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El paso del tiempo, las relaciones sexoafectivas y cómo la idea de comunidad se va disolviendo contrasta con la sensación de que la vida adulta es solitaria, son algunos de los temas que aborda el escritor mexicano Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984) en su novela “El baile y el incendio”, obra finalista de la edición 39 del Premio Herralde de Novela.
El libro editado por Anagrama transcurre en una Cuernavaca llena de incendios y narra la vida de tres amigos: Natalia, Erre y Conejo. Natalia trabaja en una coreografía que no quiere revelarle a su pareja Argoitia, un viejo y prestigiado artista; Erre el exnovio de juventud de Natalia quien ahora padece un intenso dolor de quijada y una necesidad de tomar medicamente; y Conejo un adulto que vive cuidando a su padre ciego.
-¿Hay una nostalgia por el tiempo de la juventud?
-La novela es un género que se trata sobre el paso del tiempo, sobre cómo se va expresando el tiempo conforme pasa y en esta novela hay una especie de lamento por el tiempo ido, sobre todo por la comunidad, la idea de comunidad asociada a la adolescencia, ese momento en el que sientes que perteneces algo y que las amistades son mucho más intensas y frecuentes.
“Hablo de cuando te ves todo el tiempo con tus amigos y hay un contacto mucho más estrecho con otras personas por contraste con una adultez más solitaria, más aislada donde se extraña formar parte de algo, pertenecer a algún tipo de grupo”.
-¿Por qué decides que los tres amigos tengan relaciones sexoafectivas?
-Hay una especie de triángulo amoroso entre los tres personajes principales que se sostiene a lo largo de los años, aunque se pierde, pero algo de eso queda. Lo que queda enterrado de las relaciones que tuvimos y ni siquiera nos damos cuenta que cargamos con esas ruinas, de que vamos por ahí arrastrando esas historias junto con nosotros.
“Las historias de relaciones que terminaron o de relaciones que quedaron por ahí colgadas en nuestra historia y que inevitablemente llevamos a todas partes con nosotros como parte de nuestra historia personal, también comparte nuestra configuración psíquica”.
Cuando Saldaña París narra la vida de Natalia, cuenta que está preparando una coreografía llamada “El Gran Ruido”, a presentarse en el Jardín Borda y está basada en los aquelarres de Blockula, en la bailarina Mary Wigman y en Frau Troffea, la mujer que detonó la epidemia de danza en 1518 en Estrasburgo.
“Me interesaba que la parte de Natalia no fuera la voz de ella hablando o contando su historia sino su escritura, es decir, estamos leyendo la bitácora de trabajo, el cuaderno, los apuntes de esta coreógrafa y me gusta mucho la imagen del cuaderno porque creo que en los cuadernos de trabajo de los creadores confluyen de una manera muy natural las investigaciones y los intereses intelectuales con el relato de la propia vida, los apuntes más mundanos del día a día y lo que bebiste, lo que comiste y a quién viste”, indica.
El autor quería plasmar cómo en el momento de creación sucede que todo a tu alrededor coincide con la obra.
“Cuando estoy escribiendo un libro de pronto siento que cualquier libro que lea tiene que ver con lo que yo estoy escribiendo, todas las películas que veo me sirven para lo que estoy escribiendo e incluso las anécdotas, las conversaciones que escucho en la calle, todos empiezan como alinearse o a coincidir en el torno a mis intereses”, narra.
Quería transmitir esa misma sensación de gracia, de iluminación e incluso de cierta paranoia porque también es paranoico pensar que todo te habla o que todo tiene que ver con lo que estás haciendo, añade.
Crítica generacional
Saldaña París hace una crítica a las generaciones adultas como Agoitia y a las adultas como Natalia y sus amigos.
“Hay un tema de la tensión generacional a lo largo de la novela, la tensión entre dos generaciones: los que somos adultos de 35 años o millennials viejos y generaciones anteriores. Me interesaba que fuera una crítica balanceada, hay un momento en que Natalia dice: Así como nosotros nos burlamos ahora de Argoitia, en el futuro se burlarán también de nosotros. Hay una circularidad del tiempo encaminada a que todas las generaciones somos criticables y criticadas”, indica.
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