
Se hacía llamar Rubén Darío Galicia Piñón o Darío G. Alicia e incluso Darío Alicia viuda de Novo (1953-2019). Era uno de los poetas irreverentes de la década de los años 70, transgresor por su naturaleza estética, hombre orgulloso de ser gay y de espíritu luciferino que se rebeló ante Dios padre, codiciado por los Infrarrealistas para que fuera parte de su grupo, pero cuyo talento se fue diluyendo aplastado por una sociedad represora hasta su muerte el 30 de diciembre de 2019 a los 66 años de edad.
La escritora Ana Clavel rescata la historia de este poeta mediante la novela “Por desobedecer a sus padres”, una ficción sustentada en rigurosa investigación que pone en relieve el ocaso de un hombre al que comparaban con Oscar Wilde y que termina en la perdición mental a causa de operaciones cerebrales y en la absoluta pobreza. Publicó dos libros: “Historias cinematográficas” y “La ciencia de la tristeza”.
Aunque la novela también incursiona en un periodo difícil para la juventud mexicana: de 1968 a 1980, cuando llevar el pelo largo era causal del “apañón de la tira”, cuando el rock estaba proscrito del país y la opción eran los hoyos funkies o HIP-70 para escucharlo en vivo. Era el tiempo que la música era dictada por “Siempre en Domingo” o el tiempo en que ser homosexual era ir contra las leyes de Dios.
-¿Por qué buscar a Darío?
Al acercarme a su recuerdo descubrí que era literariamente muy rico y tenía muchas posibilidades para novelar, aunque en realidad no sabía hacia dónde iba. Después supe que había una historia maravillosa, no en el sentido de la realidad terrible que le tocó vivir a Darío, sino maravillosa por todas las posibilidades del relato.
Conocí a Darío en los años 80, cuando ya lo habían operado del aneurisma o le hicieron sus padres una lobotomía. Eso no está claro y por eso la primera parte de la novela es sobre unos padres autoritarios.
Para escribirla debía tener un punto de partida y así fue como imaginé el encuentro con él en el Metro. Mediante la ficción pude recomponer su historia, recontarla y en ese sentido fue creciendo. Era como si Darío me dijera que lo sacara a la luz. Yo creo en esas señales de sombras en la literatura, porque no elijo mis temas, creo en las sombras que van y dicen: ¡esto!
Y esta historia de Darío es de las que buscan surgir. Viajan explorando las posibilidades de ser contadas. John Maxwell Coetzee cuenta en su novela “Elizabeth Costello” que los escritores son secretarios de lo invisible, como si de pronto la musa o el muso te patearan y te dijeran: aquí hay una historia. Así fue y en verdad fue un encuentro maravilloso, pero también arrollador, aunque por fortuna creo que rescaté, desde el juego, desde la imaginación y desde el goce verbal, un verdadero homenaje a la inteligencia y al arte de Darío, con la ironía y conocimiento que lo caracterizaban.
Cuando lo conocí en los años 80, aún era irónico y se presentaba como Darío Alicia viuda de Novo. Seguía con sus guiños de humor, ya no con esa actividad que le dio premios y la admiración de la gente, como se ve en el último poema que publicó en el 2000, donde mantiene rastros de su talento poético. Lo maravilloso de Darío, es que se daba cuenta que su capacidad poética había decaído y hacía sarcasmo de esto.
- La obra y figura de Darío se pierden no por desobedecer a sus padres, sino por desobedecer una sociedad y gobierno autoritario de los años 70.
La figura de Darío, aunque no sea tan conocida, representa a toda una corriente de rebeldía, de transgresión, y de alguna manera es un portavoz de este espíritu libertario que caracteriza a la poesía y el arte. Pensemos en Rimbaud y su esencia mundial. Por eso no hay que circunscribir a Darío sólo al momento mexicano o latinoamericano, hay que verlo incluso en otros tiempos y lugares.
Pertenece a esos movimientos de ruptura que siempre se dan entre la tradición y la vanguardia, no solamente son el arte, sino en el pensamiento y forma de vida de las sociedades. Él representa justamente ese espíritu luciferino de rebelarse ante Dios padre.
Por eso cuando mencionas que la novela no tiene que ver con el título de los padres autoritarios, estrictamente, sino a esta sociedad represora en la que Darío es una poeta salvaje de la estirpe de Rimbaud. Y en particular al lado de los Infrarrealistas, como lo muestra Roberto Bolaño en su poema “La visita al convaleciente”. Ahí lo vemos en su dolor tras la operación y muestra a toda esa juventud reprimida donde el sueño libertario-revolucionario se acabó. Esto está en el poema.
Ellos eran los jóvenes de ese periodo del 68 al 80, que no me tocó de manera directa, sólo los ecos ni sufrí la represión o tristeza que cargaron ellos. Conocí las cosas que habían ganado estos jóvenes soñadores: La libertad de vivir, de sentir y de ser gay, los muchachos con las ganas del descubrimiento sexual, la experiencia del estudio.
EL ECUENTRO
Cuando nos encontramos con Darío, después de 10 años que nada se sabía de él, fue en condiciones muy terribles. No me dijo claramente si le hicieron una lobotomía o le operaron los aneurismas, pero me contó que tres veces lo internaron en psiquiátricos por problemas de conducta.
Es ya el final de su vida. Tiempo en el que ya perdió su mundo, sus acompañantes y el coro de voces que lo rodeaba. Cuando recreo con la imaginación los momentos en que va con el grupo, su pandilla, sus duelos de palabras, de ideas, esas noches de poemas, muestro a esos jóvenes que se querían comer el mundo porque tenían toda la energía y la creatividad. Luego Darío perdió esto y se quedó con gente muy limitada, gente que no entendía su manera contestataria, sus juegos de palabras, que lo tildaba de loco. Su vida fue el purgatorio.
Por eso, en la novela, mediante la ficción, busco llevar a Darío a otro lugar, el que tiene como poeta.
- Pero al otro lado del espejo, la novela es un bálsamo que muestra que la pasión de Darío por la cultura y el arte valen la pena y nos hacen vivir mejor, aunque sea brevemente.
Estas experiencias no son solamente para Darío. Si reflexionas sobre la novela, la ves como un espejo creativo, de imaginación, ahí está la constatación de que el arte y la cultura sirven para algo: para recrear tu mundo y maravillarte de lo que es capaz el arte.
Porque algo que se pueda construirse a partir de signos verbales y suscitarte esas emociones, es el prodigio de la literatura, el prodigio de las historias de Sherezade, las propuestas de poemas de Darío, de Rimbaud. Son catedrales de palabras que de pronto te cimbran por dentro y disparan tus emociones. Es la trascendencia de la creación artística que nos permite a través de un instante vivir una epifanía que justifica una vida.
- La deuda con Darío es doble: reeditar su poesía y un llamamiento al Estado para que respete la cultura, el arte y sus protagonistas.
Esa es la historia de siempre. Siempre dicen: no hay presupuesto para cultura. Y cuando crees que por fin alguien va a tener la sensatez de entender que la cultura es importante, se te cae. Te das cuenta que la cerrazón es la misma. Si hay una deuda del Estado con sus creadores, no para que los mantenga, sino les facilite las condiciones para que gente como Darío se pueda atender medicamente cuando lo requiera, para educar a sus hijos…. Los creadores no son personas que valen más que otras ¡no!, pero sí son gente que abona al acervo de la humanidad con obras que brillan como “Pedro Páramo” o hacen todos esos cimientos con los que se construye la convivencia cotidiana, que nos hace ser mejores al poder aspirar a un bienestar interior.
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