Cultura

La educación y la cultura más allá de las transformaciones de estado

El filósofo suizo Max Picard afirmaba, en un momento, que “la mentira a veces se sirve de la educación para manipular”

opinión

"La escuela de Atenas", de Rafael Sanzio.

En las últimas semanas, la polémica nacional que se ha creado en torno a los libros escolares gratuitos -que están llenos de errores de fondo, y cuyo peligro es distorsionar el conocimiento y afectar la educación- es intrigante y preocupa.

La formación de niños y jóvenes no es un juego de propaganda, aunque con más predilección, en el siglo XX, se ha utilizado con estas finalidades (por ejemplo, desde la época de Stalin, Hitler, o lo que pasa actualmente en la Rusia de Putin, donde se distorsiona otra vez la información), e implica prácticamente el mismo procedimiento: lavada de cerebros, con la clara intención de tener personas adoctrinadas.

Estos tiempos deberían haber pasado. La educación no debe ser un instrumento para beneficios de los pocos y el daño de los muchos. Cuando la educación se vuelve un mero instrumento, la mediocridad aparece, y así surgen los discursos ideológicos de las instituciones o de los políticos, que abusan de la ignorancia.

El filósofo suizo Max Picard afirmaba, en un momento, que “la mentira a veces se sirve de la educación para manipular”. Cuando se educa con el error, con la mediocridad, se comete un crimen moral, ya que la educación, desde los griegos, tenía una función que implicaba al ser humano en su integridad; una formación moral, política, física (hablamos de la famosa Paideía), de tal manera que el ciudadano tenía la capacidad de implicarse en las necesidades del estado. Claro que el proceso educativo ha pasado por diferentes transformaciones, dependiendo de las épocas, ha evolucionado y se ha adaptado siempre a nuevos tiempos, pero producir un retroceso, enseñar con el error y el adoctrinamiento es un desperdicio y un acto en contra de la sociedad civil.

Todas las grandes mentes (desde filósofos, a pedagogos, a hombres de ciencias, y humanistas) han defendido siempre la educación como la única vía que tiene un ser humano para vivir desde la libertad y la integridad, porque una sólida y buena educación ofrece la posibilidad no sólo de tener un conocimiento y cultura, pero y, sobre todo, tener la capacidad de pensar por uno mismo y tomar decisiones.

Los ciudadanos educados y formados crean un entorno civilizado, mientras que la mediocridad crea adversidad, violencia, un pensamiento maquiavélico, y falta de valores. Los países más civilizados lo son, porque sus gobernantes han invertido, desde hace décadas, en educación cualitativa que significa, no sólo recibir una información de buena calidad, sino también tener educadores, maestros apoyados y estimulados económicamente.

El contexto actual de otros estados –donde hay abusos, violencia, falta de perspectivas, pobreza- es, en parte, el reflejo de cuánto se ha invertido en la educación, por un lado, por otro depende de cuánto respeto (o no) se tiene a los educadores y, también es el reflejo de los recortes presupuestales. Es decir, un gobierno o estado que corta el presupuesto para la cultura y la investigación -entre otras- tiene poca credibilidad cuando se trata de la educación que, de por sí, ha sufrido, como bien decía Hannah Arendt una “rebaja de los valores”. Además, la filósofa alemana estaba convencida de que, a partir del siglo XX, la implicación de la política en el proceso educativo ha aniquilado por completo cualquier atisbo de todo aquello que solemos considerar “cultura” y que para ella era algo ya perdido desde el momento en el cual la sociedad de masas había transformado la cultura en pertenencia de la esfera pública y la política.

Es mucho pretender que las políticas de estado se ocupen con la cultura en una sociedad de masas, pero sí podemos pretender que las generaciones actuales tengan una buena y sólida educación y el deber de los ciudadanos y los padres de familias es exigir esto.

La educación no pertence a nadie o, por lo menos, no debería; es un bien público que debe ser defendido y promovido en sus valores y sus virtudes. Por lo mismo, la educación debe trascender cualquier politica y defender su independencia con relación al estado.

Sí, los griegos tenían razón: la educación tienen que formar seres integrales y buenos ciudadanos, pero el Estado y los gobernantes (al contrario de lo que pensaba Platón en su República) no se deben ocupar con el “cómo” debe ser el proceso educativo; esta es una actividad de saber teórico, del que se tienen que encargar los que saben. La labor de los políticos debe enfocarse en el saber práctico: cómo crecer la economía de un país, como ofrecer más trabajos, cómo combatir la violencia, cómo crear vínculos, cómo resolver los problemas sociales, etcétera.

Catalina Elena Dobre.

Catalina Elena Dobre.