
Verónica E. Llaca es periodista y también una novelista de ficción. Como periodista fue becada en 2003 por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano y como escritora fue finalista en el concurso literario Caza de Letras. Es ganadora de la novena edición del Premio Nacional de Novela Negra Una vuelta de tuerca, con el libro “La simetría de los árboles”. Su más reciente novela se titula “La herencia” (Planeta, 2022), en ella conjuga sus dos oficios, el de la investigación periodística y el de la ficción a través del género policíaco, para recrear la historia de Felícitas Sánchez, personaje que conmocionó a la opinión pública de la Ciudad de México durante la primera mitad del siglo XX. Sobre esta historia charlamos con Verónica:
- La herencia es una novela sobre un personaje histórico, la asesina serial Felícitas Sánchez, ¿por qué te llamó la atención este personaje de la primera mitad del siglo pasado?
“La Ogresa de la Colonia Roma”, como se apodó a Felícitas Sánchez. Ella es, quizá, una de las pocas mujeres a quienes se han acusado de asesinos seriales en nuestro país. Desde que me encontré con el personaje, hace algunos años, cuando trabajaba en prensa, me pareció que se podría tirar hilo para escribir una novela. Por entonces desconocía que no había casi nada escrito sobre Felícitas, entonces me encontré con unos cuantos artículos, todos del periódico La Prensa. Desde el principio me di cuenta de que podría ser una publicación tendenciosa con la única intención de atraer a un público ávido de este tipo de historias; sin embargo, Felícitas era un personaje alrededor del cual se podía ficcionar, y a mí lo que me gusta es hacer ficción, más que escribir novela histórica, por lo menos ahora. Además, me atraía escribir sobre un México menos violento, donde los asesinos se destacaban del resto de los crímenes, donde no había tantos muertos ni desaparecidos al día, un México que no estaba acostumbrado a cifras de muerte.
- A lo largo del libro se ve que hay investigación documental, ¿cuál es ésta, qué documentos tomas en cuenta para realizar la parte histórica?
Para hablar de Felícitas me centré en las notas del periódico, pero leí muchos libros sobre la época, películas y documentales. No sólo de México, también estudié lo que sucedía en aquellos años en el mundo, que coincidía con la Segunda Guerra Mundial. Tomé, además, cursos de criminología y de medicina forense en la universidad.
- A la par de la parte verídica intercalas la ficción, recreas los ambientes del pasado e incluso el pensamiento de Felícitas y las personas allegadas a ella, ¿cómo lograste pasar esto a la narrativa?
En general los libros de historia, aún los que no son novelados, rellenan los espacios en blanco, lo que no se conoce de los personajes, sus diálogos, con ficción. Creo también que los ejercicios autobiográficos tienen una carga importante. Cuando estás dentro de un personaje, al ponerte en sus zapatos, los escritores hacemos un intento por encontrar las palabras y los pensamientos de dicho personaje, una impostura, en realidad. Confieso que a mí lo que más me gusta es ficcionar.
- Hay otro tiempo que transcurre en el libro, la historia de la nieta, que ocurre en el año de 1985. ¿Por qué decidiste contar esta otra historia?
En primer lugar, por la edad de los personajes, no podía alargarlo muchos años en el tiempo, pues serían muy viejos. En segundo lugar, porque quería un mundo sin tanta tecnología, como uno de los personajes era periodista, quería que fuera periodismo a la antigua y con el tiempo de espera que necesitaban antes las noticias para aparecer en los medios, sin internet, sin la inmediatez a la que estamos acostumbrados hoy. En tercer lugar, y es lo más importante, yo quería que el libro terminara justo el 19 de septiembre de 1985.
- México sigue siendo un país violento y de asesinatos, y como lo vemos en tu novela, no importa la época, la violencia se sigue ejerciendo. ¿Qué piensas al respecto?
Creo que, en el tema de la violencia y la inseguridad, México es un país con una descomposición social tan grave que no le veo una solución, por lo menos no a corto plazo. Para mí representa una responsabilidad hablar de estos temas, visibilizar a las víctimas y dejar de culpabilizarlas, hablar desde las fracturas familiares que la violencia produce. Es una pena que los sucesos del pasado no nos hayan enseñado a ser mejores personas, lejos de eso nos hemos convertido en una sociedad donde se normaliza la violencia y nos acostumbramos a vivir con noticias de secuestros, asesinatos, descuartizados, feminicidios e incontables formas de terminar con la vida de una persona, hasta que nos toca de cerca.
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