
En un mundo en el que reírse de cualquier cosa siempre termina ofendiendo a alguien, el músico, locutor, actor, conductor, compositor, periodista y escritor mexicano Fernando Rivera Calderón sigue apostando por la risa.
“De entrada el humor es, paradójicamente, lo que da seriedad a mi libro”, considera en conversación sobre la publicación del libro “El ambiguo testamento” (2022), bajo el sello editorial Reservoir Books de Penguin Random House, en el que el humor es la herramienta principal para abordar y reescribir las teorías del origen del mundo.
“Imagínate que yo escribiera un libro hablando de estos temas. Sería un charlatán más de los que venden superación y ángeles, fantasmas, etc. Es decir, el humor aquí es el pegamento que me permite unir temas que tienen ver con ciencia, religión, mística, fantasía, pensamiento mágico; es ese gran pegamento, pero también es lo que permite que un libro como ese sea viable y tomado en serio”, ahonda el autor.
Respecto a la posibilidad de ofender a alguien con el tratamiento que da a temas religiosos y científicos, Fernando Rivera Calderón apunta que, si bien el humor es una postura crítica en esta lectura no pretende una provocación o afrenta directa.
“Para un fanático cualquier cosa le parecerá provocación -de cualquier religión, incluso el fanático del ateísmo- pero no es mi intensión ofender a ninguna religión, aunque sin duda habrá quien se sienta ofendido porque así es el mundo actual”.
La crítica que existe detrás de todo ese humor es respecto a la visión de fe, experiencias religiosas y “sobre lo modernos que nos sentimos a veces y lo conectados que estamos a ese viejo ser prehistórico, la verdad es que seguimos viviendo en cavernas, aunque tengan arbolito de Navidad”, comenta y confiesa que en su casa aún tienen el adorno durante el mes de enero.
“Es la manera en que abordo toda la vida porque me permite romper al lector y romperme a mí mismo y en ese acuerdo tácito de no tomarnos en serio el uno al otro es cuando pasan cosas”.
“El humor permite agarrar al lector desprevenido porque piensas que es un chiste y no pasa nada, y te encuentras con una frase o revelación que te cimbra y hace pensar otras cosas. Esa es mi intención, más que nada, provocar una reflexión que vaya más allá de la fe que profesas o religión que practicas: que te haga pensar en la naturaleza humana, en que seguimos siendo frágiles, vulnerables y estamos llenos de miedo, y la mejor manera de enfrentarlo quizás sean el humor y el amor, que suenan similar”, continúa el escritor.
A lo largo del libro, Fernando Rivera Calderón construye un humor poético, mayormente basado en la sonoridad.
“Es un libro que mezcla varios géneros literarios, pero uno que está presente todo el tiempo es el poético”, reconoce el autor. Algunos de los textos están en verso, pero en otros la cualidad poética es un poco más sutil, reconocible en la tipografía, la disposición en la página y el efecto producido al leerse en voz alta.
“Me gusta moverme con mucha libertad, el género que escojo para hablar de un tema es parte del planteamiento del tema. Cuando hago la teoría del multiverso en realidad juego a hacer muchos versos. Parece una obviedad literal, pero como el poema habla de la historia del universo se hace un juego entre forma y fondo que me gusta mucho”.
Recuerda que, además, él escribe poesía “desde muy chavo” y que hace años publicó el poemario “Llegamos tarde a todo” (Almadía, 2017).
Adelanta que se encuentra en proceso de publicar una pequeña antología poética de lo que ha escrito hasta ahora, por lo que reconoce en “El Ambiguo Testamento” la influencia de poetas que abordan el tema cósmico, como Ernesto Cardenal, “astrofísico-teólogo explorando el mundo desde sus ojos”.
“También me encanta lo que hace Nicanor Parra y cómo a través del sentido del humor y el sentido poético logra plantear ideas fascinantes en muy pocas líneas. Me gusta esa brevedad contundente de los poemínimos de Efraín Huerta, las frases de Jaime Sabines o de escritores con discursos fragmentados, retomo a Cioran, Pascal Quignard o la misma Margo Glantz”, añade.
Para él, el pensamiento funciona de forma fragmentada. “Entonces lo que se me hace artificial de un libro es la linealidad: todos vamos al pasado, al presente y al futuro y vivimos en esa curiosa simultaneidad del tiempo”.
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