Deportes

Columna: ‘Para entender el deporte’

El primer cuerpo que habitamos

HABITAR UN CUERPO QUE NO ES NUESTRO. Fuimos nadadores antes de tener pulmones. Nos movimos con timidez dentro de una oscuridad tibia, entre órganos que latían por nosotros.

-Antes de lanzar un balón, antes de aprender a caminar, antes incluso de tener nombre, fuimos cuerpo dentro de otro cuerpo. El de la madre.

-Ese fue nuestro primer hogar, nuestra primera pista, nuestra primera ley de gravedad.

El cuerpo del deportista se entrena. Se disciplina. Se moldea. Se celebra. Pero pocos recuerdan que ese cuerpo, antes de correr o saltar, fue contenido dentro de otro. Que antes de ser fuerza fue silencio. Antes de ser músculo fue latido.

Y ese primer territorio fue el cuerpo de una mujer que nos sostuvo con el suyo. La madre. El primer cuerpo que fuimos sin saberlo.

HABITAR UN CUERPO QUE NO ES NUESTRO

Fuimos nadadores antes de tener pulmones. Nos movimos con timidez dentro de una oscuridad tibia, entre órganos que latían por nosotros. Y ese gesto inicial, ese balanceo uterino, fue ya una forma de estar en el mundo.

Porque antes de tener pensamiento, tuvimos movimiento. Pequeño, involuntario, flotante. Y ese primer gesto motor no fue entrenamiento ni esfuerzo: fue relación. Fue dependencia. Fue comunión con otro cuerpo que nos hospedaba sin condiciones.

--

. .

Pensamos el cuerpo como lo que usamos para actuar en el mundo. Pero quizás deberíamos pensarlo también como el lugar donde otro mundo nos dio forma. El cuerpo materno no fue solo una envoltura biológica: fue escuela, frontera, templo, casa, y pista de aterrizaje.

DE LA PIEL QUE ARROPA AL MÚSCULO QUE COMPITE

Los deportistas celebran su fuerza, su velocidad, su capacidad de control. Pero ninguna de esas virtudes empieza en el gimnasio. Todas empiezan en la piel que nos sostuvo, en los brazos que nos calmaron, en la voz que moduló nuestras primeras tensiones.

Las madres no solo paren cuerpos: los educan con su presencia. Cuando una madre levanta a su hijo que ha caído, lo está entrenando para la derrota. Cuando lo deja correr aunque tenga miedo, lo está preparando para el riesgo. Cuando lo observa en silencio, lo está enseñando a escucharse.

¿No es eso también una forma de entrenamiento?

Muchos atletas recuerdan al entrenador que les enseñó la técnica. Pero casi todos, cuando ganan, buscan con la mirada a su madre. A veces está lejos. A veces ya no está. Pero la siguen buscando. Como quien busca su origen.

EL CUERPO COMO HERENCIA NO DICHA

Somos cuerpos heredados. No solo en lo genético, sino en lo simbólico. En cada gesto hay algo de esa mujer que nos cuidó cuando no teníamos voluntad.El cuerpo que hoy corre, que salta, que resiste, es también el resultado de un cuerpo que cedió espacio, alimento y tiempo.

Ese cuerpo que se arruinó un poco para que el nuestro empezara a existir. Que se deformó. Que se desveló. Que cambió para siempre. El cuerpo de una madre no se recupera del todo, y tampoco quiere hacerlo. Porque no fue pérdida: fue tránsito.

El atleta aplaudido, el niño que llega a la meta, la joven que se eleva en el aire… todos están sostenidos, aunque no lo sepan, por un cuerpo anterior. El suyo. Y el de su madre.

10 DE MAYO

Este Día de las Madres no basta con flores ni con frases prefabricadas. Tal vez el mejor homenaje sea reconocer que nuestro cuerpo tiene historia. Y esa historia comenzó dentro de otro cuerpo que nos enseñó sin palabras que moverse también es cuidar.

..

. .

Porque antes de tener piernas, tuvimos abrazo. Antes de tener equilibrio, fuimos cargados.

Y antes de conquistar el mundo con el cuerpo, fuimos mundo dentro de uno.

Tendencias