Cultura

"Mi nombre es Lucía Joyce", historia del abandono y olvido

La historia de la hija de James Joyce, quien fue internada en un psiquiátrico, es relatada por Sofía G. Buzali

Literatura

Lucia Joyce, durante una actuación en París en 1929.

Lucia Joyce, durante una actuación en París en 1929.

PAUL FEARN (ALAMY / ACI)

Lucía Joyce fue la hija de Nora Barnacle y James Joyce, el autor de la novela Ulises, Lucía fue bailarina profesional, era políglota y padeció una enfermedad mental que la hizo vivir 30 años en el Hospital Psiquiátrico St. Andrew’s, en Northampton, Inglaterra. La vida de esta mujer es narrada por Sofía G. Buzali en el libro Mi nombre es Lucía Joyce.

“Me encontré con una hija y una bailarina profesional que hablaba una serie de idiomas: inglés, francés, italiano y alemán, en medio del mundo intelectual de su padre, James Joyce. Lucía bailaba danza moderna y me entero que dejó de bailar y estuvo internada en un hospital psiquiátrico durante 30 años. Ahí fue donde empezó mi curiosidad por este personaje”, señala en entrevista la autora.

Sofía G. Buzali leyó la biografía de James Joyce escrita por Richard Ellmann y la biografía de Lucía Joyce escrita por Carol Loeb Schloss, investigadora de la Universidad de Stanford, la cual abarca desde su nacimiento hasta el momento en que es internada en el psiquiátrico.

Lucía fue hija de un genio y de un mundo en guerra, añade. En el libro editado por Editorial Dos Líneas, la autora narra que durante la ocupación alemana de París, durante la Segunda Guerra Mundial, Lucía estaba internada en un hospital psiquiátrico francés (en Ivry), pero los bombardeos hicieron que los internos fueran trasladados al Hospital Psiquiátrico de Charmettes, en Pornichet, mientras su padre y madre huían de Francia y viajaban hacia Zurich, donde el célebre autor moriría.

Lucía en el abandono fue trasladada, en 1951, por su albacea Miss Weaver, al Hospital Psiquiátrico St. Andrew’s, donde pasaría el resto de sus días.

“Cuando James Joyce muere, en 1941, Lucía es abandonada porque ella ya había pasado por varios hospitales psiquiátricos y se queda a la deriva. Nadie la rescata, nadie la ayuda, solamente queda la albacea de Lucía, que era la mecenas de Joyce, se llamaba Miss Weaver, una solterona que toda su vida ayudó a Joyce, lo apoyó económicamente para sacar adelante Ulises, para que pudiera escribir”, comenta.

A la muerte del autor, el nieto Stephen que fue hijo de Giorgio (el hermano de Lucía), decidió borrar a su tía.

“Leí todo lo relacionado con Lucía y James Joyce, hay varios escritos de Jung en relación a Lucía y de otros psicólogos, pero no había información específica de la vida de Lucía porque el nieto prohibió cualquier publicación o documentación de ella”, narra la autora.

Buzali comenta que el nieto pidió al escritor Samuel Beckett, asistente de Joyce, quemar todos los documentos y cartas donde se mencionara a Lucía. “Por años, el nombre de Lucía no se podía tocar legalmente, incluso la biógrafa, Carol Loeb Schloss, tuvo problemas legales con el nieto, eso me fue llevando a tener un poco más de curiosidad y adentrarte a la vida de esta mujer”.

–En tu novela, ¿haces una crítica a la vida de Joyce?

–La novela tiene varias lecturas y una es la relación padre-hija, pero no es una crítica, las biografías muestran que James Joyce era un hombre alcohólico, irresponsable, que tenía muchas deudas, que la madre siempre quiso volver a Irlanda, que tenían muchos pleitos, independientemente de la genialidad que tuvo.

“Para Joyce, Lucía era sus ojos, pienso que en esa familia, la relación edípica entre los dos fue muy importante a tal grado que Lucía es la musa o inspiración de James Joyce en Finnegans Wake, en esta familia donde hay un padre inmerso en su propio mundo, un padre con ese egocentrismo total, siendo el centro de todo, tratando de hacer la gran obra y, por otro lado, una esposa que se sentía abandonada y celosa de la hija”.

Narración desde el psiquiátrico

La novela "Mi nombre es Lucía Joyce" está escrita en forma de diario, donde los días en el psiquiátrico narrados por la protagonista son ficticios, pero los datos biográficos son reales.

“La biógrafa decía que Lucía sentía que le habían quitado su alma a través de todos los distintos medicamentos que debía ingerir en el hospital, incluso le daban un tipo de medicamento que le hacía que le creciera la barba, se le pusiera el pelo blanco, que olvidara, realmente eso es muy fuerte”, comenta Sofía G. Buzali.

En la obra encontramos la confesión de Lucia, de las relaciones amorosas, en particular con Samuel Beckett, un romance frustrado, a quien todavía añora, porque el amor es una locura incurable y definitiva. La novela confirma el diagnóstico oportuno de Carl Jung, quien la consideró como la femme inspiratrice de su famoso padre y percibió el fondo oscuro de su destino. Sola y abandonada, su mayor obsesión es escapar. Volar en busca de su padre, enterrado en el cementerio de Fluntern, en Zúrich, y de quien nunca pudo despedirse. Lucia falleció en Northampton, Inglaterra el 12 de diciembre de 1982.

Lucía bailaba danza moderna.

Lucía bailaba danza moderna.

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