Cultura

Jorge F. Hernández: “Cochabamba” narra la historia de Catalina Equis, la mujer que conquistó Francia

Fue la mujer más bella del mundo y rompió el patriarcado familiar, añade el escritor. La novela es también un homenaje a lo importante en la vida: el amor, el abrazo, el beso, la amistad y la conversación

Catalina Equis era boliviana y fue la mujer más bella del mundo que conquistó París. Se casó con el Conde de Dupont, se codeó con Coco Chanel y Édith Piaf y fue amante del Nobel de Literatura, Albert Camus.

Catalina Equis fue hija del Evaristo Equis, el oligarca boliviano que domina su entorno mediante el autoritarismo: su familia come lunes, miércoles y viernes el mismo menú; martes, jueves y sábado, otro y el domingo las sobras. Nadie habla en la mesa antes que el patriarca, los domingos va a misa y trata como esclavos a sus trabajadores.

Pero un día a la hora de la comida, “está parado en el quicio un minero de 1.92 de estatura. Un roble. Un árbol hecho hombre estéticamente perfecto”, me sigue contando Jorge F. Hernández y remata que se llama Pedro García, un minero que le dice a Evaristo: “interrumpo porque es de vida y muerte… porque vengo a pedirle permiso para hablar con su hija Catalina… porque me quiero casar con ella”.

Un atrevimiento que Evaristo no acepta y furioso se lleva a su hija a París, donde Catalina transformará su vida y romperá ese patriarcado, sigue Jorge con su relato de esta historia que le contó el diplomático francés Xavier Dupont -el hijo de Catalina-, y hoy es la novela “Cochabamba” que tardó más de 20 años en escribir.

Pero la historia de Catalina, dice Jorge, es también una celebración a lo importante en la vida: la conversación, la comida, al amor, a la amistad y libertad. Y en este gusto por contar historias es así como fue la plática con Jorge sobre “Cochabamba”.

¿La novela es un homenaje al gusto que da el platicar, reunirse con amigos e imaginar?

Exacto. Pones del dedo en la llaga porque la novela es una celebración de la sobremesa. Soy de alargar la chorcha y cuando me ofreció Xavier Dupont que escribiera la historia de su mamá, le dije: habrá que platicar, no sé qué decir, cuéntame un poco quién fue ella y luego me enseñó una foto y ahí fue cuando se prolongó la primera cena que llegó a la madrugada.

Durante esas pláticas, que duraron tres días, supe que había una historia que narrar. De hecho, la novela pudo haber sido mucho más larga, pero decidí cortar muchas cosas que nada tienen que ver con la historia central: el relato de la vida de Catalina, sus amores y cómo llegó a París, conquistó Francia y llegó a ser amante de Albert Camus, Premio Nobel Literatura.

¿En esas pláticas emerge la fascinación al descubrir a una persona?

En ese sentido, esa es la definición de un libro. Porque un libro es una conversación consigo mismo y con el autor y en este caso la narrativa te lleva en primer lugar a Cochabamba, ciudad que no conozco y creo que no voy a conocer porque llevó ya dos infartos, tengo siete stems y su altura me puede provocar otro infarto.

Conocí París gracias a que leí sobre la ciudad y luego fui en persona. Pero cuando Xavier me contaba sobre su mamá, era un París que ya no existe, en blanco y negro, con música de Édith Piaf, y le decía que maravilla era así viajar, era meterse a esa época.

¿Pero la historia nace del atrevimiento de un minero, del esclavo llamado Pedro, quien pide la mano de Catalina?

Esta desigualdad y discriminación sigue vigente. Los lectores van identificar como algo que sigue sucediendo. El patriarca que creyó que Pedro no era digno de su hija, que no merecía ni dirigirle la palabra y por eso se la lleva de Cochabamba a Francia.

De alguna manera, a Catalina también le tocó vivir lo mismo, porque cuando se enamoró de ella el papá de Xavier, este güey no quería presentarla con su familia. Le daba un poco de vergüenza decir que andaba con una boliviana y, al contrario, cuando la conoció la familia, ésta se volvió loca, porque Catalina era la mujer más bella del mundo.

O como lo escribí en la novela: “Catalina Equis supo que era la mujer más bella del planeta. Así, en ese instante donde respiran absolutamente todas las mujeres de cada una de las generaciones y paisajes que forman la Tierra, se saben la mujer más hermosa del mundo sin que nadie se los tenga que decir”.

Esto es el origen de cómo Catalina rompe la rigidez y patriarcado. Si parafraseamos a Pink Floyd, es el lado oscuro que aún está en la vida contemporánea.

Parecería que estoy escribiendo de una época remota, donde ese tipo de imposiciones eran lugar común, en un mundo en blanco y negro, en la época de los hermanos Soler, de Joaquín Pardavé, y resulta que mucha gente que la leyó me dice: ‘Fíjate que mi padre era igual o mi abuelo sigue siendo así’. Aún existen ese tipo de cuadrículas inamovibles. No se puede hablar hasta que lo haga el patriarca ni puedes contestarle. En algunas familias todavía se les tiene que hablar de usted.

Y de pronto la novela también describe que todo eso pertenece, afortunadamente, a algo que ya podemos meterlo en la vitrina, porque por encima de eso está la callada y poderosa mirada del amor. Los abrazos que parecen eternos, el beso, aunque lo des muchas veces, sigue siendo un clon del primero.

En la novela llegas a lo mejor que puede tener el ser humano: el amor y el gusto por vivir.

En el fondo, ese es el paisaje de “Cochabamba”, es decir, esa mujer que había nacido en esa ciudad boliviana, termina soñando con el paisaje de Cochabamba y a lo mejor en el abrazo de Pedro.

Un abrazo que sí nos dimos Xavier y yo cuando terminó la plática y le dije: No estoy seguro cuando la voy a escribir. De hecho, me tardé más de 20 años, pero en ese tiempo narraba la historia a diferentes públicos. Cuando daba clases de escritura creativa o en pláticas e incluso la conté en inglés en la Universidad de Carolina del Norte, porque me invitaron a un congreso y nada tenía para hablar y les dije: voy a contarles la historia de la mamá de un cuate.

Pero cuando decidí ponerla en tinta, es porque me quedé desempleado. Me corrieron de una chamba que tenía en la embajada y dije: este es el momento de ponerme a escribir.

El resultado de estas dos décadas es una novela divertida, emotiva, que entretiene, porque siempre esperas saber qué le va a pasar a Catalina.

Eso espero que sea, pero además el tamaño del libro le dice a cualquier persona que la ve en la librería que no le estoy tratando de enjaretar un rollazo. Aquí no hay mucha paja, no me fui por las ramas y me concentré lo que tiene que ver exactamente con la explicación, si es que hay, de cómo se enamora y cómo se puede desenamorar una pareja.

Esta magia la encierra la frase que escribes: “La mujer más bella del mundo”.

Esos párrafos los escribí con el corazón la mano, porque además lo aseguro y creo que todas las mujeres en algún momento de su existencia saben que son la mujer más bella del mundo.

En el caso de Catalina Equis, fue el día que baila por primera vez con el hijo del conde francés. Y lo mismo pasa con el minero que se enamoró de ella. No está claro cuando la vio, no se sabe cuánto tiempo la vio. Es probable que sólo la vio pasar en la plaza y si tu investigas en las familias, hay muchas anécdotas de ese tipo.

Hay abuelos que no han querido contar que se enamoraron porque se vieron de lejos por una ventana. Aquí, en Madrid, conocí a parejas que se enamoraron porque él la vio a ella en un autobús y corrió tras el camión para subirse y tratar de hablar con ella. Y ahora son abuelos. Eso es lo que trate de honrar las historias, que supuestamente son anónimas que no deben perderse en la amnesia.

Y obviamente la mujer más bella del mundo es la disruptora que rompe cadenas y termina en su paraíso: en Cochabamba, casándose con Pedro.

Es el fin de la tensión dramática cuando me la narraba su hijo. No sabía cómo iba a terminar, si iba a terminar en Francia olvidándose de su pasado, olvidándose de su idioma.

Cochabamba
La novela. La novela. (La Crónica de Hoy)

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