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El cuerpo como campo de batalla y reconciliación

La traición inicial 

Hay un momento en la vida de cada deportista paralímpico en que el cuerpo se revela. Un segundo específico en el que el músculo, el hueso o el nervio, que los ha acompañado desde el inicio, actúa por su cuenta. Para algunos, ese segundo llega en forma de accidente, un chasquido seco en medio del silencio. Para otros, es el diagnóstico de una enfermedad que lo cambia todo. De repente, ese cuerpo, obediente hasta entonces, se convierte en un territorio hostil. Es como si uno amaneciera en su propia piel sin reconocerla.

Juan perdió la pierna a los diecisiete años. Recuerda cómo, al principio, cada mirada sobre su cuerpo le dolía más que la propia amputación. "Es una traición", decía. El cuerpo, ese aliado tan íntimo, te abandona sin previo aviso. No importa si la causa fue una infección, un accidente o una condición congénita, la sensación es la misma: el mundo se fracciona. Dejas de ser uno y te conviertes en partes. La pierna que ya no está, la prótesis que aún no llega, la silla de ruedas que te espera.

Lo que la mayoría de nosotros ignora es que, en ese momento, comienza una guerra. Pero no una guerra contra la discapacidad, como algunos querrían romantizar. No. Es una guerra contra uno mismo, contra la imagen que se ha desmoronado, contra la idea de cómo deberíamos movernos, de cómo se debe caminar, correr, saltar. Una guerra por recuperar el control sobre ese territorio en disputa que es ahora el cuerpo propio.

La conquista diaria

Curiosamente, el deporte entra en la vida de muchos paralímpicos no como una forma de competencia, sino como una especie de terapia física y emocional. En el caso de María, la natación fue una invitación casi obligada de su fisioterapeuta. Lo que empezó como un movimiento torpe en el agua se transformó en una conquista diaria, un acto de resistencia. "Al principio, odiaba cada brazada", cuenta. "Sentía que mi cuerpo era un obstáculo, como si estuviera nadando a través de él, no con él".

  • Ese tránsito del odio a la aceptación no es inmediato. Lleva tiempo y, en algunos casos, nunca se completa del todo. Sin embargo, lo fascinante es cómo el deporte se convierte en un espacio donde el cuerpo, antes un enemigo, empieza a transformarse en un aliado. Día a día, kilómetro a kilómetro, el cuerpo va cediendo terreno. El deportista paralímpico sabe que la competencia más dura no es la que se libra en la pista, es la que se enfrenta en cada entrenamiento, en el silencio del vestuario, en las noches donde la prótesis duele, la silla de ruedas pesa o la coordinación parece una meta imposible.

El cuerpo, lentamente, deja de ser un territorio ajeno. Y aun+que las cicatrices nunca desaparecen, tampoco son el centro de la narración. El centro es la conquista. Pequeña, sí, pero constante.

Reconciliación inesperada

Años después de haber perdido su pierna, Juan habla de su cuerpo con una mezcla de cariño y respeto, como si fuera un viejo compañero de guerra con el que ha llegado a una tregua. "Al final", dice, "tienes que hacer las paces con él. No te queda otra. Si no, pierdes". Y esa paz, que en su juventud parecía inalcanzable, se manifiesta ahora en la precisión de sus movimientos, en la mirada calmada con la que se ajusta la prótesis antes de cada carrera.

  • Lo curioso de los deportistas paralímpicos es que su relación con el cuerpo ha pasado por todas las etapas posibles: la negación, la ira, la negociación, hasta llegar, finalmente, a la aceptación. Pero no es una aceptación pasiva. No es la resignación. Es una aceptación activa, casi agresiva, en la que el atleta dice: "Este es mi cuerpo, con todo lo que le falta y todo lo que tiene. Y con él ganaré".

El cuerpo, al final, ya no es solo un campo de batalla. Se convierte en una especie de hogar reconstruido después de una catástrofe. No es perfecto, no es el cuerpo que uno imaginó cuando era niño, pero es el único que hay. Y en ese hogar, el deportista paralímpico encuentra, por fin, la paz que le permite seguir compitiendo, no tanto contra los demás, sino a favor de sí mismo.

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