
Es a partir de nuestro pasado prehispánico que se construye el imaginario de que en México evocamos y convocamos constantemente a los antepasados para validar y recrear nuestras creencias sobre la muerte. Es como si ésta nos fuera más cercana y querida si nos comparamos con otros pueblos del mundo. En México vivimos cada año en todo el país una suerte de paroxismo en lo que se refiere a las expresiones culturales para celebrar el día de muertos. Por todas partes se ve un despliegue estético, de imaginación y creatividad de la religiosidad popular que acapara todos los sentidos, lo que nos ha dado la fama de ser un país gozoso por los motivos de ultratumba.
En la antigüedad la muerte se consideraba un estado de transmutación que según la forma en que sucedía, ya fuera de manera natural, o por ejemplo, mujeres que morían en el parto, o aquellos que tenían una muerte violenta, estas situaciones determinaban el sitio que les correspondía en el Mictlán o inframundo. Si bien la fiesta del día de muertos tiene reminiscencias prehispánicas, en la actualidad debe entenderse como el resultado de múltiples amalgamientos culturales indígenas, europeos y de otras partes del mundo, derivados del largo periodo novohispano. Estos procesos combinatorios de largo aliento son lo que conforman lo que hoy llamamos la cultura mexicana.
Desde finales de octubre, el 1 y 2 de noviembre, es el periodo en el que se abre un umbral imaginario que permite a los vivos preparar el retorno de los muertos en contextos desbordados de festividad. Cada región del país tiene características particulares para celebrar estos días en los que se agasajan los sentidos con una gran diversidad de músicas, bebidas, danzas, alimentos, flores y altares con ofrendas variadas. Los múltiples saberes del pasado y el presente que involucran las festividades de muertos en el país pertenecen desde el 2003 a la lista de Patrimonio Inmaterial Cultural (PCI) de la UNESCO.
De manera particular, en la región Huasteca del estado de San Luis Potosí, se concentran los pueblos nahua, teenek o huastecos y en menor proporción los xi’oi, conocidos como pames, distribuidos en diferentes municipios. Es tal la importancia de las celebraciones de sus celebraciones que también merecieron la declaratoria de PCI del estado en el 2013, llamada “Festividad Indígena de Día de Muertos”.
En los últimos años la Huasteca potosina ha cobrado enorme interés turístico nacional e internacional por sus grandes atractivos bioculturales, entre los que se encuentra la celebración del día de muertos llamada de manera genérica xantolo, palabra nahuatlizada que proviene del latín sanctorum. En este sentido es importante destacar que el nombre corresponde solo a las celebraciones de pueblo de origen nahua, que en la última década se ha volcado en hacer cada vez más espectaculares las distintas expresiones de su festividad para atraer al turismo. Sin embargo, ni teenek ni xi’ioi se sienten representados con el hecho de nombrar xantolo a las festividades de los tres pueblos.
No obstante, los teenek llaman de forma general santorom a su fiesta, y aunque se parezca a la palabra xantolo, su representación es diferente. Los xi’ioi le llaman ga’nè’p de ru’dat que quiere decir Día de muertos, aunque también la mencionan como Fiesta de los tamales. Respecto a ellos puede decirse que son una población reducida comparada con los otros dos pueblos, y que en la actualidad se observan importantes pérdidas de su cosmovisión por lo que el día de muertos va reduciendo también sus espacios de festejo.
Lo que sí comparten nahuas, teenek y xi’ioi, es que en estos días los invitados principales son sus propios muertos, a los que esperan con las ofrendas que colocan en los altares de las casas donde siempre se encuentra el maíz, ya sea en forma de tamales , atole, mazorcas, o en las danzas que le dedican al mismo. Además, colocan frutas, flores, aguardiente, pan de trigo para la ocasión y chocolate. El incensario para el copal es uno de los objetos primordiales en el altar, ya que el olor de su humo ayuda a que el ser querido no se pierda, acompañado también de la luz de las velas que no faltan.
Mediante estas ofrendas a los muertos se les ofrece el fruto resultado de las cosechas, lo que hace de esta celebración una fiesta de la fertilidad agrícola. El culto al maíz evidencia uno de los rasgos prehispánicos emblemáticos que ha trascendido los siglos adaptándose a las festividades de la liturgia católica. En los altares huastecos no hay calaveras de azúcar ni adornos de papel de china, como tampoco se observan los panes de muertos que tienen canillas por encima que simulan los huesos humanos. En la antigüedad, los objetos que colocaban eran los aparejos de labranza, lo que permite entender el vínculo tan estrecho que han tenido las ceremonias de los muertos con la renovación de la tierra.
Estos altares son otra importante expresión de raigambre ancestral que puede entenderse como la representación del universo con sus tres niveles básicos: el arco tejido con palma verde simula el cielo, la mesa es el plano terrestre al que regresan las almas para el contacto con sus familiares, y la parte inferior de ésta, con sus cuatro patas, representa el inframundo o el más allá.
El santorom teenek
Entre los huastecos antiguos el lugar de la muerte se llamaba Tamzemlab, espacio donde gobernaba Ahjactictamsemlab o Señor de los muertos. Hay quien menciona que a la celebración de la muerte se le llamaba k’aylem que quiere decir “el caminar de las mariposas”. La forma en que los teenek festejan a los difuntos en la actualidad es con celebraciones más sobrias y privadas si se comparan con la estridencia y jolgorio de los nahuas. Los teenek no usan máscaras de huehues, ni esperan a los diablos, como tampoco se disfrazan. Las mujeres usan el mismo atuendo ceremonial en las fechas importantes que es el quechquémetl, rico en bordados, sobre la blusa, el enredo o falda y el tocado de la cabeza que enlazan con hebras de su pelo. Tanto ellas como los hombres festejan también con música y danzas.
Para esos días elaboran collares y otros adornos con flores de cempasúchil, al que llaman santoromhuitz o casiihuits, que regalan a los visitantes. Además de la preparación de los alimentos que empieza días antes, acostumbran asistir al panteón a rezar y ofrendar. El día de todos los santos hay velaciones, rezos y alabanzas; se inciensan las imágenes de santos católicos con copal durante toda la noche y en algunos lugares se danza La Malinche, una de las más importantes de su repertorio dancístico.
Entre la población indígena nahua y mestiza los sones y los bailes son más habituales que lo ordinario en los días de muertos; hay huapangueros por todos lados y bailes del son del canario. Las ofrendas de los altares se llaman chichiliques que son pequeños alimentos que dan a los niños que los piden por las noches de casa en casa.
Uno de los personajes más importantes que hace su aparición es el diablo, que según como lo traten los vivos en estas fiestas será bondadoso o perverso, puesto que puede destruir las ofrendas e intentar quedarse entre los vivos para hacer sus fechorías. Otro ejemplo del papel que tiene el diablo es el de comunicar a los deudos que el pariente está bien. En ocasiones se supone que debe comer las ofrendas de tamal de los altares, aunque también puede destrozarlas y lanzarlas para que se reintegren a la tierra.
Entre los nahuas, los atuendos y las máscaras talladas en madera son de gran importancia, sobretodo porque son periodos de transmutación en los que está permitido ser alguien diferente a lo que cotidianamente se es. Con estos atuendos es posible traer a escena a seres sobrenaturales que fungen como intermediarios entre los vivos y los del más allá. Aparecen en las calles danzando y de buen humor, hacen bromas y pueden ridiculizan a las autoridades. Hay quienes los consideran una suerte de “limpiadores” de enfermedades o males como el susto o el mal de ojo, por lo que la gente procura el contacto físico con ellos.
Se trata de fiestas de renovación, y entre lo indígena y lo católico, a fines de septiembre el día de San Miguel Arcángel, ocurre lo que los nahuas del sur de la Huasteca llaman la “bajada de las máscaras”, que tal cual se enuncia, bajan cada año en estas fechas una serie de máscaras que han estado guardadas en el tapanco de una casa tradicional donde fueron depositadas en las fiestas anteriores. Cada máscara al ser bajada, primero es sahumada con copal y chorreada con aguardiente para después colocarse en el piso. Lo que éstas representan son personajes entre los que hay coles o kolis, los diablos, el pitador y la muerte. En otros municipios aparece el charro, los huehues, la embarazada y la calaca.
Son días de intensa presencia de seres sobrenaturales que llegan también a través de lugares umbral como el panteón. Es aquí donde llevan los disfraces que usarán esos días las distintas comparsas que es como llaman a los bailes organizados en grupo. En el campo santo realizan la primera ofrenda con copaleada, rogando que el muerto pueda bajar a su fiesta entre los vivos. La segunda bajada de máscaras, tiene lugar a finales de octubre, cercano al festejo de San Judas Tadeo. Unos dicen que son días de alegría y mucho relajo, “no vaya a ser que los difuntos piensen que se está aburrido y quieran llevarse a alguien”. La “quitada” de máscaras, en algunas partes, es a finales de noviembre para cerrar xantolo con la fiesta de San Andrés, y permitir así, que los muertos regresen de donde vienen.
Como toda expresión cultural la fiesta de muertos se encuentra en constante transformación, por lo que hace apenas unos años puede verse un auge en el uso de disfraces de personajes que nada tienen que ver con la tradición como se le conocía hace algunas décadas. La Catrina, por ejemplo, es cada vez más popular en los concursos de pasarelas que organizan en las cabeceras municipales. De igual forma, en las comparsas hacen su aparición políticos, rockstars o personajes hollywoodenses que no sabemos si llegaron para quedarse, y que además nada tienen que ver con el inframundo mexicano.
* La doctora es profesora / investigadora de El Colegio de San Luis AC
Enlace académico CASA-COLSAN-XILITLA-IXBA
Copyright © 2021 La Crónica de Hoy .