Cultura

Héctor Abad: Me interesa más el misterio de la bondad que el de la maldad

Presenta su novela Salvo mi corazón, todo está bien", protagonizada por un sacerdote bondadoso que espera para un trasplante de corazón

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince regresa a las librerías con "Salvo mi corazón, todo está bien", protagonizada por un sacerdote bondadoso que espera para un trasplante de corazón, ya que al autor le interesa más este “misterio” de la bondad que el de la maldad.

"Lo normal en este periodo, lo correcto casi, es que cuando sale un sacerdote de este tipo, sea pederasta o con alguna perversión. En el caso de mi novela hay dos curas y lo que yo suelo decir es que uno no es pedófilo, sino cinéfilo, y el otro no es pederasta, sino biblista", explica el escritor, nacido en Medellín en 1958, en una entrevista con EFE en la ciudad española de Zaragoza (este).

Pero a pesar de que reconoce que no logra meterse muy bien “en los pantalones -o en las sotanas- de las personas malas”, en "Salvo mi corazón, todo está bien" (Alfaguara), sí que consigue entrar bien en la piel de dos curas, aunque él mismo se defina como un “descreído”.

El colombiano explica que para escribir este libro entrevistó a muchos curas, amigos y compañeros de Luis Alberto Álvarez, sacerdote y crítico de cine colombiano, en el que se inspira para crear el personaje del padre Luis Córdoba, apodado "El Gordo", cuya envergadura hace que sea más difícil encontrar un donante compatible.

UNA NOVELA PARA LEER Y ESCUCHAR

Lo conoció en Medellín, en los años 70, en un curso de neorrealismo italiano impartido por el cura, al que acudió siendo muy joven: "él iba vestido de paisano y nunca se presentaba como sacerdote. Ahí empezó la amistad que se afianzó cuando yo volví de Italia, sobre todo, alrededor de la mesa; nos pegábamos grandes comilonas, que era uno de los grandes placeres físicos que él tenía".

"En estas noches de amistad con comida y vino se hablaba de todos los temas: de música y de cine, que eran sus pasiones, pero también un poco de teología", señala el autor, que ha trufado la novela de referencias cinematográficas y operísticas (con QR incluido para escucharlas).

Una idea que se le ocurrió para facilitar el trabajo a sus lectores curiosos. "He sido siempre un lector que si en un libro sale una tortilla de camarones, quiero probarla; si se habla de una novela que no conozco, quiero leerla, o si aparece un bolero, música clásica o una canción de salsa, quiero también oírla”, indica.

En la novela, el sacerdote se traslada a una casa sin escaleras para no hacer esfuerzos en su frágil estado y, en palabras de Abad, al entrar en el hogar de una mujer separada, otra mujer sin marido y una casa sin padres se convierte, no ya solo en el padre sacerdote, sino en el padre de familia.

"Es un asunto que yo no había planeado, pero es muy importante porque en Colombia hay una gran ausencia de paternidad responsable. Muchísimas, casi la mitad de familias colombianas, son de mujeres criando y levantando a sus hijos ellas solas", afirma.

Un "tipo de familia muy dura" que aparece reflejada en la novela y en la presencia de este padre cura que se quiere volver "paterfamilias".

UN SACERDOTE QUE ADMITE SU HOMOSEXUALIDAD

Los días de espera de Luis Córdoba son narrados por su compañero y amigo "Lelo", un sacerdote que "admite su homosexualidad y registra que las vocaciones, sobre todo en el siglo pasado, de parte de jóvenes homosexuales eran muy frecuentes en la Iglesia”.

Según el autor, eran muchachos "muy creyentes que temían sufrir las consecuencias familiares y sociales de sus inclinaciones sexuales y querían refugiarse, digámoslo así, en los votos de castidad".

"Algunos no lo lograban, como no lo logra Lelo", añade, y considera interesante mostrar que, por supuesto, "no por esta característica deja de ser un hombre muy bueno, que además es cura bueno”.

En definitiva, el aclamado autor de "El olvido que seremos" regresa con un texto que "gira alrededor del corazón real, del corazón que va a ser trasplantado en el caso del protagonista, del corazón enfermo y de cómo funciona". Incluso con muchas partes médicas, ya que, durante su escritura, la propia enfermedad cardíaca del narrador empeoró y él mismo tuvo que someterse a una operación a corazón abierto.

"Esto me permitió meterme mucho más profundamente en la cabeza y en el cuerpo del protagonista", concluye Abad Faciolince sobre esta obra en la que se sirve del corazón físico y de todo su simbolismo.