Deportes
Para entender el deporte

​Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas

Éxitos y escándalos: el doble filo de la prensa deportiva

"En el estadio del periodismo deportivo, cada palabra es tanto un balón que puede marcar un gol como una tarjeta roja que expulsa al héroe de su propio relato."

  • El baile sutil entre el héroe y el caído

En esa sala, un cruce entre redacción y observatorio astronómico, se erige la figura de un periodista. No cualquier periodista, si no uno que ha aprendido a moverse entre el éxito y el escándalo, consciente de que el deporte es una paleta de grises cambiantes, más que un simple blanco y negro.

Piense en un balón, si le place. Un objeto inerte, sin aparente significado. En las manos de un niño, ese balón es una promesa; en los pies de un profesional, una revelación. Pero ¿qué sucede cuando ese mismo balón cambia su curso no por las leyes de la física, sino por el peso de unas pocas palabras en una columna de opinión?

Una portada en la prensa puede ser tan potente como un gol decisivo en la recta final del partido.

Una portada en la prensa puede ser tan potente como un gol decisivo en la recta final del partido.

Foto. Autor

  • El poder de la pluma: de semidioses a parias

El deportista, en muchos sentidos, es tanto gladiador como equilibrista. Su combate no sólo se da en la arena deportiva, sino también en ese otro escenario invisible compuesto por expectativas, deseos y, sí, acusaciones. Una portada en la prensa puede ser tan potente como un gol decisivo en la recta final del partido. Pero un desliz personal, capturado y magnificado por la lente mediática, puede transformar al héroe en villano en cuestión de horas.

  • La línea delgada entre informar y exponer

Ahí yace el poder, delicado pero formidable, de la prensa. Un titular puede elevar a un atleta al Olimpo o hundirlo en el Tártaro. Porque la realidad es maleable, susceptible a la tracción y la compresión del que la maneja.

Pongamos el caso de un nadador olímpico, a quien se le atribuye falsamente una declaración controversial. Ese error, aparentemente pequeño, resulta suficiente para que su próxima competencia se vea envuelta en una tormenta de dudas y críticas. Cada brazada en la piscina se ve lastrada por el peso de palabras que nunca pronunció, pero que fueron puestas en su boca por el aparato mediático.

Por eso nos preguntamos, ¿dónde está la línea? ¿Dónde se separa el deber periodístico de informar del afán más oscuro de exponer y condenar? El foco de la cobertura deportiva puede actuar tanto como lente amplificadora como espejo distorsionador de la realidad.

Cuando encendemos el televisor o deslizamos el dedo por la pantalla del teléfono celular, nos convertimos en actores de ese drama. Somos a la vez jueces y parte, verdugos y redentores. Porque el deporte, al caer la noche, es más que un juego de fuerza y destreza. Es también un juego de percepciones, de luces y sombras, de éxitos y fracasos, y merece ser tratado como tal, con el respeto y la empatía que cualquier historia humana requiere.