Puedo decir que conozco el trabajo teatral realizado por el director de escena Alejandro Velis, tanto por haber sido actriz bajo su guía, como muchas veces espectadora de sus puestas. De modo que, desde esta experiencia y sin temor a equivocarme, es imposible dejar de observar que la dramaturgia de Cecilia Ripoll, en la resolución teatral propuesta para el Foro Lucerna del Teatro Milán, es muestra que incorpora todas las búsquedas del director a lo largo de su prolífica trayectoria teatral iniciada en 1987:

Primero, es indudable que Velis sabe elegir con mirada especializada e infalible al elenco necesario para los personajes que se le presentan a resolver. Esta ocasión, no es distinta: actores y actrices son efectivamente el cuerpo y la imaginación más adecuadas para descifrar y solventar el entramado de caracteres que se ponen en conflicto durante la obra.

Segundo, el tono fársico de las actoralidades crece, casi al punto del paroxismo, para exacerbar las personalidades que se arriesgan al grotesco y a fin de subrayar la crítica de sus vicios, corrupciones, fallos y carencias. Entonces, la comedia ácida y punzante, expone atmósferas de un humor corrosivo e, incluso, escatológico, con que se relata la historia de una mujer trabajadora del hogar que, en ejercicio discreto a modo de robo hormiga, sustrae delicias de la despensa de una familia acaudalada para llevarlas a la cocina de una escuela pública y solucionar las carencias del estudiantado famélico.

Tercero, el acontecimiento de la escena se resuelve fundamentalmente por el trabajo de actores y actrices, quienes, en profunda intimidad con el público -casi al punto del contacto físico-, se dirigen muchas veces a la audiencia para compartir los relatos de sus diálogos internos.

Cuarto, el recurso sobre el juego de la infancia como lupa desde la cual se mira la realidad compleja de las desigualdades sociales que nos hacen el mundo. Y, en esto, por supuesto, la presencia de juguetes, como dispositivos en miniatura -para este caso el de una rueda de la fortuna-, en tanto resolución del tiempo de la niñez que se evoca en la imaginación del público.

Quinto, el alto contraste de las emociones que pasan de los ojos cristalizados por las lágrimas, hasta la risa animal de quien no tiene ningún pudor. Esto, hace un ir y venir que no deja al público ningún momento de pausa para la distracción inesperada. Aquí, sobresale el trabajo entregado y virtuoso de la actriz Teté Espinoza, quien hace presencia encantadora y deslumbrante por su versatilidad.

Por último, la música que alude la vida cotidiana y los trajines del personaje protagónico y su hija va de la cumbia al hip hop y luego al rap, de un momento a otro, pero, siempre oponiéndose al minimalismo de la escenografía que nos recuerda el interior de una casa impecable, fría y angulosa en su arquitectura moderna.

Así, pues, quienes conocen el trabajo de Velis como director teatral, estén seguros de que encontrarán el sello de su factura en esta producción de Nocturno Teatro, con las actuaciones de Conchi León, Teté Espinoza, Anton Araiza, Juan Cabello, Muriel Ricard y Romani Villicaña.

“Rosy”, estará en cartelera hasta el 26 de noviembre de este año, todos los viernes, sábados y domingos en el Foro Lucerna del Teatro Milán.

* Profesora-Investigadora de Producción de Espectáculos

Universidad del Claustro de Sor Juana