Cultura

Yoko Sugiura Yamamoto: “Cada día estamos perdiendo valiosa información arqueológica del Valle de Toluca”

La arqueóloga, alumna de Román Piña Chan, lleva 50 años de trabajos de exploración e investigación en el Valle de Toluca. Sus hallazgos se exhiben en el Museo de las Culturas Lacustres, recién abierto y que lleva su nombre

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Es una tarea de los arqueólogos poder transmitir a la población lo que obtuvimos del sitio que les pertenece y tratar de explicar lo que hemos hecho, explica Yoko Sugiura Yamamoto.

Es una tarea de los arqueólogos poder transmitir a la población lo que obtuvimos del sitio que les pertenece y tratar de explicar lo que hemos hecho, explica Yoko Sugiura Yamamoto.

Reyna Paz Avendaño.

Hace 50 años la arqueóloga Yoko Sugiura Yamamoto inició trabajos de exploración arqueológica e investigación etnográfica en el Valle de Toluca y hoy parte del conocimiento que ha generado se exhibe en el recién inaugurado Museo de las Culturas Lacustres, ubicado en San Mateo Atenco, Estado de México, recinto que lleva su nombre y en donde se busca que los habitantes creen vínculos con su pasado.

Crónica presenta una entrevista con la doctora en antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), investigadora en El Colegio Mexiquense, autora de más de 130 publicaciones científicas y formadora de cientos de investigadores.

“Inicié con el Valle de Toluca en 1973, estaba estudiando el doctorado y mi profesor que fue Román Piña Chan me ofreció materiales de Teotenango y de ahí comenzó mi interés. La tragedia del Valle de Toluca es que colinda con el Valle de México donde se concentra todo el trabajo arqueológico y a pesar de su importancia, el Valle de Toluca quedó un poco en el olvido”, indica.

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Sugiura narra que caminó kilómetros y kilómetros del valle, en especial de 1976 a 1981 cuando recorrió parte del sur desde Tenango del Valle hasta llegar al norte a Temoaya, pasando por Xalatlaco y Santa María del Monte, este último en las faldas del Nevado de Toluca.

“Obviamente debo decir que la arqueología no se hace sola, siempre es en grupo y en aquel tiempo podíamos andar tranquilamente, no había la inseguridad que hay ahora, entrábamos en las milpas de los lugareños y nadie nos decía algo, ahora todo está cercado o hay casas construidas encima”, afirma.

Cada día estamos perdiendo valiosa información del Valle de Toluca, lamenta la investigadora y autora de “La Cuenca del Alto Lerma: ayer y hoy. Su historia y etnografía”.

“Muchos trabajos de arqueología se centran en sitios importantes como Teotihuacan, Teotenango y Calixtlahuaca, pero los lugares donde vivía la gente común como nosotros se están perdiendo diario, la gente construye casas encima y tira los tiestos porque no le ven importancia, es una gran tristeza”, expresa.

Por eso, Sugiura les recuerda a sus alumnos que miren ese nivel de vida “sino la historia del México antiguo será la de las élites, la de los gobernantes ¿y dónde quedará la gente que es la base de una sociedad?

La arqueóloga explica que el Valle de Toluca es el punto de nacimiento de la cuenca más extensa de México: Lerma-Chapala-Santiago.

“El Valle de Toluca es quizá una parte muy reducida de eso, pero es el nacimiento de toda la cuenca y desafortunadamente no tenemos una conciencia clara porque hasta ahora que ya está casi muriendo lo lamentamos y buscamos la manera de conservarlo”, observa.

Una característica que resalta la investigadora de esta zona son sus humedales y sus ciénegas, entorno con el que sabían convivir los pobladores hasta finales del siglo XX.

“La gente sabía cómo controlar la invasión de tules, hasta el 2001 la gente quemaba el tule seco para limpiar el camino de tránsito de canoas y había un camino de agua que conectaba el lado oriente con el occidente, había planchas (una especie de camino flotante) sobre las que, decían, podían andar carretas. Ellos sabían cuidar la zona pero todo eso cambió de manera vertiginosa y muy acelerada en 30 años”, indica.

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VIDA LACUSTRE

Las investigaciones de Yoko Sugiura han demostrado que hace alrededor de 1500 años, las fluctuaciones climáticas en el Valle de Toluca provocaron un descenso del nivel de agua de las ciénagas, generando que una extensa área que va desde Chignahuapan al sur, hasta Chicnahuapan al norte, se convirtiera en una zona pantanosa.

Cuando eso sucedió, los pobladores comenzaron la construcción de espacios habitables en ese suelo inestable; Sugiura explica que introdujeron pilotes de madera, en su gran mayoría de troncos de pinos y oyameles para estabilizar una extensión considerable del terreno fangoso.

“Una vez preparado el terreno, se construyeron vías para conectar los islotes habitacionales con tierra firme, eran de un tamaño reducido y que apenas podían contener un par de casas habitación. Es decir, tenían un gran conocimiento de cómo construir, todo lo que nosotros excavamos pertenecía a la gente que formaba parte del mismo asentamiento que proporcionaba los recursos lacustres hacia el centro del valle y del centro llegaban productos como maíz, era una vida compleja”, expresa.

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Uno de los sitios que trabajó extensamente Sugiura es Santa Cruz Atizapán, en específico la ciénega de Chignahuapan, ejemplo de la vida isleña en el extremo sur de la laguna de Lerma.

Ahí, platica, hallaron una estructura central de 100 metros cuadrados en donde se reunían los jefes de familia de cada montículo para discutir qué harían cada año, qué festividades, qué agradecimientos o peticiones hacer a los dioses.

“Encontramos el entierro de una joven de entre 15 y 17 años que había fallecido en el proceso de parto, que conservó al infante dentro de la cavidad pélvica”, narra.

El entierro contenía una serie de ofrendas con implicaciones simbólicas, agrega.

“Una serie de vasijas sobrepuestas con pigmento rojo en su interior, sahumadores e incensarios colocados a la altura de la pelvis, así como cuatro guijarros y una navajilla prismática de obsidiana verde, depositados entre el brazo izquierdo y las costillas. De todas las ofrendas, quizá la más significativo es un cráneo de cánido común, macho en edad adulta, el cual está colocado debajo del cráneo de la joven, apuntando hacia el Nevado de Toluca, y los perros son los acompañantes en el viaje hacia el otro mundo”, detalla.

–¿A qué se dedicaban los antiguos habitantes del valle?

–Al Valle de Toluca se le decía el granero del Altiplano Central, había trojes, sincolotes de grandes dimensiones y aparte dicen que el maíz toluqueño era de buena calidad, era muy cotizado, había una producción enorme de alimentos básicos, se podría decir que Valle de Toluca no produjo cosas exóticas como piedra verde pero sí lo más fundamental para la vida.

Sobre la vida lacustre, la arqueóloga explica que, hasta dos décadas, mucha gente aún entraba a las ciénagas para recolectar acociles, peces pequeños y atepocates; además juntaban plantas acuáticas y semiacuáticas como la jara, diversas variedades del berro y atlaquelite.

–Abrieron un museo a su nombre, ¿qué significa para usted?

–Mi nombre no tiene sentido realmente, es un proyecto que desde hace dos décadas iniciamos, íbamos al ayuntamiento, pero a veces nos dejaban plantados, a veces nos decía que sí y no pasaba nada…al final se inició en 2020 pero llegó la pandemia y tuvo retrasos.

Al ver tanta degradación de la zona lacustre y que los jóvenes no dimensionan el valor del Valle de Toluca, quería que hubiera un lugar donde todo lo que se ha estudiado pudiera ser visto por los propios habitantes y que eso pudiera generar lazos de identidad. Es una tarea de los arqueólogos poder transmitir a la población lo que obtuvimos del sitio que les pertenece y tratar de explicar lo que hemos hecho.

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¿Quién es Yoko Sugiura?

Doctora en Antropología por la UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel III. Se desempeñó como investigadora de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM (1978-2017) y actualmente es investigadora especial de El Colegio Mexiquense.

Su trayectoria profesional inició en 1967. A partir de 1977 inició el Proyecto Arqueológico Valle de Toluca y ha realizado una continua labor docente en distintas universidades y centros de investigación; tiene más de seis decenas de tesis asesoradas. Sus publicaciones científicas son más de 130, entre las de autoría individual, colectiva y coordinadas.