Cultura

“Me parecía irónico que el director de la Academia Mexicana de la Lengua fuera mudo”

Gonzalo Celorio habla de su reciente libro “Mentideros de la Memoria”, donde aborda anécdotas y  perspectivas críticas sobre Cortázar, Rulfo, García Márquez, Monterroso y Dulce María Loynaz, entre otros escritores.

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. En el libro también hay una fuerte dosis de ficción narrativa que da al libro singularidad, pero, más que nada, creo que me representa muy bien: es una especie de autobiografía, dice Gonzalo Celorio.

. En el libro también hay una fuerte dosis de ficción narrativa que da al libro singularidad, pero, más que nada, creo que me representa muy bien: es una especie de autobiografía, dice Gonzalo Celorio.

EFE

Gonzalo Celorio contesta la llamada para conversar sobre su reciente libro “Mentideros de la Memoria” (TusQuets Editores, 2022) con una voz apenas audible. Se ha estado recuperando de una operación y del Covid.

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“Me hace mucha gracia que me preguntes si encontré mi voz cuando, justamente, la he perdido”, dice en una media risa-ahogada. “Es una paradoja simpática. Ahora que me quitaron este cáncer, me parecía irónico que el director de la Academia Mexicana de la Lengua fuera mudo”.

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Gonzalo Celorio.

Como los grandes amantes de la literatura, Celorio acomoda sus propias palabras junto a las de otros autores para explicarse el misterioso orden de la vida. En esta ocasión cita a Borges y su declaración sobre la maestría de Dios “que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche”.

Congruente con su forma de ver el mundo a través de un prisma literario, la reciente publicación del actual titular de la Academia Mexicana de la Lengua aborda anécdotas, perspectivas críticas y lecturas de personajes literarios como Julio Cortázar, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso y Dulce María Loynaz, entre otros a quienes el autor tuvo oportunidad de conocer.

Le gusta la “combinatoria” del recuerdo/testimonio, destaca, pero también reflexionar sobre un determinado objeto de estudio y la crítica literaria. “También hay una fuerte dosis de ficción narrativa que da al libro singularidad, pero, más que nada, creo que me representa muy bien: es una especie de autobiografía, donde el protagonista no es el autor del libro”.

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Gonzalo Celorio prefiere ceder el protagonismo a los escritores que ha tenido el privilegio, sobre todo, de leer y, en algunos casos, de conocer, tratar y/o tratar muy cercanamente –al grado de ser amigos. “Si no los hubiera leído no me interesarían. En este caso no me interesan las personas sino sus obras”.

El estilo híbrido -que no es novela, ni ensayo, ni ficción, ni autobiografía, pero sí un poco de todo- es algo que ha marcado toda su producción. Sin embargo, destaca que aquí esta fórmula es más acusada.

Entonces, respecto de su congruencia literaria y de haber encontrado su voz –la otra, no la de la garganta- dice: “no puedo decir que haya encontrado mi voz, porque la voz verdadera de un escritor no es necesariamente la última. Yo creo, por ejemplo, que en los grandes poetas, esa voz (la más clara, la más diáfana y representativa) es su voz juvenil. En cambio, generalmente, en los novelistas la voz que los define es la madura. La verdadera voz de un escritor es la suma de sus voces a lo largo de su vida”.

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LOS MENTIDEROS

Antes de esta publicación hubo otros libros de carácter autobiográfico, en los que el escritor, editor y crítico literario ha expuesto una gran intimidad.

“La desnudez en este caso es una especie de conquista que he podido alcanzar después de muchos ejercicios, que no son precisamente impúdicos, sino que tienen que ver con la necesidad de expresar la intimidad, un poco para también conocerme a mí mismo”, señala.

Observa que, a lo largo de 11 libros publicados con esta editorial, ha llevado un proceso de expresividad importante y concede que al alcanzar su edad se ha vuelto un poco más cínico. “Ya no tan puritano, ni pudoroso, porque me he acostumbrado a esta desnudez. Aunque parezca paradoja, me visto con la desnudez. Esta manera de abrirme de exponer la intimidad es una forma de mi indumentaria, algo que me protege al mismo tiempo”.

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. La lectura de “Arreola (y Borges)”, de Gonzalo Celorio,  se transmite a través de la página de Facebook y por el canal de YouTube de la AML, a las 13:00 horas.

En esta ocasión, detalla que los puntos de partida de la veintena de textos que integran la obra son reales aunque están, de alguna manera, transformados por la ficción literaria. Se trata también de un homenaje con dimensión crítica, por lo que habla de plagios y personalidades complicadas.

“Los mentideros son los lugares o espacios donde personas pertenecientes a un gremio especulan y discuten cosas, pero lo que caracteriza a esa palabra es que no son discusiones precisamente profundas o cesudas, sino especulativas, es lo que se imagina o piensa que pueda suceder”.

Indica que por este motivo le pareció un buen título para aquellos espacios de la memoria donde hay especulaciones y recuerdos que, atravesados por el ejercicio de escritura cobran otra dimensión literaria: aquí se hacen exageraciones y concesiones en favor de la belleza del relato.

“Siempre digo que no tengo imaginación, sino memoria. Aunque la memoria obviamente implica una imaginación porque el texto literario, el lenguaje mismo, no es la realidad, sino una representación de la realidad que a lo largo del tiempo va sufriendo modificaciones”, ahonda Celorio.

El libro.

El libro.

DE LA MEMORIA

“Es que para mí la literatura y la vida se me han confundido. Es una vocación literaria: entre la vida y la literatura no veo dos compartimentos estancos, este libro implica no nada más la lectura sostenida de algunos escritores sino, sobre todo, la relectura”, continúa el escritor.

Considera que, además de modificar el gusto literario, los buenos y verdaderos libros, cambian la vida. “Eso me pasa particularmente con Cortázar. Hay autores que amplían tu formación, modifican tu gusto literario, que aportan algo a la literatura, etc… pero algunos escritores modifican también tu pensamiento, ideologías, convicciones, creencias, actitudes y conductas frente a la vida. Creo que eso es muy importante”.

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-Pareciera que para ti la memoria tiene un carácter paradójico, que uno está constantemente intentando plasmar, pero que se reconoce como algo falible, ¿a final de cuentas eso está bien porque nos permite recrear y comprender las cosas de otra manera?

“Toda proporción guardada y eso, que quede claro. Pero es que he sido lector de Proust y creo que la escritura es un arma de doble filo. Por un lado se piensa que recordar es vivir y, efectivamente, cuando está recordando y escribe esos recuerdos los recupera, es ir en busca del tiempo perdido. Pero, por otra parte, paradójicamente, uno también escribe para olvidar”.

Gonzalo Celorio recuerda y vuelve a citar, esta vez a Juan Carlos Onetti, quien a través de un personaje en “La vida breve” apunta: “la vida no ha terminado, todavía hay esperanzas para el olvido”.

“También, escribir lo ocurrido en la propia vida es, finalmente, sepultar ese recuerdo y dejarlo ya para que ya no siga dando lata, latiendo. En ese sentido, recordar también es morir”, añade vía telefónica la voz bajita, sin titubear.

Aunque sigue leyendo obras nuevas, últimamente, Celorio prefiere la relectura.

FUTURAS MEMORIAS

Gonzalo Celorio informa que actualmente se encuentra escribiendo sus memorias de manera mucho más deliberada. Este libro llevará por título un verso en el que Borges describe la memoria: “ese montón de espejos rotos”.

“De manera todavía más personal y desnuda hablo de mi propia historia, vida, recuerdos. Obviamente, muchos son sobre literatura e instituciones porque he tenido oportunidad de trabajar en varias instituciones ejemplares y prodigiosas como el FCE (Fondo de Cultura Económica), la Academia de la lengua, etc”, comenta.

Agrega que tiene la intención puntual de mezclar su imagen privada con la de la vida pública y observa que este ejercicio es poco común en nuestro país.

“En la literatura hispanoamericana, muy particularmente en la mexicana, no existe esta actitud abierta y confesional. Cuando alguien escribe sus memorias habla de su vida pública y no de la privada. Si un expresidente norteamericano cuenta sus memorias comienza por hablar de los hot-cakes que le prepara a sus hijos los domingos”.

En cambio, continúa Celorio, “en México, cuando Vasconcelos (el autobiógrafo mayor) hace algunas revelaciones personales, las censura en su segunda edición porque hay una especie de pudor del que hablaba Cortázar, cuando decía que los escritores latinoamericanos escribían con corbata. Una especie de solemnidad y pudor”.

Todavía no hay fecha para esta publicación que revelará, como suele ocurrir en la vida, una serie de aspectos personales que se enredan con otros de carácter social, público e institucional. “Pero ya llevo muchas páginas trabajando en este espejo, digo, libro. No sé cómo va a terminar porque, como su título indicará, es absolutamente fragmentario. No busco hilación cronológica, sino un montón de espejos”.