Cultura

Julián Herbert: “La literatura va más allá del juicio de autoridades, de decir esto es bueno o malo”

Presenta su libro “Suerte de principiante”, una serie de ensayos sobre oralidad, la incapacidad humana…

entrevista

Hay formas de respiración y ese es uno de los aspectos eróticos de la literatura, dice Julián Herbert.

Hay formas de respiración y ese es uno de los aspectos eróticos de la literatura, dice Julián Herbert.

Red Nacional de Arte

En la literatura existen diferentes formas de respiración y eso la convierte en erótica, además tiene voluntad ética de gratuidad y la bondad de crear personajes mala leche. Ésas son algunas reflexiones que comparte en entrevista Julián Herbert (Acapulco, 1971) a propósito de su libro de ensayos “Suerte de principiante”.

Estos textos editados por Gris Tormenta, en su mayoría, iniciaron como charlas que el autor hizo en voz alta ante un grupo de amigos en la sala de su casa, y para presentarlos como ensayos, tuvo que re-trabajarlos, es decir, fue su propio editor. Los temas que aborda son múltiples: la oralidad, la incapacidad humana, los espacios de refugio, los resentimientos y chismes literarios.

“Son textos que están pensados y construidos, por una parte, con la obsesión personal y, por otra, con la necesidad de tener siempre un sentimiento de un interlocutor. Son textos muy intervenidos por otras personas. Son once ensayos cuyo origen es un ejercicio de oralidad, ocho se hicieron en la sala de mi casa con amigos, uno más en Querétaro, otro en Monterrey y uno frente a la cámara porque estábamos en pandemia”, narra.

¿Hoy pocos cuidan las habilidades de lectura en voz alta?

Vengo de una formación muy particular: la poesía y la canción. Me formé en el ámbito de la canción popular porque de niño cantaba en los camiones y quería tener una banda de rock, todas esas cosas que luego para mí se conectaron con una formación clásica porque estudié Letras. Es el choque de mundos.

Hoy no sólo prevalece lo visual sino también lo digital. Lo digital tiene cierta afección enmudecedora, aunque hay territorios donde lo digital puede abrirse al mundo material.

Para Herbert, aprender a respirar es un proceso lógico para encontrar el ritmo de la escritura.

“Hay formas de respiración y ese es uno de los aspectos eróticos de la literatura porque es como en las relaciones carnales: hay ciertas formas de respiración que se contagian, se contaminan y se llevan. Me costó mucho trabajo, por ejemplo, toda mi juventud leer a Marcel Proust, me aburría mucho, me parecía muy digresivo, que se extendía demasiado en cosas que no me interesaban y en este momento de la vida, a mis 53 años, leer a Proust es de lo más rico que me está pasando”, confiesa.

Lo anterior se debe a que su manera de respirar cambió. “Siento que a veces hay cosas con las que uno nunca comulgará y hay cosas para las que quizá ya se te pasó el tiempo o para las que llegará el momento. Eso hace a la literatura tan plástica y vasta, más allá del juicio de autoridades, de decir que esto es bueno o malo, hay una corporeidad en la respiración”, añade.

En el libro, el autor de “Canción de tumba” y “Las azules baladas” afirma que ser escritor es de los trabajos peor pagados en la historia, entonces ¿por qué seguir? y señala que ejercer esa profesión implica una gratuidad que puede ser una tentación para ceder su ego al gran espejo social impuesto por los políticos.

“Algo que en este momento me jala mucho, lo pienso así en el aire, es la gratuidad, no poner demasiada aspiración en algo y dejar que las cosas funcionen por sí mismas. Estoy regresando a la música, durante mucho tiempo quise ser músico exitoso y nunca sucedió, luego medio dejé la música y físicamente me costaba mucho trabajo, pero el último año he regresado, me acerqué a mi amigo Héctor Zárate no sólo para hacer música, sino para encontrarnos en la vejez”, indica.

¿Qué pasa cuando un autor inyecta su resentimiento a sus personajes?

El resentimiento es una herramienta útil pero me parece insuficiente porque es una ficción. Una parte está construida para hacerme la víctima y el bueno, y más interesante que el resentimiento es la mala leche que uno tiene contra sí mismo.

En esa medida, los mejores personajes son los que saben que están condenados a no ser buenas personas, a no ser buena gente; yo no conozco a alguien que sea tan buena persona como quisiera, es más, las mejores personas que conozco, las más bellas, entregadas y generosas lo son porque aceptan sus lados más oscuros,

El resentimiento con humor siempre es un poco mejor. El humor hace que las cosas sean menos, eso me gusta porque a soy afecto a los territorios fronterizos donde no terminas de creértela, ni el romanticismo es tan puro, ni el enojo tan puro, ni la belleza es tan pura.