Cultura

"Los muertos viven, los vivos matan. Mictlantecuhtli en el recinto sagrado de Tenochtitlan" (fragmento)

El Colegio Nacional ofrece a los lectores de "Crónica" un fragmento del más reciente libro del arqueólogo Leonardo López Luján, una de sus novedades editoriales

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Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional. Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional. (Colnal)

Con motivo de la reciente publicación del libro Los muertos viven, los vivos matan. Mictlantecuhtli en el recinto sagrado de Tenochtitlan, escrito por el arqueólogo mexicano Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional y director del Proyecto Templo Mayor, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de este opúsculo que reúne un conjunto de artículos sobre la figura de Mictlantecuhtli, el dios de la muerte de los mexicas, a partir del descubrimiento y el análisis de dos esculturas encontradas en la Casa de las Águilas del Templo Mayor de Tenochtitlan.

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Fragmento*

Los rostros de Mictlantecuhtli

Pocas divinidades pueden compartir con el dios de la muerte su lugar de preeminencia en el intrincado panteón mesoamericano. Figura ubicua en esculturas y códices del México antiguo, la imagen esquelética o semidescarnada de este dios ya está presente en el arte preclásico de Tlatilco e Izapa. Con excepción de Teotihuacan —donde sus representaciones son escasas—, es durante el periodo Clásico cuando las deidades del inframundo y sus símbolos adquieren formas ortodoxas y se reproducen profusamente. Destacan por su belleza las esculturas de Soyaltepec y la Mixtequilla. En el arte maya son plasmados por doquier calaveras, mandíbulas, huesos cruzados, el “signo de división” y los “ojos de la noche” […].

Sin embargo, ningún arte mostraría tal obsesión con el simbolismo de la muerte como el mexica. En forma singular esta plástica, por un lado, alude a la extinción física de la vida, reproduciendo con maestría las plácidas facciones y posturas del individuo fallecido, y, por otro lado y de manera contrastante, insiste en las representaciones de deidades terroríficas que nos hablan del temor del creyente y de la trascendencia de su culto.

Mictlantecuhtli, también conocido como Ixpúztec (“rostro quebrado”), Nextepehua (“esparcidor de cenizas”) y Tzontémoc (“el que baja de cabeza”), no era la única deidad de la muerte adorada por los mexicas. Aunque eran de menor importancia, pertenecían a este mismo complejo divinidades como Mictecacíhuatl, Acolnahuácatl, Acolmiztli, Chalmécatl, Yoaltecuhtli, Chalmecacíhuatl y Yoalcíhuatl.

El calendario es un magnífico ejemplo de la influencia de Mictlantecuhtli en la vida cotidiana de los antiguos nahuas. En el ciclo solar de 365 días, se hace presente en la fiesta doble integrada por las veintenas de miccailhuitontli y huei miccaílhuitl. En el ciclo adivinatorio de 260 días, Mictlantecuhtli aparece a la vez como sexto señor del día, quinto señor de la noche, patrón del día perro, de la trecena que inicia el 1 cuchillo de pedernal, y su imagen es el signo del día muerte.

En el Códice Borgia, Mictlantecuhtli y Quetzalcóatl son representados como principios opuestos y complementarios, como la muerte y la exhalación de vida que forman el ciclo básico del universo. Este mismo papel queda de manifiesto en la leyenda de los Soles y el Popol Vuh, donde los dioses de la muerte se enfrentan y son burlados —solo temporalmente— por Quetzalcóatl, en el primer caso, y por los gemelos divinos, en el segundo.

Como señalamos en un principio, Mictlantecuhtli ejercía funciones que pudieran resultarnos paradójicas, como el otorgamiento y el fomento de la vida. Por ejemplo, esta deidad de muerte era invocada durante los ruegos que se hacían para la exitosa gestación del feto humano. A este respecto, Gordon Brotherston ha analizado el papel protagónico de Mictlantecuhtli en escenas referentes a la penetración, el embarazo, el corte del cordón umbilical y la lactancia que aparecen en los códices Borgia, Vaticano B y Fejérváry-Mayer. Este extraño protagonismo tiene su explicación en el poder regenerativo de los huesos-semillas, evidente no sólo en el célebre viaje de Quetzalcóatl al Mictlan, sino también en el Códice Vindobonensis Mexicanus I, donde las deidades que generan la descendencia, las diosas del pulque y la milpa personificados, poseen rasgos esqueléticos.

Pero, por más facultades generativas que Mictlantecuhtli pudiera poseer, es su carácter temible el que predomina en la cosmovisión prehispánica. Recordemos por un instante imágenes como las de la Casa de las Águilas, semidescarnadas, con garras amenazadoras y, en muchos casos, relacionadas con animales nocturnos como la araña, el ciempiés, el alacrán, el búho y el murciélago. El dios de la muerte es, ante todo, un devorador insaciable de carne y sangre humanas […].

* El libro Los muertos viven, los vivos matan. Mictlantecuhtli en el recinto sagrado de Tenochtitlan, de Leonardo López Luján pertenece a la colección Opúsculos, de El Colegio Nacional, y se encuentra disponible en versión digital e impresa en la página libroscolnal.com

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