
La materialidad de los objetos usados por las culturas antiguas como plumas para elaborar penachos, jade para formar piezas mortuorias o la talla de diversas piedras para crear representaciones miniatura de algún ritual, evidencian la tecnología del pasado, así como el conocimiento y la destreza de los indígenas.
Ésa fue una de las ideas que planteó Laura Filloy Nadal, curadora asociada de Arte Americano Antiguo del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, en la ponencia “Una mirada al pasado desde el presente: (re)construyendo materialidades mesoamericanas entre lo físico y lo efímero”, que fue parte de la Cátedra Eduardo Matos Moctezuma que organiza la Universidad de Harvard.
“Mi ponencia surge de las actividades profesionales que se desarrollan en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y a las redes de colaboración que hemos tejido entre instituciones y profesionales de múltiples áreas del conocimiento dedicadas al estudio de nuestro pasado”, comentó Filloy Nadal.
La investigadora mexicana señaló que su labor de más de 25 años como conservadora en el Museo Nacional de Antropología le permitió estudiar diversos objetos que resguarda dicho recinto, en donde la noche del martes dictó su ponencia.
“Con el paso de los años, en el Laboratorio de Conservación de este museo se ha ido conformando un protocolo de trabajo que incluye, entre otras cosas, la identificación de la materia prima y la técnica de manufactura de los objetos”, dijo.
A través de su desempeño como conservadora, restauradora y arqueóloga, Filloy Nadal emprendió estudios de caso para observar semejanzas y diferencias en la selección de materiales, así como las particularidades en la técnica elegida por los antiguos pobladores.
“Para algunos casos, a través del estudio de la materialidad de los objetos, hemos podido identificar decisiones tecnológicas de sus autores, éstas se expresan en la selección de los elementos constituidos, las diferentes técnicas de manufactura o la manera en cómo se utilizó un artefacto. También hemos podido vislumbrar algunas de las relaciones que existen entre los objetos y los individuos, en distintos momentos de su biografía cultural”, indicó.
Filloy Nadal definió su trabajo y el de sus colegas como cadenas operatorias, esto es, asociar el conocimiento que los indígenas poseían de cada recurso natural con la elección de procedimientos específicos; unir “el saber hacer, la técnica, tecnología y las bellas artes”.
“El Museo Nacional de Antropología no cuenta con laboratorios propios pero la colaboración con distintos grupos de trabajo en México y en el extranjero, (donde) sí cuentan con tecnología de punta y una gran variedad de técnicas analíticas, ha permito la caracterización de muchos de los materiales constitutivos de las piezas”, dijo.
La investigadora expuso tres casos multidisciplinarios de restauración y conservación en los que trabajó: la restauración de la máscara funeraria de K’inich Janaab Pakal, soberano de Palenque en el siglo VII de nuestra era; la Ofrenda 4 de La Venta, conjunto de figurillas y representaciones miniatura de estelas depositadas entre el 700 y 800 antes de nuestra era en un centro ceremonial de Tabasco; y dos mosaicos de plumas que probablemente se manufacturaron en el seno del imperio mexica en las últimas décadas del siglo XV o primeras del siglo XVI.
Filloy Nadal indicó que esos objetos comparten características: fueron trabajados en centros urbanos por manos artesanas y que la adquisición de materias primas proviene de zonas lejanas.
“Algunos de estos bienes preciosos recorrieron grandes distancias para fungir como regalo o para ser ofrendados en los lugares más sagrados de cada centro ceremonial y en los entierros de élite, por esta razón, entender el contexto de uso de estos materiales suntuarios ayuda a develar algunos conceptos mesoamericanos relacionados con el valor y el lujo antes de la llegada de los españoles a América”, dijo.
Las rocas duras eran uno de esos materiales valiosos; los mesoamericanos tuvieron predilección por las rocas color verde a lo largo de los siglos, englobadas en jade cultural o jade social, agregó.
“Englobadas en valores relacionados a conceptos de riqueza, preciosidad, perfección, autoridad gubernamental, sacralidad, centralidad, abundancia y eternidad; también se les vinculaba con el agua y consecuencia con la fertilidad de la vegetación y el maíz, en ciertos casos la manifestación material de ciertas entidades anímicas”, detalló.
CASOS DE ESTUDIOS
En 2001, narró Filloy Nadal, se iniciaron trabajos de restauración y conservación de la máscara funeraria de Pakal, gobernante que fue enterrado en un sarcófago monolítico el 28 de agosto del 683 de nuestra era, con un rico ajuar hecho de piedras verdes de diferentes tonalidades.
“Los palencanos tuvieron que proveerse de gran cantidad de piedra verde, ya que en conjunto todos los elementos del ajuar pesan más de tres kilos y medio. Para elaborar la máscara, los artífices seleccionaron piedras con distintos tonos de verde. Caracterizamos estas materias primas empleando la difracción de Rayos X, se identificó el empleo de cosmocloro, jadeíta y albita”, indicó.
Parte de esta jadeíta procede de la zona central del Río Motagua, añadió la investigadora.
Sobre la Ofrenda 4 de La Venta mencionó que fue excavada en 1955 y que su datación es del año 700 de nuestra era. Filloy Nadal comentó que es una ofrenda que la conforman 16 figurillas antropomorfas que representan una escena marcada por seis hachas que asemejan estelas.
Estas piezas se analizaron en 2012 y los investigadores identificaron el empleo de cinco variedades de piedra, una sola de las hachas fue elaborada con pyroxenita de color verde intenso, en tanto que las otras 5 resultaron de jadeíta albítica, roca de color blanco con vetas verdosas.
Algunos de estos materiales también proceden de Motagua y otros como la serpentinita, con la que se elaboraron 13 figurillas, sus yacimientos están en la Sierra Juárez de Oaxaca.
Respecto a los dos mosaicos de plumas, la investigadora comentó que las plumas fueron de las materias primas más preciadas en Mesoamérica y los objetos emplumados tuvieron un uso simbólico, secular, religioso, cortesano, militar, ornamental y práctico además de ser un privilegio de las élites y los dioses.
“En el Códice Mendoza se mencionan algunos de los artesanos que laboraban en Tenochtitlan y se especifica que el conocimiento se heredaba de padres a hijos. Se menciona que 20 especies de aves se usaban en las labores de plumaria, en donde destaca la guacamaya roja, los pericos, el ibis espátula rosada, cotinga azuleja y el quetzal”, destacó.
En el Códice Florentino se explica que quienes trabajan la plumaria eran los amantecas, quienes vivían en Tenochtitlan. “Unos laboraban en palacios y confeccionaban objetos para dignatarios y nobles, otros trabajaban de manera más independiente en los barrios residenciales, los más afamados fueron los del barrio de Amantla, de ahí su nombre”.
Por último, la curadora expresó que las propiedades físicas de las materias contribuyen a las cualidades estéticas y simbólicas de un objeto, pero también son instrumentos para detonar respuestas emocionales. Y destacó que “no sería posible desarrollar investigaciones y análisis sin la conformación de equipos multidisciplinarios, sin las colecciones de los museos, sin el apoyo de las instituciones”.
CÁTEDRA MATOS MOCTEZUMA
David Carrasco, profesor para el Estudio de Latinoamérica de la Cátedra “Neil L. Rudenstine”, de la Universidad de Harvard, explicó que la Cátedra Matos Moctezuma se realiza en honor al arqueólogo mexicano porque sigue demostrando “que el mundo antiguo de México, que durante siglos se dio como algo transcurrido y clausurado, continua abierto porque la arqueología es, en palabra de Matos, como una linterna que ilumina nuestras complejas y creativas raíces”.
Matos Moctezuma destacó el trabajo de restauradores y conservadores por la disciplina, perseverancia, interés, dedicación, y sobre todo, a la paciencia con la que realizan su trabajo.
“Todo esto que he dicho encarna en muchos restauradores, pero principalmente en Laura Filloy, quien ha trabajado un buen número de materiales. El Museo Nacional de Antropología es su casa, sus alcances han llegado a uno de los museos más importantes del mundo, el Metropolitano de Arte de Nueva York, quizá se dice fácil y de pocas palabras, pero eso implica toda una vida dedicada a la restauración”, dijo.
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