
Vivian Maier fue una fotógrafa estadunidense que retrató la vida en las calles de Nueva York y Chicago durante la segunda mitad del siglo XX; sin embargo, su trabajo estuvo en el olvido hasta el 2007 cuando sus negativos, objetos personales y grabaciones fueron comprados en una subasta ya que, ante la falta de dinero, la artista tuvo que dejar sus pertenencias en un almacén y vivir en un parque público.
Hoy 200 de sus fotografías se exhiben en el Museo Franz Mayer, en la exposición “Rev(b)elada. Vivian Maier, fotógrafa”, procedentes de un archivo de 150 mil negativos, que en su mayoría (al menos, 90 mil imágenes) fueron fotografías que no vio reveladas. En ese acervo también existen 300 películas de 3 minutos cada una y grabaciones que suman 20 horas de audio.
Una de las particularidades del trabajo de Vivian Maier es su autorrepresentación, es decir, fotografías de ella misma como un elemento más del paisaje o un autorretrato intencional. Otros temas que se observan en la exposición son retratos de adultos mayores y niños, la vida en el transporte público, las modas en vestimenta y objetos en el piso.
“Esta muestra es una investigación profunda, es una radiografía del archivo Vivian Maier, de 1950 y 1995. Ella nació en Nueva York en 1926, no tuvo una infancia muy feliz, siempre anduvo entre Francia y Estados Unidos, pero a inicios de los 50 del siglo pasado se instaló en Nueva York y es cuando inició su trayectoria fotográfica”, narró la curadora Anne Morin.
En palabras de la experta, Maier fue una fotógrafa autodidacta, curiosa, se interesó por el mundo, acudía al cine, leía los periódicos e iba a exposiciones.
“Trabajó de niñera toda su vida, vivía en la casa de los demás, era invisible y perteneció a la clase obrera, no pertenecía al orden social y no era digna de ser vista”, indicó Morin.
¿Por qué retrató a personas mayores?
Fotografió los semejantes a ella, como si fueran parte de una tribu. De los adultos se enfocó en sus rostros, sus arrugas, sus miradas cansadas, con eso narra lo que fue Estados Unidos en los años 50, de cómo estaban exhaustos y detrás de esos rostros hay historias que podemos imaginar.
Fotografío también al colectivo al que perteneció: los niños. La infancia es la esfera donde se sumergió décadas y son los niños quienes le enseñaron a mirar el mundo con la capacidad que tienen de descubrir, de inventar historias.
La curadora explicó que el mundo puso a Maier en la opacidad, “en los que no son nadie; en las calles fotografió objetos residuales de una vida que ya no está”, esa invisibilidad que fortaleció su compromiso con el feminismo.
“Tenía una posición política muy firme, no era de extrañar que tenía la intención de sacudir a las mujeres de la época, muchas veces mujeres sometidas, en un contexto sin opiniones y cultura, entonces iba con su micrófono preguntándoles qué opinaban de Nixon; hay películas divertidas donde uno de los gobernadores de Illinois había sido acusado de una malversación, entonces ella tomó su cámara y afuera del lugar del juicio inició a grabar”, narró.
Maier supo que tenía un talento para la fotografía ya que coleccionó sus propias imágenes, aunque al final de su vida terminó perdiéndolas.
“Terminó en la miseria, puso sus pertenencias en un almacén en Chicago, pero cuando no pudo pagar sus mensualidades, las dejó en ese sitio. Ella, en sus 80 años vivió en un parque público, hasta que tres niños la vieron, la reconocieron y la llevaron a un departamento”, comentó Morin.
En 2007 el dueño de ese almacén pidió deshacerse de los objetos de Maier y entonces pensó en realizar una subasta y fue así que le avisó al escritor John Maloof de lo que tenía, quien adquirió el acervo que inició a exponerse a partir de 2011, principalmente en Europa. Después de México, la exposición viajará a Estados Unidos por primera vez.
Finalmente, la curadora comentó que existen sobres de laboratorio en donde Maier escribió “trabajo bastante bien”, y la gente del laboratorio colocó la frase “cliente exigente”.
“En la aldea donde vivió en Francia, había un laboratorio que pertenecía a uno de sus primos lejanos y lo que intentó hacer para ganarse un poquito de dinero fue mandar sus carretes a revelar para que el señor le copiara algunas postales para ser vendidas. En una carta ella le propone el negocio y dice tener imágenes muy buenas. Es decir, ella reconoció su talento”, indicó la Morin.
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