Cultura

El intelectual en la sociedad del autoritarismo de las masas

¿Cuál es el peligro de una sociedad sin intelectuales? Antes que nada, una educación escasa, falta de aspiración cultural; falta de reales modelos a seguir>>

El Poeta Émile Verhaeren
Retrato de Emile Zolá, de Edouard Manet. Retrato de Emile Zolá, de Edouard Manet. (La Crónica de Hoy)

Tamara Djermanovic, en su escrito reciente llamado El universo de Dostoievski, cuenta que en el tiempo del zar Nicolás I (1825-1855) en Rusia fueron perseguidos todos los intelectuales, evento que culminó con la famosa revolución decembrista de 1825; una acción contra los intelectuales que se atrevían a criticar el despotismo zarista. La mayoría de ellos fueron enviados a Siberia, como forma de castigo.

Lo que paso en Rusia en 1825, se repitió en todos los regímenes totalitarios (estalinismo, comunismo, nazismo) que tenían como objetivo eliminar la Intelligentsia, una clase de intelectuales (hommes de lettres) que se forma en diferentes lugares de Europa a partir del siglo XVIII, cuando empieza a disminuir la influencia eclesiástica (que tenía también el poder intelectual en su mano). La Intelligentsia empieza por tener un papel muy importante, a través de la cultura, al representar una fuerte oposición ante todo tipo de regímenes políticos o eclesiásticos y guiar a la sociedad hacia un modo libre de pensar. En su obra Los intelectuales, Paul Johnson precisamente elige figuras como Rousseau, Voltaire, Marx, Tolstói, Jean Paul Sartre, para ejemplificar el papel de los intelectuales en diferentes épocas históricas de los últimos doscientos años.

A pesar de que vivimos en la era de la información y de la libertad de expresión (aparentemente) el intelectual tiene hoy el mismo estatus de marginado al ser considerado una figura anacrónica. Esto se debe a varias razones, una de ellas siendo la sociedad de masas, cuya voz se manifiesta a través de las redes sociales digitales, borrando así aquello que tiene realmente significado. De esta manera, se crea un adversario muy poderoso al cual el intelectual tiene que enfrentar: la voz de la multitud.

Ya hace tiempo atrás, filósofos como Kierkegaard o Nietzsche, y después muchos otros pensadores, advertían sobre el peligro de esta sociedad masificada que se vuelve la suprema autoridad. El efecto de las redes es la nivelación, que ha producido el monstruo de la opinión pública, la cual hace que lo verdaderamente importante, lo excelente, quede nivelado por una superficial abstracción. Por tener acceso a cualquier tipo de flechazos de información, la masa considera que “sabe” y empiezan a opinar con relación a cualquier cosa, dando lugar a una actitud tiránica, irresponsable y autoritaria. Ahora es la masa (la multitud) la que decide todo. Humberto Eco, uno de los grandes intelectuales de las últimas décadas, con razón decía que: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”.

Esto marca que el tiempo de las personalidades de referencia ha sido borrado por la masa ignorante; los intelectuales, transformándose en “hombres al margen”, nada interesantes para las multitudes que “todo lo saben”. Por lo mismo, la mayoría que se ocupan con el cultivo del espíritu, buscan refugiarse en el mundo académico. Es el caso de personalidades contemporáneas como, por ejemplo, Slavoj Zizek o Peter Sloterdijk o Byung-Chul Han; aunque hay muchos más y cada país tiene sus intelectuales que deberían ser apoyados, escuchados y promovidos.

Sin embargo: ¿qué significa ser un intelectual? El intelectual se define por ser, antes que nada, no solo un especialista con un dominio del saber, pero, más que nada, un humanista, un ser humano que se dedica al estudio, y que tiene la labor de ser un crítico de lo establecido. En otras palabras, hablamos de una persona de una amplia cultura que tiene la capacidad de promover valores, y además de hacer una oposición ante la epidemia de ignorancia que es de facto. “El intelectual cuestiona el poder, objeta el discurso dominante, provoca la discordia, introduce un punto de vista crítico” afirma Enzo Traverso. Debo especificar que la intelectualidad no tiene género, porque la inteligencia no tiene género. Si en el siglo XVIII, cuando surge la mayoría de la Intelligentsia, la constituían los hombres, se ha demostrado que también las mujeres han tenido un papel muy importante en la vida intelectual durante los siglos.

Hoy solemos confundir a los académicos con los intelectuales, pero quiero enfatizar que entre los académicos hay cada vez menos intelectuales, y más “ejecutivos del saber”; es decir, personal académico que se han transformado en “funcionarios del saber” y esto da lugar a un terrible peligro social. ¿Cuál es el peligro de una sociedad sin intelectuales? Antes que nada, una educación escasa, falta de aspiración cultural; falta de reales modelos a seguir; falta de pensamiento crítico y falta de visón hacia el futuro, por un lado; y, por otro, a nivel político: el surgimiento de la demagogia, el populismo. Tampoco hay que confundir a los intelectuales con el “vedetismo intelectual”, este último siendo una manifestación narcisista, promovida por las mismas redes sociales que hacen de cualquier diletante, un “filósofo”.

Ante el peligro de extinción del intelectual, lo que queda es repensar: ¿cómo se podría reconfigurar el intelectual en la era digital, sin que esto altere su función de derrumbar muros y borrar falacias? Lo que tiene el intelectual, a diferencia del espacio digital (en la cual la mayoría ignorante ha puesto su fe), es: conocimiento, capacidad de analizar, crear un juicio crítico, responder con sabiduría y comprometerse con valores. Por eso el intelectual no debe ser politizado, al contrario, debe preservar su espíritu libre.

“Huérfanos de nuevas utopías, desconectados de los movimientos sociales de jóvenes, que no los reconocen como portavoces, los intelectuales deben volver a definirse” afirma Enzo Traverso, historiador y académico. En su obra ¿Qué fue de los intelectuales? el autor manifiesta la preocupación por la ausencia de los intelectuales de la vida contemporánea e identifica, con ironía, a los “intelectuales de hoy”: gerentes de marketing, asesores de imagen, expertos en cualquier cosa o improvisados, promovidos por mass media (televisión, redes sociales, etcétera). Mientras todo tipo de “personajes” tienen voz, los intelectuales se han retirado en el silencio. Ante esta imagen desoladora, Traverso cree que la única manera de no perder esta valiosa labor es que los investigadores se vuelvan un tipo de escudo para defender la autonomía del pensamiento, cuestionar el orden establecido y disentir con las ideologías imperantes. “El intelectual del presente, que a menudo no es un escritor sino más bien un investigador, debe ser crítico y específico a la vez. La dominación, la opresión, la injusticia no han desaparecido. No podríamos vivir en este mundo si nadie las denunciara” dice el mismo Traverso.

Me pregunto al final de esta breve reflexión: ¿qué pasa en una sociedad en la cual se marginan también a los investigadores…? La respuesta es simple: más pobreza espiritual, falta de perspectivas y falta de una verdadera herencia para las generaciones futuras.

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