a un amplio espectro de escuchas de los más diversos rincones del país y del mundo y entre las personas de las más distintas condiciones socioeconómicas, culturales y etarias, lo cual sin duda constituye una nueva etapa de la vida comunicativa, informativa y formativa de esta institución.

He aquí algunas cifras:

En el 2019, antes de la pandemia, 25,285 personas asistieron a las conferencias presenciales y 20,190 a las virtuales.

En el 2020, iniciada la pandemia, el número de asistentes a las presentaciones presenciales disminuyó a 7,110 y el de las virtuales aumentó a 122,152.

Esta tendencia se revirtió en el 2022. El número de asistencias presenciales aumentó a 8,890 a la vez que disminuyó el de asistencias virtuales a 48,126.

Supongo que el aumento de asistentes presenciales persistirá en este año. Quizás también disminuirán las asistencias virtuales, pero aun así conviene señalar que esta forma de difundir las actividades de El Colegio Nacional es importante porque permite el acceso a un mayor número de personas interesadas en las actividades de El Colegio Nacional, no sólo en México sino en muchos países de habla hispana.

La conmemoración de este 80 aniversario de El Colegio Nacional no es únicamente para recordar el pasado. Es una oportunidad para pensar y planear acciones futuras, acciones que contribuyan a la generación de un conocimiento colectivo que permita abordar adecuadamente los múltiples retos que afectan el desarrollo social.

En este sentido es importante darnos cuenta qué estamos viviendo, como nunca antes, una de las épocas más interesantes del desarrollo científico y tecnológico. Los avances en muchas áreas del conocimiento son espectaculares. Pensemos en la biología molecular, la genética, las neurocienciass, la inteligencia artificial, el uso y diseño de prótesis comandadas por actividad cerebral, la robótica, la posibilidad de procesar grandes cantidades de datos, lo que permite diseñar nuevos fármacos, elaborar vacunas y también detectar posibles relaciones causales entre una variedad de eventos, entre ellos los cambios climáticos, contaminación, sequías, enfermedades emergentes.

Ciertamente muchos de estos avances en el conocimiento ya se están utilizando en algunos países para mejorar la calidad de vida y la interacción con el entorno. Nosotros no debemos incorporar en forma mecánica estos avances científicos y tecnológicos sino conocerlos con detalle y ponderar los efectos positivos o negativos que estos pudieran tener.

Recordemos simplemente lo que ahora está sucediendo con el ChatGTP, sistema con inteligencia artificial desarrollado por OpenAI. Este sistema es capaz de comprender y generar textos de manera coherente y contextualmente relevantes. Está entrenado en una amplia variedad de datos, lo que le permite responder preguntas, mantener conversaciones y también ofrecer asistencia en una variedad de temas.

Si bien ChatGPT ofrece muchas ventajas y beneficios, también hay riesgos asociados con su uso.

En un debate reciente, Yann LeCun, laureado con el premio Turing, equivalente al premio Nobel en las ciencias de la computación, asevera no hay razón para entrar en pánico por la emergencia de estas herramientas computacionales. En cambio, para Yuval Harari, historiador, ello puede llevar al colapso de nuestra civilización.

La preocupación de Yahari fue compartida por casi 30 000 investigadores que propusieron una pausa de seis meses en el desarrollo de herramientas más poderosas que GTP-4. Para LeCun el hacer esta pausa le parece el “llanto de los agoreros”.

El impacto social de ChatGPT ha generado una gran cantidad de especulación, preocupación y esperanza, con críticas que van desde su potencial mal uso como herramienta educativa hasta la posibilidad de que esta tecnología sustituya mucha mano de obra humana; ha abierto también una amplia discusión ética, con temas como las violaciones a la propiedad intelectual y los sesgos políticos que replica esta aplicación; y por otro lado, existe un debate abierto en cuanto a qué tan “inteligente” es y puede llegar a ser la aplicación, lo cual a su vez ha puesto nuevamente en el foco de atención la necesidad de tener una definición precisa de lo que es la inteligencia.

Como quiera que sea, es claro que hay un temor generalizado por la utilización irreflexiva de estas herramientas computacionales que podría tener efectos aún no previstos y que ciertamente dejaría sin trabajo a muchos.

Ciertamente la contribución de El Colegio Nacional a la ciencia, a la cultura nacional y a la generación del conocimiento colectivo es aún bastante limitada. Creo sin embargo, que aunada a las contribuciones de las Instituciones de Investigación y de Educación Básica y Superior, puede tener un mayor impacto social.

Esta es una prioridad nacional y ello no ocurrirá sin el apoyo decidido tanto del Estado como de la iniciativa privada.

Quisiera terminar señalando una vez más, que, aunque la divulgación de la ciencia y de las artes y la cultura es una tarea a largo plazo y con resultados en muchos sentidos difíciles de medir, es una actividad de la mayor importancia para el desarrollo de un pueblo y de una nación.

Como dijo Alfonso Reyes, uno de los fundadores de El Colegio Nacional “el trabajo que se realiza en esta casa (se refiere a El Colegio Nacional) es “para que el porvenir no quede ligado a la desesperación ni a la violencia”.

Estoy convencido, como los fundadores de nuestro querido Colegio Nacional, que entre más información, saberes y conocimientos tenga una nación, más libre puede ser. De ahí nuestro lema y nuestra tarea encomendada: Libertad por el saber.

Libertad por el saber es poder decidir de manera informada acerca de las acciones que debemos tomar, ya sea en nuestro desempeño cotidiano, como el qué comer, qué vestir, qué hacer en caso de enfermedad, y también cuando hay que tomar decisiones con implicaciones colectivas, como lo es el respetar las señales de tránsito cuando manejamos, el no contaminar, el uso racional del agua o el votar cuando se trata de elegir a nuestros representantes, entre otras.

Ciertamente el decidir implica riesgos y compromisos. Y no siempre las decisiones que tomemos serán las mejores. Podremos equivocamos, unas veces por no tener la información necesaria y otras por convicciones políticas o ideológicas. El problema no es el decidir en forma equivocada. Es el no reconocer nuestros errores y el no tratar de corregirlos.

Sólo a través del diálogo y la comunicación será posible generar las estrategias adecuadas para lidiar con la multitud de situaciones que tenemos que decidir y resolver como sociedad organizada, siempre respetando los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Mientras escribía estas líneas me enteré que el filósofo italiano, Nuccio Ordine acaba de ser distinguido con el Premio Princesa de Asturias. Muy merecido reconocimiento. Felicidades. Me habría gustado que estuviera aquí para compartir con nosotros la Celebración de los 80 años de El Colegio Nacional.

En su libro “La utilidad de lo inútil”, Ordine ha subrayado la importancia de la investigación científica básica y de la investigación humanística que “juntas, y resistiendo a la dictadura de lo útil y de lo inmediato, pueden contribuir de manera fundamental al desarrollo de la humanidad”.

Comparto con él su noción de utilidad cuando considera “útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”. También coincido con él cuando señala que “La diversidad de saberes implica hacer oídos sordos a las demandas del mercado. Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión”.

Y también cuando dice “si dejamos morir lo gratuito, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida”.

La lista de inutilidades que se volvieron útiles y de gran relevancia para la sociedad es enorme.

Basta señalar, el descubrimiento accidental de la electricidad animal por Galvani y la invención de la pila por Volta, la relación entre electricidad y campo magnético por Oersted. Piensen ustedes en el impacto que ha tenido y sigue teniendo la electricidad en prácticamente todas las esferas de nuestra vida. Electricidad para calentar, para enfriar, para iluminar y para mover motores, para registrar la actividad eléctrica del corazón y de nuestro cerebro, para procesar y transmitir información, y mucho más.

Un comentario final: Para mí, y a pesar de las limitaciones presupuestales y de los innumerables requerimientos burocráticos, el hacer investigación científica en el Cinvestav y participar en las actividades del Colegio Nacional ha sido una experiencia reconfortante.

Parafraseando a Newton, me he sentido como un niño que se divierte jugando en la playa buscando las piedrecillas más bellas, mientras enfrente de mi está el gran océano con sus maravillas, aún por descubrir. El buscar el conocimiento, el tratar de entender, ha sido y sigue siendo una aventura maravillosa que he compartido con muchos colegas y estudiantes.

Termino ahora recordando a los integrantes del El Colegio Nacional fallecidos en los últimos 10 años.

Marcos Mazari (2013), Rubén Bonifaz Nuño (2013), José Emilio Pacheco (2014), Luis Villoro (2014), Samuel Gitler (2014), Silvio Zavala (2014), Julián Adem (2015), Teodoro González de León (2016), Ramón Xirau (2017), Octavio Novaro (2018), Jesús Kumate (2018), Fernando del Paso (2018), Miguel León-Portilla (2019), Mario Molina (2020), Guillermo Soberón (2020), Héctor Fix-Zamudio (2021), Vicente Rojo (2021), Leopoldo Solís (2021), Mario Lavista (2021), Ruy Pérez Tamayo (2022) y Arcadio Poveda (2022).

Su conocimiento y sabiduría contribuyó a la difusión del saber y a la creación de nuevas Instituciones. Fueron Maestros Eméritos de la Nación. Su presencia permanece. Es fresca y reconfortante.

Muchas gracias.