Cultura

Isol: "Cuando nada deseas, no hay un sentido de la vida”

La escritora e ilustradora habla de su libro “La costura”, está inspirado en los bordados tradicionales de la cultura palestina

entrevista

Marisol Misenta, conocida como Isol, cuenta que “La costura” fue encargado por el Palestian Museum.

Marisol Misenta, conocida como Isol, cuenta que “La costura” fue encargado por el Palestian Museum.

Un chal tejido por manos palestinas es el motivo del cuento ilustrado “La costura” donde el desgaste del bordado hace que existan puertas de comunicación entre el mundo del frente y del revés, es decir, entre una niña que pierde todo tipo de objetos y otros seres a quienes les llegan objetos extraviados. Ésa es la trama de la historia creada por Marisol Misenta, conocida como Isol.

“Este libro surgió de un objeto que es un chal tejido, a veces los objetos nos traen ideas porque tienen su materialidad y propiedades. Tenía que hacer este libro para el Palestian Museum y tenía un chal, entonces lo empecé a mirar y vi que de un lado estaba lo bonito y del otro lado estaban los secretos con los nudos, con el desorden. Me reflejó dos caras, como si hubiera dos mundos”, señala en entrevista la ilustradora argentina.

Para Isol, sí existe un lugar donde todo está más desordenado y puede ser el inconsciente. “Es el lugar donde uno va a pescar para hacer arte, donde las cosas no están tan definidas y justo ese misterio es lo más interesante”.

“La costura”, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) fue hecho por la ganadora del Astrid Lindgren Memorial Award (2013) durante la pandemia.

Marisol Misenta, conocida como Isol, cuenta que “La costura” fue
encargado por el Palestian Museum.

Marisol Misenta, conocida como Isol, cuenta que “La costura” fue encargado por el Palestian Museum.

“Había una sensación rara de estar encerrado, de cuidarse de cosas, también muchas pérdidas de amigos y de mi padre, sin querer se van filtrando estas cosas. En ese momento me apareció la idea de la pérdida, de las cosas que se pierden –que en concreto desde pequeña se me perdían las bufandas, las llaves, todo lo que es suelto– y que jamás se encuentran”, comparte.

En el libro, un mundo que es un tejido, éste aparece desgastado, entonces hay agujeros por donde se escapan objetos.

“Todo lo que es cerrado o rígido está de un lado que no es muy vital, si uno se pone la idea fija de que las cosas tienen que ser de cierta manera o de cualquier certeza y que no tienen espacio para la duda ni para el humor, para mí eso es muy cercano a morirse”, destaca.

Cuando no te falta algo o nada deseas, no hay un sentido de la vida, añade. “Nosotros vivimos por estar deseando cosas y siempre algo falta en un sentido saludable, esas cosas que están en mi o en mi pensamiento aparecen en esta historia”.

ABUELAS CÓMPLICES

La niña que aparece en el libro se siente comprendida por su abuelita, quien también entiende que existe una vida del otro lado del chal.

“Los niños y los ancianos tienen más tiempo y pueden estar más conectados con otras cosas y jugar. Esta abuela es la cómplice de la niña porque me parece que la madre que está ahí ocupándose de lo cotidiano no tiene ni tiempo de estar pensando en elefantes rosas. Me gustan esos tiempos que son más lentos, que sirven para investigar en lo que uno sueña, para percibir cosas que quizá no son las evidentes o para inventar historias. Los abuelos, muchas veces, son los que les leen a los niños y los que tienen tiempo para ellos”, comenta Isol.

La autora señala que le gusta la idea de mirar las cosas y encontrar figuras.

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“Cuando uno busca, encuentra cosas. Hay gente que se obsesiona con algo y toda la vida ve eso, también les pasa mucho a los niños que tienen más tiempo de estar inventando cosas, ven cosas en las nubes, en el mármol. La idea de ese otro lado del chal es que sea un espacio medio ensoñado, medio para inventar, que es el hueco por donde aparece el arte”, indica.

Sobre el bordado y especialmente Palestina, son temas de mujeres, añade Isol.

“En el libro, la protagonista dice que el mundo se parece a un bordado que hace mi abuela. Hay algo de cierta maternidad del mundo que me parece surgió de la abuela porque está conectada a ese entramado vital que es la fuente de todo”, opina.

Lecturas sin conflicto

Isol platica que los padres y niños que están en Palestina, así como los que estarán en Palestina viven con el conflicto desde hace tanto tiempo que ya quieren hablar de otras cosas y leer otros temas.

“Eso lo vi cuando fui a dar unos cursos de ilustración, no sólo quieren ser víctimas en un conflicto, que eso no te marque toda la vida, buscan lugares para respirar. No vamos a negar esa situación, pero los mismos del museo me decían: no queremos que se hable del conflicto”, externó Isol.