Cultura
El Colegio Nacional

Vida de fray Servando

A propósito de la presentación del libro Vida de fray Servando, del colegiado Christopher Domínguez Michael, que se celebrará el próximo miércoles 3 de agosto a las 6:00 p. m. en El Colegio Nacional, compartimos en exclusiva con los lectores de Crónica un fragmento del volumen.

Christopher Domínguez Michael

Christopher Domínguez Michael

Capítulo 7

Otra temporada en el purgatorio

“Mi historia le pareció una novela, y seguramente fingida…”

Fray Servando, de no haber sido una personalidad de la historia americana, sería recordado como un gran escritor, el primero entre nosotros que memorizó su vida como literatura. Que sus palabras hayan sido tomadas como una verdad absoluta por la mayoría de sus biógrafos y comentaristas es un homenaje que el fraile jamás habría solicitado ni imaginado, una prueba de la nobleza de la imaginación sobre las miserias de la historia.

Las Memorias de Mier son el testimonio de un hombre angustiado y perseguido pero dueño de la locura de la ficción. Por su formación eclesiástica y por sus modos de orador sagrado, el doctor Mier habría rechazado una lectura solamente novelesca —es decir, mentirosa— de su vida, en la proporción otorgada por el hecho de que él, letrado del siglo XVIII, no tuvo tiempo ni espacio para conocer la novela ni su aún escaso prestigio. No era lo suyo, como tampoco lo fue para un Casanova. Pero en Mier, como en el caballero veneciano, nace una figura novelesca de las fronteras borrosas entre la autobiografía y la ficción. Si Casanova se sirvió de la rica tradición galante, el padre Mier lo hizo adoptando la escritura picaresca, que si no conocía de primera mano, al menos era una profunda corriente de aire a la que estaba expuesto.

[…] Nadie le cree nunca, como al despistado que entra de visita a un manicomio y a la hora de la clausura, al pretender salir, aclara inútilmente que él no está loco. Su manicomio es esa particular vivencia religiosa de la historia que sufrió Mier, y el loco no es exactamente Servando Teresa, del que tan poco sabemos, sino su proyección o su sombra, esa criatura novelesca, el prisionero. Para fortuna del fraile, sus Memorias se difundirán en una época, que aún no termina, donde la mentira romántica es la más apetecida de las narraciones. Todos hemos sido cómplices de fray Servando. En mala hora, sin duda, cuando ninguno de sus lectores o de sus comentaristas puede cruzar el espejo para rescatarlo. Él sabrá hacerlo.

[…] Ahora descubro que mi atracción por fray Servando proviene del más infantil de los recuerdos literarios: la admiración por el escapista. Y cuando arriba mencioné, de pasada, El conde de Montecristo, descubrí que la relación, sin duda elemental, entre la novela más perfecta jamás escrita, como dice García Márquez, y las Memorias de Mier fluyó de manera subterránea e involuntaria hacia la necedad de escribir esta biografía. A diferencia de la novela de Dumas, cuya perfección radica en satisfacer del todo la ansiedad de secuela que late en todo lector infantil, siempre encontré incompletas y por ello misteriosas las apologías y relaciones servandianas, de tal forma que decidí, como el niño que queda insatisfecho con el desenlace de una película, obra por lo común infortunadamente abierta, continuar y concluir yo mismo la vida de Servando.

Sacando partido de mi asociación, ¿algo une a Servando con Edmond Dantès? Sin duda, la fuga. Ambos son temperamentos lógicos que requieren de una educación para escapar. ¿El abate Faria es al infortunado Edmond lo que la experiencia moderna para Mier? Quizá. Pero para ambos, sin duda, la cárcel es el punto de partida de la libertad, opción que ambos escogen sin dudarlo, a riesgo de morir, pues tienen una cuenta pendiente. La venganza de Edmond Dantès es tan apabullante como el Juicio Final. La de Mier, hijo de la vida más que de la literatura y por ello criatura más imperfecta, es la fundación de una república. En los cabeceos del anciano Mier en Palacio Nacional, el cumplimiento criollo de la predicación apostólica podría confundirse con los millones de doblones atesorados en la inhóspita isla de Montecristo. Y para llevar a buen puerto sus tesoros, tanto Edmond Dantès como Servando se sirvieron de las máscaras y los disfraces, derrochando sin preocupación una fortuna que sabían pasajera en comparación con la victoria de ver cumplidos los tiempos bíblicos de la venganza.

[…] Edmond Dantès y fray Servando son rehenes de lo inexplicable. El joven Edmond Dantès, engañado por un rival celoso, es involucrado en una conspiración para que Napoleón vuelva de Elba. No lo sabrá hasta mucho tiempo después de abandonar el castillo de If; todas las evidencias serán insuficientes para Servando a la hora de reelaborar las causas de su detención y proceso a partir del sermón del 12 de diciembre de 1794. Ambas historias, con final feliz, transforman la celda en la matriz de la vida.

Cartel de la presentación.

Cartel de la presentación.