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Columna: ‘Para entender el deporte’

¿El cuerpo piensa?

REFLEXIÓN. Lo dijo Guy Claxton con voz de filósofo: el pensamiento no habita solo en el cráneo, sino en los gestos, los órganos, los músculos.

No pienses tanto… con la cabeza

Durante siglos se creyó que pensar era un asunto estrictamente cerebral.

Como si el cuerpo fuera apenas una mula que carga al jinete pensante, un cascarón que obedece órdenes desde la torre de control.

Pero el cuerpo se hartó de esa injusticia y empezó a hablar.

Lo dijo Antonio Damasio con bata de laboratorio: el cuerpo no solo siente, también piensa.

Lo dijo Guy Claxton con voz de filósofo: el pensamiento no habita solo en el cráneo, sino en los gestos, los órganos, los músculos.

Y lo dice cualquier persona que haya tomado una decisión con “el estómago revuelto”, o haya tenido una “corazonada”.

Pensamos con el cuerpo.

No como metáfora, sino como hecho.

La piel registra amenazas. Las tripas discuten alternativas. La espalda guarda memorias.

Y hay ideas que no se resuelven sino bailando, caminando o llorando un buen rato.

Por eso un jugador de ajedrez se levanta y camina. Por eso un atleta entrena soluciones. Por eso un niño salta y de pronto… comprende.

EL CUERPO COMO SALÓN DE CLASES

Durante años nos enseñaron a sentarnos para pensar.

A quedarnos quietos, como si el aprendizaje fuera incompatible con el movimiento.

Se prohibieron los recreos largos, los pies inquietos, las manos que dibujan mientras escuchan.

Y se premiaron las cabezas erguidas, las respuestas correctas, las letras bien alineadas.

Pero todo eso partía de un error: pensar no es estar quieto, es estar en juego.

Cuando un cuerpo se mueve, no se distrae: se involucra.

Cuando corre, no huye del pensamiento: lo persigue.

La filosofía de la mente empieza a admitir lo que los niños sabían de forma intuitiva:

que el conocimiento entra mejor por los pies descalzos, por la rodilla raspada, por el corazón acelerado de una idea que fue cuerpo antes que palabra.

La ciencia le está devolviendo al cuerpo su lugar en el acto de pensar.

Y eso exige no solo nuevos métodos de enseñanza, sino nuevas preguntas sobre quién piensa y cómo.

LAS IDEAS SUDAN

El cuerpo no solo piensa: da forma a los pensamientos.

Un filósofo erguido no piensa lo mismo que uno encorvado.

Una verdad dicha de pie pesa más que una dicha acostado.

La risa cambia el juicio. El llanto modifica el argumento. El hambre distorsiona la moral.

Y entonces, ¿qué es pensar?

Pensar es orquestar impulsos.

Es negociar con los músculos.

Es bailar con la química y aceptar que una idea no nace en una sinapsis, sino en una escena más compleja, con luces bajas, aroma a memoria y un cuerpo entero haciendo fila para hablar.

¿El cuerpo piensa?

No.

El cuerpo es el que piensa.

Y la cabeza solo toma nota.

Esto no es poesía, es ciencia: la cognición está encarnada.

No se puede aislar el pensamiento del sistema nervioso autónomo, ni la lógica del ritmo cardíaco.

Somos sistemas que razonan a través del cuerpo, no a pesar de él.

EPÍLOGO PARA QUIEN LEE SENTADO

Usted, que está leyendo esto tal vez sentado, con la cabeza ladeada y el café medio frío…su cuerpo también está procesando.Tal vez está empezando a comprender no con el intelecto, sino con ese leve cosquilleo en el pecho, o ese impulso de levantarse a caminar.

Hágale caso.No al gurú del gimnasio ni al influencer de la dopamina:hágale caso a su rodilla.A su cuello que ya no quiere estar quieto.A su cuerpo, que piensa mejor en movimiento que atrapado entre sillas.

Piense.Pero piense de pie.Piense trotando, saltando, extendiendo los brazos como quien estira una idea.Piense mientras barre. Piense mientras pedalea.Que no hay revolución más urgente que devolverle al cuerpo su derecho a participar del pensamiento.

Y si va a tener una gran idea,que lo agarre sudando.Para que al menos, si no es brillante,sea honesta.

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