Cultura

La revolución se volvió un fetiche sobre cómo se debía gobernar en AL: Rafael Rojas

Es el gran concepto y la gran metáfora de la cultura política latinoamericana del siglo XX. Tras la caída del Muro de Berlín se hizo automáticamente una identificación muy tajante, muy absoluta entre la revolución, por un lado, y el autoritarismo del otro, añade

entrevista

: Las revoluciones no son contradictorias con la democracia y hoy tenemos un incipiente encanto con la democracia que pone límites. dice Rafael Rojas.

: Las revoluciones no son contradictorias con la democracia y hoy tenemos un incipiente encanto con la democracia que pone límites. dice Rafael Rojas.

Revolución: movimiento, palabra, concepto, utopía, idealismo y paradigma de cambio que se metaforizó y convirtió en un fetiche en América Latina sobre cómo gobernar. Era la idea clave que regula todo porque encarna todas las virtudes, pero que en algunos casos se tradujo en autoritarismo, totalitarismo y un sistema de reelección indefinida, dice el historiador Rafael Rojas.

Sin embargo, añade miembro de la Academia Mexicana de la Historia, las revoluciones no son contradictorias con la democracia y después de 80 años del siglo XX -1910-1990- donde el concepto dominó la región, hoy tenemos un incipiente encanto con la democracia que pone límites. Se frenó el autoritarismo y la reelección indefinida en Bolivia y Ecuador, e incluso en Cuba, la constitución hoy marca que el presidente sólo puede reelegirse una sola vez, para tener 10 años como máximo en el poder. “Esto está tratando de revertir la tradición fidelista, ese gobierno de 50 años del comandante”.

Hoy, añade, los vientos se colocan en las antípodas de la democracia y, aunque hay casos como Venezuela y Nicaragua, éstos no logran reproducir sus fórmulas a nivel regional. Son algunos de los elementos que trata en su reciente libro “El árbol de las revoluciones.

Ideas y poder en América Latina”, en el cual hace una revisión de 10 revoluciones latinoamericanas, con sus fracasos y triunfos, sus bondades y defectos.

- Explicas que las revoluciones no son contradictorias con la democracia, pero en la realidad e AL pareciera lo contrario.

- Es el gran concepto y la gran metáfora de la cultura política latinoamericana del siglo XX. Empiezo este libro discutiendo esta tesis de Ortega y Gasset y de otros: “El siglo XIX fue el siglo de las revoluciones”, pero estaban pensando en siglo XIX europeo, no en América Latina, su siglo revolucionario fue el XX y donde la revolución se metaforiza y se vuelve un fetiche: la idea clave que regula todo porque encarna todas las virtudes.

Tras la caída del Muro de Berlín en la última década del siglo XX se hizo automáticamente una identificación muy tajante, muy absoluta entre la revolución, por un lado, y el autoritarismo del otro.

Fue una consecuencia lógica porque las democratizaciones en España, Portugal, Europa del Este, América Latina, Grecia y en otros lugares, pusieron en entredicho el legado de las revoluciones sociales en el siglo XX.

Y cuando digo que no son contradictorias las revoluciones y la democracia, invito al lector a reconstruir el itinerario ideológico de las principales revoluciones del siglo XX. Lo primero que encuentra es que no todas las revoluciones fueron resultado de movimientos armados o de proyectos de ruptura total con el antiguo régimen.

Hubo revoluciones que llegaron al poder por la vía democrática como lo fueron la guatemalteca, la boliviana y la chilena de Salvador Allende, y desde poder tampoco plantearon un desmantelamiento total del orden constituido, sino que con cauces institucionales, legales y cívicos llevaron adelante los cambios.

- ¿Pero en América Latina en el siglo XX hubo presidencialismos, autoritarismo, partidos hegemónicos y algunos aún prevalecen?

Un partido hegemónico y un presidencialismo fuerte por lo general van en contra de un régimen democrático de calidad. Pero eso no quiere decir que no haya elementos de la democracia en este tipo de regímenes. Por ejemplo, en el México priista hubo la institucionalidad, sucesión de poderes, un fuerte peso de lo constitucional y jurídico, elementos que tienen que ver con los regímenes democráticos.

Por lo anterior, es entendible que el lector vea un signo de igualdad entre revolución y algún tipo de dictadura, pero en América Latina no se cumple exactamente eso, porque algunas revoluciones, y el caso más claro es la cubana, terminaron construyendo un régimen no autoritario, sino totalitario.

La revolución se extiende desde México hacia toda Latinoamérica y pasa algo: se llama a la revolución con mayúsculas y es cuando se vuelve una metáfora. Una metáfora tan poderosa porque significa los medios como los fines. La revolución quiere decir que se toma el poder por la vía armada o institucional y al mismo tiempo se toma el poder para cambiar el orden establecido, incluida la sociedad, la economía, la política…

Entonces, ya sabemos que toda es metáfora se traduce de manera gradual o parcial en la realidad, en la práctica política.

Durante el siglo XX, de 1910 y 1990, son 80 años donde se produjo esta metaforización muy absolutista de la revolución, el paradigma de la vida pública. Y tan importante reconocer lo anterior, como que del año 1990 a la fecha, vivimos otra América Latina y El Caribe.

Los gobiernos, en su mayoría, operan dentro de un canon democrático que es muy diverso y heterogéneo, dentro de los límites de la democracia y en éstos la revolución continúa siendo una palabra y una metáfora importante pero referida al pasado, no necesariamente al presente.

- Entonces, ¿en qué estadio estamos respecto a la democracia en América Latina?

El libro.

El libro.

Lo que hay que preguntarse es que si existe un proceso de interiorización popular de la vida democrática. Creo que muy probablemente sí. Un indicio de que algo así está sucediendo, incluso dentro de las bases de las izquierdas, es el rechazo que hay a la reelección indefinida.

Este ejercicio es el elemento de máxima saturación del autoritarismo que hemos visto en los últimos años y su proyecto de la reelección continua, pero establecida en la constitución. Los casos de Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega. Morales lo incluyó, pero fracaso. En Ecuador ocurrió lo mismo. En ambos países hubo una reacción ciudadana contra el reeleccionismo permanente. Esto habla de una incorporación de valores democráticos dentro de amplios sectores de la población en América Latina.

- Hay un elemento interesante: los grupos guerrilleros desaparecieron.

- Hoy, el imaginario de esos movimientos se desplazó simbólica e ideológicamente. Ahora se pueden ver más movimientos con el neoindigenismo, la defensa de la autonomía, el autogobierno de los pueblos originarios, la ecología, o lo que se conoce como los derechos de tercera y cuarta generación.

- ¿América Latina ya estamos en el juego de la democracia que se va a engrandecer?

- No sé si se va a engrandecer, pero llevamos ya 30 años por lo menos predominantemente democrático. Los vientos que se colocan más claramente en las antípodas de la democracia. Es decir, los que llegan por la vía totalitaria, como es el caso cubano, o por la vía autoritaria que son los casos de Venezuela y Nicaragua, siguen ahí y se vuelven un elemento de polarización, pero no logran reproducir sus fórmulas a nivel regional.

- Lo vemos en Bolivia y Ecuador: por dos rutas. En el Ecuador por la alternancia y en el de Bolivia por la ruta de la sucesión. Pero en ambos casos se desactivó la alternativa antidemocrática. Incluso en Cuba ya tenemos que el presidente solo se puede reelegir una vez y su tiempo máximo en el poder es de 10 años, así lo define su constitución. Se está tratando de revertir la tradición fidelista, ese gobierno de 50 años del comandante.

- Por eso, incluso en un sistema como el cubano, se ven las señales de intentos de contención del autoritarismo.