
Una recamarera que se excita al escuchar los orgasmos de los clientes del hotel donde trabaja, una joven que prueba todo tipo de menjurjes para quedar embarazada, una pareja que no tolera sus manías nocturnas y un hombre que anhela un jardín a pesar de la negativa de su esposa, son algunos relatos que Mariel Iribe Zenil (Veracruz, 1983) plasma en su libro “El último intento”.
Los cuentos editados por Dharma Books parten del hartazgo que las parejas experimentan en su vida cotidiana y también de cómo el deseo detona la cordura o locura de las personas.
“La literatura nace de la inconformidad, de nuestro cuestionamiento, de no estar de acuerdo con algo, de lo que sentimos con lo que vamos viviendo y de cómo nos sentimos en el lugar que ocupamos en el mundo. La literatura está en lo que uno esconde, en aquello que no se dice”, expresa en entrevista Iribe Zenil.
La autora comparte que siempre le ha gustado observar a la gente y escuchar las pláticas de las parejas.
“Las conversaciones y las discusiones me intrigan porque pueden desatar cosas para las que no estamos preparados. Nos gusta pedir opiniones o preguntarle a alguien lo que piensa o siente por determinada cosa sin que estamos preparamos para una respuesta que no nos gusta”, detalla.
A Iribe Zenil le atrapa cómo una plática te puede llevar a lugares que no imaginabas o a enfrentarte a sentimientos que no habías tomado en cuenta o que no sabías que podías tener.
–¿Qué significa para ti el deseo?
–Todo buen personaje debe de tener un deseo, si no desea algo el personaje se queda sentado en un sillón y no tiene porqué levantarse, al menos que su deseo sea no levantarse de ahí.
Por ejemplo, en el cuento “Remedios caseros” recuerdo que para una amiga era difícil tener hijos, siempre los perdía, pero un día vi que publicó que tendría gemelos, me emocioné por ella y cuando la encontré la felicité, aunque me contó que los había vuelto a perder. Me dijo que no me preocupara porque no descansaría hasta tener un hijo.
Esa determinación hizo que la autora escribiera la historia de la mujer que coloca burbujas de agua mineral en su vagina o que le da a su esposo té de damiana para mayor fertilidad.
“Es una mujer dispuesta a hacer lo que sea para tener un hijo. Siento que escribo de cosas que me impactan, que no puedo digerir y para poder comprenderlas hay que ordenarlas y para ordenarlas hay que escribirlas”, asevera.
En palabras de la también profesora de la Universidad Autónoma de Sinaloa, sus personajes pueden ser vistas como mujeres crueles o como mujeres que toman la iniciativa.
“No son el típico cliché de la mujer buena, bondadosa, de la abuelita linda; trato de desmarcarme de eso y de que evidenciar que ellas también pueden tener deseos ocultos o tener ganas de cobrar una venganza”, expresa.
–¿Por qué la cama como el principal escenario de tus cuentos?
–La pandemia nos demostró que estando en lugares reducidos podemos explotar, ¿cuántas parejas no se dejaron en ese momento y cuántas parejas siguieron, pero odiándose? Pareciera que eso es algo natural: dos personas que nacieron en contextos distintos y que piensan distinto de pronto los pones en una casa o en una cama.
La cama es un elemento muy importante porque es un espacio más reducido, quería llegar a lo más íntimo, a lo más profundo de los pensamientos y sentimientos de los personajes.
Por ejemplo, en “El último intento” la pareja está en la cama y ahí ocurre un asesinato, en “Remedios caseros” sobre la cama se ve la frustración, en “Planes de boda” un hombre quiere casarse, pero termina sentado en la cama y en “El juego” terminan acostados cada uno viendo a un lado distinto sin hablarse porque es inevitable que algo se rompió.
INSPIRACIÓN.
Al escribir esto cuentos, Mariel Iribe Zenil recordó textos de Raymond Carver por la tensión en los cotidiano, cuentos de Hemingway donde siempre hay parejas discutiendo, relatos de Inés Arredondo y el libro “El libro de los amores ridículos” de Milán Kundera.
Otra influencia de la autora fue su infancia. “Vivía con una familia muy grande en el terreno de mi abuela donde sus hijos, cada quien, tenía su casa, eso hizo que pudiera presenciar discusiones y peleas maravillosas para la creación literaria”.
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