Deportes

Columna: ‘Para entender el deporte’

El dilema del tenedor sudado: comer antes o después de hacer ejercicio

DILEMA. Mientras tanto, tú, ciudadano sin beca olímpica, solo quieres saber si comerte una manzana te arruina el entrenamiento o si una hora más sin comer te convierte en un mártir fitness.

Comer antes o después de entrenar: la ciencia y el sentido

Pocas preguntas generan más ansiedad en el mundo del ejercicio que esta: ¿antes o después? Hay quienes creen que comer antes es trampa y quienes juran que entrenar en ayuno es un rito iniciático. En ambos casos, el desayuno parece menos una comida y más una declaración filosófica.

La ciencia, con su bata blanca y su cronómetro, nos habla de glucógeno muscular, de ventanas anabólicas, de índices glucémicos y de timing nutricional. Dice que si entrenas sin haber comido, tu cuerpo usa más grasa como combustible, pero que si lo haces después de desayunar, tienes mejor rendimiento. Y luego, en un párrafo oculto de los estudios, añade que todo depende de ti, como si no acabara de decidirse entre el laboratorio y el espejo.

Mientras tanto, tú, ciudadano sin beca olímpica, solo quieres saber si comerte una manzana te arruina el entrenamiento o si una hora más sin comer te convierte en un mártir fitness. La pregunta no es trivial, porque detrás de ella habita toda una lógica de sacrificio moderno: comer bien, entrenar duro, postear el resultado y esperar la absolución de los likes.

EL CUERPO NO ES UN RELOJ

Durante años nos dijeron que había que comer justo después de entrenar. Que había una “ventana metabólica” que se cerraba más rápido que la de la combi en hora pico. Que si no metías proteína en 30 minutos, tu músculo se evaporaba como promesa de campaña. Luego la ciencia se corrigió a sí misma, como hace siempre, y nos dijo que no era para tanto. Que esa ventana es más bien un portón amplio que se mantiene abierto por horas.

Hoy sabemos que el cuerpo no es un reloj suizo, sino un organismo que conversa consigo mismo. Que si lo escuchas, él te dirá cuándo tiene hambre y cuándo solo tiene ansiedad. Que entrenar en ayuno puede ser útil, pero no es para todos. Que comer antes está bien, si no terminas con una bomba de grasa y azúcar que te deja viendo estrellas antes de la segunda serie. Que no todo lo que dice el nutriólogo aplica cuando estás corriendo detrás del tiempo, de la rutina o del camión.

Y que hay mañanas en que el cuerpo no necesita comida: necesita tregua.

LA COMIDA COMO EXCUSA, EL MOVIMIENTO COMO DESTINO

Más allá del músculo, del rendimiento o de las rutas metabólicas, está el cuerpo. Ese cuerpo tuyo que no es el de Instagram ni el de los estudios de doble ciego. Ese cuerpo que a veces se arrastra con culpa hasta la caminadora y otras se lanza con alegría al parque sin haber probado bocado. Ese cuerpo que sabe más de ti que tú mismo. Ese cuerpo que no necesita tanto que lo alimentes, sino que lo reconozcas.

Porque la verdadera pregunta no es cuándo comer, sino por qué te mueves. Si lo haces por castigo o por fiesta. Si comes para entrenar o entrenas para seguir comiendo. Si te estás cuidando o simplemente administrando la culpa.

El dilema no es si comes antes o después. Es si todavía puedes entrenar sin que te importe tanto. Sin relojes, sin apps, sin culpa. Solo tú, tu cuerpo, y la voluntad de moverte.

Porque el cuerpo que se mueve con alegría, aunque tenga hambre, se alimenta de sentido. Y el cuerpo que no se mueve, aunque esté lleno, se va vaciando de sí mismo.

Comer es importante. Moverse también. Pero lo único realmente urgente… es no dejar de estar vivos.

Tendencias